lunes, 28 de noviembre de 2016

Artículo: MAMÁ ME GUSTA CUANDO ME ESCUCHAS


Cuando tu hijo te cuenta algo, ¿le contestas inmediatamente dándole tu opinión o algún consejo? No siempre es lo que el niño necesita.

¿Qué hacemos cuando nuestro hijo llega a casa disgustado del colegio porque ha peleado con su mejor amigo?
Es probable que nuestra respuesta natural e inmediata sea consolarlo ("No te preocupes, no es para tanto"), decirle lo que tiene que hacer ("Puedes jugar con otros niños"), sermonearlo ("Los amigos cambian, la vida es así") o interpretar la situación desde nuestro prisma ("A lo mejor se ha cansado de que no le dejes tus juguetes").

Estas respuestas, aunque puedan parecer adecuadas porque son empáticas y están cargadas de buenas intenciones y soluciones, suelen ser precipitadas y parciales. Por eso no siempre ayudan tanto como pretenden.

Y es que, si no dedicamos tiempo a escuchar de verdad, nuestras respuestas darán cuenta de una parte limitada de lo que nos cuentan y, más que ayudar a nuestros hijos a pensar por sí mismos sobre sus experiencias, estarán teñidas de nuestra propia forma de ver las cosas y más orientadas a zanjar la situación que a comprender en profundidad.
Normal, si tenemos en cuenta que muchas veces los pequeños nos hablan mientras estamos pendientes de la lavadora, el teléfono o ese problema laboral que no se resuelve. Oímos, pero no escuchamos.

Si haces lo siguiente sentirá que le atiendes

1. Mírale a la cara
Sea lo que sea lo que nos esté contando nuestro hijo, manifestar que nos interesa de forma activa es un primer paso para abrir los canales de comunicación. Mostrar interés favorece, además, que la persona que tenemos delante nos cuente detalles, reflexione y se haga preguntas. La manera de hacerlo suele ser pedir más información sobre lo que nos cuentan, sin mostrar acuerdo ni desacuerdo, y utilizando palabras neutrales ("¿Me cuentas más sobre esto?" o "sigue, sigue").
Nuestro lenguaje corporal, además, debe ser coherente con nuestro interés (inclinarnos un poquito hacia delante cuando el otro habla, asentir, mirarle fijamente, ponernos a su altura...).

2. Pregunta para saber más
Un paso más allá del interés es aclarar lo que nos están contando para tener más información y ayudar al niño, mediante nuestras preguntas, a ver otros puntos de vista distintos al suyo y enriquecer su historia. Por ejemplo:
·       "Cuando te dijo que ya no era tu amigo, ¿tú qué hiciste?".
·       "¿Había otros amigos delante cuando os peleasteis? ¿Y qué les pareció?".
·       "¿Cómo crees que se sentía tu amigo?".
·       "Si se lo contaras a la profesora, ¿qué te diría?".
·       "¿Para ti qué ha sido lo más difícil?".

3. Parafrasea lo que dice
Repetir las ideas básicas y los hechos principales nos ayudará a demostrar que estamos entendiendo lo que sucede y, de paso, verificaremos si lo estamos "captando" tal y como nuestro hijo quiere:
·       "Entonces, lo que me estás diciendo es que hoy ha sido muy mal día porque no recuerdas haber hecho nada divertido".
·       "A ver si me he enterado bien. Me estás diciendo que no te gusta lavarte el cabello porque luego te aburres mientras te la seco con el secador". 

4. Refleja sus sentimientos
Hacer de "espejo" de los sentimientos del que habla contribuye a mostrarle que le entendemos y, además, ayuda al niño a ser más consciente de esos mismos sentimientos:
·       "Te duele que siempre te digan que no paras quieta".
·       "Te pone súper orgullosa haber sido elegida la delegada del clase, ¿verdad?".
·       "Creo que lo que me estás queriendo decir es que te pones nervioso cuando tienes que esperar a que pase algo que te apetece mucho".

5. Resume lo que dice
Se trata de repetir los hechos y las ideas principales, juntando los hechos y las ideas importantes, a modo de resumen, asegurándonos de no dejarnos nada "en el tintero":
"Entonces, si lo he entendido bien, Martín y tu habéis discutido y tú estás molesto porque tanto él como el resto de los niños dicen que has sido el causante de todo, y eso ha hecho que estés de mal humor durante toda la tarde".

