lunes, 31 de octubre de 2016

Artículo: ALENTAR UNA IMAGEN CORPORAL SALUDABLE

Parece que fue ayer cuando pacientemente debía convencer a su hija de bañarse. Pero cumplió los 11 años y comenzó a pasar horas en el baño y a evaluar su apariencia ante cada espejo que encuentra. Su apariencia parece obsesionarla. ¿Qué ha sucedido? ¿Es saludable?
A medida que se acercan a la adolescencia, es común y natural que los niños se interesen más en la apariencia (la suya y la de los demás), aparentemente, de repente. Sus cuerpos experimentan grandes cambios a medida que crecen y atraviesan la pubertad. Al cambiar físicamente, los preadolescentes se vuelven más conscientes de cómo lucen.
El crecimiento y la pubertad afectan más que la apariencia exterior del preadolescente: también afectan la imagen corporal. Tener una imagen corporal saludable significa que la mayoría de los sentimientos, ideas u opiniones sobre el propio cuerpo y apariencia son positivos. Significa que uno acepta y valora su cuerpo y se siente en general satisfecho con su apariencia.
El desarrollo de una imagen corporal saludable se produce con el tiempo. Puede recibir la influencia de las experiencias y ser moldeada por las opiniones de los demás y los mensajes culturales.
La imagen corporal puede ser especialmente vulnerable durante los años de la preadolescencia y la adolescencia porque la apariencia cambia mucho y los mensajes culturales que exacerban la insatisfacción pueden ser muy fuertes. Recibir críticas o bromas sobre la apariencia puede ser especialmente dañino a esta edad.
Durante esas edades suelen comparar su apariencia con la de los demás.  En los primeros años de la adolescencia, la imagen que les devuelve el espejo constituye una gran parte de su imagen propia. Y aunque es cierto que la apariencia no es todo, sentirse satisfecho con la apariencia personal significa mucho.
A medida que los adolescentes maduran mental y emocionalmente, desarrollan una imagen propia más compleja, en la que incorpora sus intereses, talentos, cualidades únicas, valores, aspiraciones y relaciones.
Si se pregunta por qué su hijo parece repentinamente tan dedicado a su apariencia, recuerde que los preadolescentes están:
·       Adaptándose al nuevo reflejo que devuelve el espejo.Pasar más tiempo acicalándose, haciendo comparaciones con los amigos y los famosos y experimentar con la vestimenta, el cabello y el maquillaje pueden ser maneras de llegar a conocer y comenzar a sentir agrado por el nuevo yo que refleja el espejo.
·       Creando un estilo de moda propio. Cuando los preadolescentes y los adolescentes expresan sus preferencias respecto a la vestimenta y el cabello, hacen declaraciones sobre sí mismos. Experimentar y definir su estilo es una forma de expresar sus intereses, personalidad, independencia e identidad.
·       Buscando una manera de pertenecer. Los pares y los grupos (que ocupan el centro del escenario durante la adolescencia) también pueden influir en aumentar las preocupaciones de los adolescentes más jóvenes sobre su apariencia. Vestirse de una determinada manera puede ser una forma de sentirse incluido, de encajar, de sobresalir o de pertenecer a un grupo de pares.
