La
adolescencia es una etapa de cambio en la que el niño sale de un mundo de
protección para dirigirse a un futuro incierto. Durante este tiempo, se hace fundamental
identificar, aceptar y encauzar emociones, tareas en las que los padres deben
ejercer una labor de apoyo y acompañamiento.
Convertirse en
adulto puede ser un camino de espinas. Sin darnos cuenta, vamos evolucionando
hacia el futuro y en muchísimas ocasiones no nos paramos a reflexionar o a hacer
un descanso para saber hacia dónde nos dirigimos.
Dentro de este
camino, la adolescencia es una etapa marcada por los cambios en la que salimos
de un mundo de protección hacia un destino que ni siquiera nosotros mismos
sabemos cuál es. Por ello, una de las bases más importantes para controlar esos
cambios, esa ebullición hormonal, es aprender a gestionar nuestras propias
emociones.
Por defecto se
considera que tenemos cuatro emociones básicas que vienen 'de serie': ira,
miedo, alegría y tristeza que, según los estudios realizados por Darwin sobre
los actos de expresión de los seres humanos, son comunes e independientes de
los orígenes culturales.
Lo que es
importante saber es que estas emociones nos sirven para dirigir nuestras vidas
y todas tienen una función importante en nuestro desarrollo. Por ejemplo, la
ira, considerada por lo general como una emoción 'mala', puede servirnos para
adaptarnos y proteger lo que consideramos que es nuestro. ¿Es bueno sentir ira?
La respuesta es que depende de cómo actuemos con respecto a ella.
La búsqueda del
equilibrio
Como padres no nos
damos cuenta que somos los principales 'programadores' del software de nuestros
hijos; una gran responsabilidad a la que muchas veces no damos valor.
La adolescencia es, en este sentido, la etapa ideal para acompañarlos en ese desarrollo emocional, para lo cual es fundamental no olvidarnos de poner el foco en ellos y no en nosotros.
La adolescencia es, en este sentido, la etapa ideal para acompañarlos en ese desarrollo emocional, para lo cual es fundamental no olvidarnos de poner el foco en ellos y no en nosotros.
Durante esta etapa,
los adolescentes comienzan a afianzar muchos hábitos de futuro, por lo que
tenemos que hacer que sean ellos mismos los que tomen conciencia de sus propias
emociones y de cómo las viven.
Expresar, aceptar y
orientar sentimientos y emociones
La herramienta más
importante en este sentido es tomar conciencia de la relación que existe entre
la emoción, su gestión y el comportamiento.
En ese sentido, hay que enseñar a nuestros hijos a generar estrategias para aprender a expresar sus emociones tal y como las sienten. Haciéndolo, los jóvenes lograrán comprender su estado emocional y aceptar que los sentimientos y emociones deben ser 'regulados' para crear una estabilidad emocional que los ayude a prevenir estados negativos y, así, conseguir objetivos con mayor claridad.
En ese sentido, hay que enseñar a nuestros hijos a generar estrategias para aprender a expresar sus emociones tal y como las sienten. Haciéndolo, los jóvenes lograrán comprender su estado emocional y aceptar que los sentimientos y emociones deben ser 'regulados' para crear una estabilidad emocional que los ayude a prevenir estados negativos y, así, conseguir objetivos con mayor claridad.
Tomado de www.serpadres.es
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