6. Valida su discurso    
Es mostrar que se acepta lo que el pequeño dice aunque no se esté de acuerdo. De hecho, una de las funciones más importantes de la escucha activa es dar por legítimos los puntos de vista del que habla (por ejemplo, el derecho a sentir que una situación es injusta, aunque no tenga razón).


Tomado de serpadres.es



domingo, 20 de noviembre de 2016

Artículo: ¿CÓMO IR DANDO LIBERTAD A LOS HIJOS?

Muchos padres y madres de adolescentes se preguntan: ¿cuánta autonomía tengo que darle a mi hijo? Y también cuándo hay que dársela y cómo se hace para conjugar su seguridad con su independencia?
Lo primero que hay que saber es que no existen reglas fijas. No hay una manual que nos diga que a los 12 años pueden ir solos a la escuela y a los 14 viajar sin compañía. Todo depende de varios factores.
  • Depende del adolescente. Hay adolescentes muy maduros y responsables que pueden asumir una buena dosis de libertad desde que son muy jóvenes. Se trata de chicos y chicas que son conscientes de los riesgos y los evitan y que están preparados para cuidarse a ellos mismos, por lo menos en una buena parte de sus vidas. Sin embargo hay otros cuya inmadurez les lleva a evaluar mal los peligros o que son indisciplinados o poco responsables. En el primer caso, los padres y madres que conocen bien la madurez de sus hijos pueden darles mayor libertad desde que son más jóvenes. En el segundo será muy importante que la autonomía que vayan adquiriendo los adolescentes esté muy medida para evitar problemas.
  • Depende de la familia. Hay familias que educan a sus hijos para ser independientes desde que son muy pequeños, en cambio, hay otras en las que los padres son mucho más sobreprotectores. Esa es una elección que deben hacer los padres. Aunque es bueno que sepan que la sobreprotección de los hijos no es recomendable porque provoca que estos crezcan poco seguros de sí mismos y tarden más en madurar. Así que aunque es muy difícil soltar a los hijos y hay que ser muy fuerte para ir dándoles libertad y haciéndolos autónomos es imprescindible hacerlo.
 Autonomía por etapas
Lo que es indudable es que sean nuestros hijos y nuestras familias como sean, la fórmula mejor para darles libertad a los hijos es hacerlo por etapas. No se puede pretender que un adolescente que no se ha quedado solo en casa jamás se vaya a vivir por su cuenta. Si provocamos una situación como esa estaremos consiguiendo que nuestro hijo fracase. Por el contrario, si desde pequeño vamos dándole cuotas de autonomía cada vez mayores lograremos que crezca de forma sana y que se convierta en un joven responsable y capaz de hacerse cargo de su vida.
  • Aprendizaje. Cuando los chicos están comenzando su adolescencia e incluso en la preadolescencia, podemos empezar por dejarlos solos en casa durante un periodo corto de tiempo. Antes deberemos explicarles que  deben hacer y cómo deben comportarse durante el tiempo que estemos fuera de casa; por ejemplo que no deben abrir la puerta a nadie y lo que deberán hacer si ocurre algún imprevisto.
  • Responsabilidad. Es importante evaluar la responsabilidad que han mostrado los chicos en los primeros intentos de darles autonomía. Si responden con responsabilidad deberemos aumentar esa dosis de autonomía. Si por el contrario, se muestran irresponsables, volveremos hacia atrás y les explicaremos que eso es necesario para que aprendan a utilizar su autonomía y su libertad. Aunque es importante no tratarlos como si fueran niños porque si hacemos eso, ellos se comportarán como tales. Es imprescindible que establezcamos una relación diferente de la que teníamos con ellos durante su infancia y eso se hace con una confianza mayor. También es importante medir muy bien cuando imponemos castigos por la ruptura de esa confianza. Hay veces que si lo que han hecho, si la norma que se han saltado no es excesivamente importante, puede ser mucho más útil para su educación explicarles solo cómo lo vemos nosotros pero no castigarlos ni quitarles la libertad que habían empezado a ganarse.
  • Participación. Permitir que ellos participen en las decisiones que van a darles mayor libertad y autonomía es una opción que casi siempre sale muy bien. En esa negociación podemos aprovechar para explicarles exactamente lo que esperamos de ellos, cuáles son los riesgos que van a asumir y cómo evitarlos  así como qué consecuencias pueden derivarse de que los peligros con los que se enfrentan.
Tomado de About.com



lunes, 14 de noviembre de 2016

Artículo: ¿CÓMO ACTÚO Y REACCIONO ANTE LAS SALIDAS, FIESTAS, OCIO Y DIVERSIÓN DE MIS HIJOS?