No sólo las niñas empiezan a concentrarse en su apariencia. Quizás los varones no sean tan expresivos al respecto, pero pueden preocuparse tanto como ellas sobre su apariencia. Quizás pasen el mismo tiempo delante del espejo, analizando en qué parte de la cabeza trazar la raya del cabello, qué clase de producto usar, evaluando su acné y decidiendo si afeitarse o no. Y cuando su hijo sale con pantalones que lucen tan sueltos como si no hubiera terminado de vestirse, en realidad puede haber dedicado horas a lograr que caigan en el ángulo exacto y con las imágenes del estilo "correcto" que muestran los medios.
En las culturas en las que parece importar demasiado (y donde las imágenes ideales son muy irrealistas) es muy común sentirse insatisfecho con alguna cuestión relacionada con la apariencia y una imagen corporal deficiente también puede dañar la propia imagen general del adolescente.
Sentimientos autocríticos
Sentirse satisfecho sobre la apariencia no siempre es fácil. Muchos niños que tienen una imagen corporal positiva se vuelven tímidos o autocríticos al ingresar en la adolescencia. No es inusual que preadolescentes y adolescentes expresen insatisfacción sobre su apariencia o se comparen con sus amigos, los famosos o las personas que aparecen en los anuncios.
Nuestra cultura realza la necesidad de lucir bien. Los anuncios de cualquier producto, desde maquillaje a productos para el cabello y desde indumentaria hasta pasta dental, transmiten que se debe lucir de una manera determinada para ser feliz. Es difícil no caer bajo estas influencias.
Puede escuchar a su hijo o hija preocuparse sobre cualquier cosa, desde la estatura y el cabello a la forma de la nariz o el tamaño de las orejas: cualquier aspecto que no coincida con el "ideal".
La forma y las dimensiones del cuerpo también pueden preocuparlos. Es importante mantener una buena nutrición y  que tengan actividad física, pero no es aconsejable que se pongan a dieta. La preocupación excesiva sobre el peso, las restricciones a los alimentos o el ejercicio excesivo pueden ser signos de trastornos alimenticios. Consulte a su médico si nota alguna de estas señales en sus hijos.
Una transición natural
En la mayoría de los casos, concentrarse en la apariencia es algo natural y común en la transformación en adolescente. En general, estas expresiones de frustración desaparecen rápidamente y no fundamentan preocupaciones; sólo mucha paciencia, empatía, apoyo y el punto de vista de los padres.
De todos modos, los padres pueden sentirse frustrados cuando la apariencia parece importarles demasiado a sus hijos. Ayudar a los preadolescentes a sentirse confiados y satisfechos con su apariencia al tiempo que se los alienta para no preocuparse en exceso sobre cuestiones superficiales puede requerir un delicado equilibrio. Es importante alentar a los adolescentes a sentirse orgullosos de su apariencia, pero también a priorizar las características más profundas, no relacionadas con la apariencia, que son las más importantes.
Tener una imagen corporal saludable y positiva significa sentir agrado por el propio cuerpo, valorarlo y estar agradecido por sus cualidades y capacidades. Cuando los padres cuidan y valoran su propio cuerpo, enseñan a sus hijos a hacer lo mismo.

Tomado de kidshealth.org

martes, 25 de octubre de 2016

Artículo: VIOLENCIA Y MIEDOS...EDUCAR A LOS HIJOS ANTE LAS TRAGEDIAS


¿Hay que hablar de violencia, de miedo, de terrorismo y de muerte con los hijos? Sí, pero con ciertos criterios educativos. Son temas importantes que, como a nosotros, pueden golpear con fuerza en su cabeza y en su alma. Los hijos necesitan muchas oportunidades para expresar sus sentimientos acerca de cómo asumen las diversas tragedias que ven o de las que se enteran.

Debemos estar atentos a los signos que puedan mostrar una crisis emocional, tales como lloros frecuentes, pesadillas, miedos repentinos e irracionales, irritabilidad extrema...
Vivimos entre noticias e imágenes de diversos desastres y tragedias. 

¿Les afectan las imágenes de las noticias en televisión?, ¿cómo ayudarles a entender y superar la cruda realidad que nos ofrece la televisión y los periódicos casi a diario? En los adultos, pueden crear toda una amplia gama de emociones: tristeza, furia, miedo... y nuestros hijos también pueden desarrollar sentimientos parecidos, aunque quizá su manera de expresarlo sea diferente y por eso no les prestemos la atención necesaria.

Sinceridad, pero con tacto
Por este motivo, y en primer lugar, habría que ser sinceros... pero con tacto. Si nuestros hijos ya se muestran lo suficientemente maduros para hacer preguntas sobre lo que ocurre, también lo serán para entender las razones. Pueden procesar una explicación sincera. Si, por el contrario, fallamos a la hora de hablar francamente con ellos se puede erosionar su confianza en los adultos. No se deben edulcorar las explicaciones de lo que pasa o lo que ha ocurrido ni proporcionar información poco precisa.

Para algunos niños, sobre todo aquellos que son muy jóvenes o tienen inclinación a la ansiedad, puede ser necesario tomar ciertas medidas: Limitar el tiempo de exposición a las imágenes inquietantes de los medios de comunicación; evitar la excesiva conversación acerca de esas tragedias... Aún así, los padres y los profesores deberían darles la información precisa, con la prudencia necesaria.

Palabras justas y lenguaje adecuado a la edad del niño.
Hay que usar un lenguaje adecuado al desarrollo de cada uno de los hijos cuando se trate de hablar de la violencia, tragedias, etc., en el mundo. Los niños pueden no comprender conceptos como "maldad", "gente horrible", pero de hecho comprenden la idea de que una persona puede portarse mal, bastante mal y mentir.

Expresión: los dibujos también hablan.
Los hijos necesitan muchas oportunidades para expresar sus sentimientos acerca de cómo asumen las diversas cosas que ven o de las que se enteran. Quizá, algunos niños más mayores puedan expresar más hábilmente sus sentimientos con palabras. Los padres, y profesores, deberán dar importancia a lo que dicen por si se dieran señales de traumas más profundos. 

Poner atención a otras maneras de expresión: dibujos, comportamientos, tics, etc.
Es importante tener en cuenta que tales expresiones reflejan un proceso natural y saludable de un acontecimiento traumático. Que hagan explotar edificios, o pinten la guerra, no indica, por ejemplo, falta de respeto por los muertos ni se trata de una señal de que los chicos podrían ser capaces de tales actos en el futuro puede ser la incorporación de lo que viven o vivieron a sus dibujos.

Resistencia y resiliencia.
De todos modos, hay que recordar que los pequeños son resistentes. En Psicología comienza a hablarse cada vez más de la resiliencia, es decir, la capacidad para resistir las adversidades. Se trata de un mecanismo de autoprotección formado primero por los lazos afectivos con los que cuenta cada niños y luego por la expresión de las emociones.

Cuando han tenido abundantes oportunidades para expresar y procesar sus sentimientos, los chicos ponen los acontecimientos traumáticos en su lugar a menudo mucho antes que los adultos. Volver a las rutinas normales tan pronto como sea posible les ayudará a facilitar este proceso. Cuando parezca que los niños se han recuperado, no se debe forzar una discusión sobre la tragedia. Es mucho mejor confiar en esa resistencia propia de los niños, mostrándonos atentos pero "a distancia". Es algo que nos recuerda con fuerza que la vida sigue.

Una manera saludable de hacer frente a los acontecimientos traumáticos consiste en realizar alguna acción que beneficie a los afectados, como algo de voluntariado, donar ropa o dinero o rezar por las víctimas. Hacer algo es una manera muy poderosa de enviar el mensaje de que incluso de la mayor de las tragedias puede surgir el bien.

Tomado de: Hacerfamilia.com


miércoles, 19 de octubre de 2016

Artículo: COLEGIO, TAREAS Y DEBERES: ¿Cómo ayudar a organizarlos?


Cómo organizar los deberes de los niños
Si queremos que nuestros hijos disfruten en el colegio y se sientan motivados, es imprescindible organizar bien los deberes en casa. Podemos empezar a crear una actitud positiva.
¿Tienes bien organizados los deberes del colegio en casa? Tiempos, espacios, actividades extra-curriculares, actitud de los padres... Todo cuenta.
Las horas de sueño
El horario de ir a la cama es fundamental, los niños deben dormir un mínimo 8 horas. Si no se puede mermar la atención, motivación, humor, actitud y comportamiento de los hijos.
El rincón de estudio
El lugar de estudio se tiene que diferenciar de los demás espacios para predisponer al niño a estudiar y facilitar la concentración. Por lo tanto, debe ser un lugar sin televisión, sin música, con luz adecuada, tranquilo y con mínimas distracciones. Lo ideal sería una mesa con sus cuadernos y lápices y demás utensilios escolares necesarios.
El horario para hacer los deberes o tareas
Desde los 5 años de edad, se puede instaurar un “momento de los deberes”, que vaya incorporándose en casa de manera paulatina, en el que el niño incorpore como algo natural el tener un espacio para hacer actividades concretas (ya sea pintar, leer) que a medida que crezca se irá volviendo más complejo. Esta es la base de los futuros hábitos de estudio.
Premios y refuerzos
Además de un horario de hacer las tareas, es importante que haya consecuencias positivas por realizarlas (la valoración verbal y la expresión de emociones positivas de los padres siempre debe estar presente). Pero además, una hora de juego con mamá o papá, o se gana el fin de semana su desayuno favorito o algo que sugiera el niño, si es realista y asequible para los padres. Nunca se tratará de regalos materiales o premios excesivos.  El objetivo es reforzar el esfuerzo y los resultados derivados de éste.

La merienda forma parte de los preliminares
Antes de estudiar y sentarse a hacer las tareas, se sugiere que coman y beban algo. Que tengan una meriendita.
Planifica los momentos de descanso (de toda la familia)
Los momentos de ocio también hay que planificarlos semanalmente para que sea un factor que promueva la motivación. Tanto de padres con hijos, tanto de pareja como individualmente, porque muchas veces los adultos tienden a no desconectar y terminan cansados, tensos y de mal humor, y eso afecta a la relación con los hijos y al estudio.
Definir tiempo concreto frente a la televisión, chat, internet, computador, etc. Y definir y aplicar las consecuencias de no respetar dichos acuerdos. Es importante que como padres mantengan su palabras, independientemente de que los entristezca o sea difícil.
Hacer los deberes o tareas no exime de otras responsabilidades
Es importante que los niños ayuden en casa, no pueden estar exentos por tener que hacer deberes o estudiar. Hay que definir tareas sencillas que diariamente se deberían hacer, por ejemplo: hacer su cama, recoger su ropa sucia, recoger sus libros  y sus juguetes, ayudar a colocar la mesa para la cena, entre otros.
Cuidado con las actividades extraescolares
En cuanto a las actividades extraescolares, pueden ser muy recomendables, pero si son demasiadas pueden causar estrés a los niños e impedirles descansar como lo necesitan.
Hay que valorarlo y planificarlas con cuidado, porque si el niño está todo el día en el colegio y luego sigue con  muchas actividades extraescolares, posiblemente llegue a casa con intención de “olvidarse de todo” y no querer hacer deberes ni estudiar.

 Adaptado de: Serpadres.com


domingo, 9 de octubre de 2016

Artículo: LA ENVIDIA Y EL SÍDROME DE SOLOMÓN

“La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría” 
(Solomon Asch)

En 1951, el reconocido psicólogo estadounidense Solomon Asch fue a un instituto para realizar un experimento  a través de una supuesta prueba de visión  que les hizo a 123 jóvenes voluntarios que participaron –sin saberlo– en un experimento sobre la conducta humana en un entorno social.  
El experimento era muy simple.  Asch, haciéndose pasar por oculista y enconpinchado con 7 estudiantes, hacía que un octavo  estudiante entrara al salón y creyera que todos iban a tomar la misma prueba de visión.  Asch les mostraba  4 líneas verticales de diferentes longitudes y les pedía que dijesen en voz alta cuál de entre las tres líneas verticales era igual a la cuarta línea dibujada justo al lado de ellas y organizaba el orden de las respuestas de tal manera que el octavo estudiante era el último en dar su opinión.
La respuesta era tan obvia y sencilla que apenas había lugar para el error. Sin embargo, los siete estudiantes encompinchados con Asch respondían uno a uno la misma respuesta incorrecta. Este ejercicio se repitió 18 veces por cada uno de los 123 voluntarios que participaron en el experimento. A todos ellos se les hizo comparar las mismas cuatro líneas verticales, puestas en distinto orden.
Cabe señalar que sólo un 25% de los participantes mantuvo su criterio todas las veces que les preguntaron; el resto se dejó influir y arrastrar al menos en una ocasión por la visión de los demás. Una vez finalizado el experimento, los 123 alumnos voluntarios reconocieron que “distinguían perfectamente qué línea era la correcta, pero que no lo habían dicho en voz alta por miedo a equivocarse, al ridículo o a ser el elemento discordante del grupo”.
A día de hoy, este estudio sigue fascinando a las nuevas generaciones de investigadores de la conducta humana. La conclusión es unánime: estamos mucho más condicionados de lo que creemos. Para muchos, la presión de la sociedad sigue siendo un tremendo obstáculo insalvable. El propio Asch se sorprendió al ver lo mucho que se equivocaba al afirmar que los seres humanos somos libres para decidir nuestro propio camino en la vida.
Más allá de este experimento, en el idioma del desarrollo personal se dice que padecemos el Síndrome de Solomon cuando tomamos decisiones o adoptamos comportamientos para evitar sobresalir, destacar o brillar en un grupo social determinado, así como cuando nos boicoteamos para no salir del camino trillado por el que transita la mayoría. De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso e incluso triunfar, por miedo a que nuestras virtudes y nuestros logros ofendan a los demás. Esta es la razón por la que en general sentimos un pánico atroz a hablar en público, convertirnos por unos instantes en el centro de atención. Ya que al exponernos abiertamente, quedamos a merced de lo que la gente pueda pensar de nosotros, dejándonos en una posición de vulnerabilidad.
El síndrome de Solomon pone de manifiesto el lado oscuro de nuestra condición humana. Por una parte, revela nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore. Y por otra, constata una verdad incómoda: que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajeno.  
Aunque nadie hable de ello, en un plano más profundo está mal visto que nos vayan bien las cosas hay mucha envidia y eso no solo no es sano y nos enferma sino que sino que paraliza el progreso de la sociedad. La Real Academia Española define esta emoción como “deseo de algo que no se posee”, lo que provoca “tristeza o desdicha al observar el bien ajeno”. La envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos. Es decir, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas. Así es como se crea el complejo de inferioridad; de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más.
Bajo el embrujo de la envidia, reconocer nuestro complejo de inferioridad es tan doloroso, que necesitamos canalizar nuestra insatisfacción juzgando a la persona que ha conseguido eso que envidiamos. Solo hace falta un poco de imaginación para encontrar motivos para criticar a alguien.
El primer paso para superar el Síndrome de Solomon consiste en comprender la futilidad de perturbarnos por lo que opine la gente de nosotros. Si lo pensamos detenidamente, tememos destacar por miedo a lo que ciertas personas –movidas por la desazón que les genera su complejo de inferioridad– puedan decir de nosotros para compensar sus carencias y sentirse mejor consigo mismas.
¿Y qué hay de la envidia? ¿Cómo se trasciende? Muy simple: dejando de demonizar el éxito ajeno para comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños. Si bien lo que codiciamos nos destruye, lo que admiramos nos construye. Esencialmente porque aquello que admiramos en los demás empezamos a cultivarlo en nuestro interior. Por ello, la envidia es un maestro que nos revela los dones y talentos innatos que todavía tenemos por desarrollar. En vez de luchar contra lo externo, utilicemosla para construirnos por dentro. Y en el momento en que superemos colectivamente el complejo de Solomon, permitiremos que cada uno aporte, de forma individual, lo mejor de sí mismo a la sociedad.

Tomado y adaptado de  elpais.com