A medida que van creciendo, nuestros hijos nos piden permiso para salir y divertirse con los amigos. Cada vez más pronto nos piden salir por las noches y disfrutar del ocio/diversión nocturna.
Como padres tenemos miedo de que al salir puedan enfrentarse o iniciarse en el consumo de drogas, cigarro y alcohol y, como padres debemos reflexionar sobre la edad en la que queremos dejarlos salir, sin sentirnos presionados por sus insistencias y el típico argumento de que los padres de sus amigos ya les dan permiso y nosotros aún no estamos de acuerdo.
El alcohol está muy presente en el ocio/diversión de los adolescentes. La visión de estas bebidas alcohólicas como algo inocuo y que no produce daño está muy extendida entre los jóvenes, que inconscientemente se inician en su consumo antes de lo que deberían.
Muchos padres creen que sus hijos no toman o si toman no se emborrachan o si se emborrachan no hacen nada malo… Sin embargo, aunque no todos toman, ni todos se emborrachan, algunos son más vulnerables que otros y tu hijo puede ser uno de ellos.
Cada vez  hay más investigaciones que afirman que aproximadamente la mitad de los jóvenes se inician en el hábito de beber y fumar antes de los 16 años; así como estudios sobre padres que les dan a probar alcohol a niños-jóvenes durante reuniones familiares y que tratan de determinar si esta costumbre tiene algún efecto en la relación posterior del joven con el alcohol.
John E. Donovan, profesor de psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh, afirma que con base en los resultados de varias investigaciones “las probadas de alcohol en la infancia están relacionadas con un inicio temprano del consumo, lo cual es un factor de riesgo para muchos otros problemas de conducta”; además, están relacionadas con excesos alcohólicos y drogadicción. Concluye que “los padres no deben ofrecer alcohol a sus hijos”.

¿Les suena conocida la frase “Que aprendan a beber conmigo”? La mayoría de los padres piensan que  es correcto que sus hijos empiecen a beber en casa porque piensan que es una oportunidad de enseñarles a tomar, de observar cómo reaccionan, de detectar qué tal les cae el alcohol y de evitar que se sobrepasen. Según la Dra. Wadolowski, epidemióloga e investigadora de postgrado en la Universidad de Nueva Gales del Sr en Australia, existe otro grupo de padres que al notar que los amigos de sus hijos se drogaban o tomaban alcohol se vuelven más propensos a ofrecer pruebas de alcohol en casa a sus hijos.
Estas erradas ideas animan a los padres a apoyar las fiestas de sus hijos en casa con alcohol incluido, aunque están conscientes de que estén actuando fuera de la ley.

Es importante saber que hay estudios que confirman que  los adolescentes que tienen “permiso” para beber en casa tienen mayor riesgo de beber fuera de casa y de desarrollar problemas serios. Así mismo varios trabajos de investigación concluyen que el momento de probar el alcohol parece decisivo a la hora de establecer el riesgo de alcoholismo.  Por lo tanto los padres no deben patrocinar la bebida, ni adentro ni afuera de casa.
Los padres tenemos que revisar qué valores estamos transmitiendo a nuestros hijos, cada vez más infantiles en la toma de decisiones trascendentes en la vida y que, sin embargo, se obsesionan por ser adultos antes de tiempo.
Estamos generando un mundo contradictorio en el que estamos invitando a nuestros hijos a ser eternos adolescentes hasta bien entrada la treintena, para que disfruten, porque ya tendrán tiempo de sufrir, y al mismo tiempo los vestimos y tratamos como adultos y les organizamos fiestas de cumpleaños con atracciones y diversiones no acordes a su edad.
Pareciera que los adolescentes del siglo XXI están condenados a dos opciones: el aburrimiento de su casa o el aburrimiento de la calle. En el de casa, los jóvenes lo llenan con horas frente a la computadora o videojuegos y el de la calle, con horas de alcohol y otras sustancias.

Nos encontramos con que los ambientes en los que crecen nuestros hijos tienen una oferta ilimitada de aquello que está mal. Por ejemplo, cualquier menor con pinta de mayor puede comprar su propio alcohol en cualquier tienda sin mostrar su identificación  y sin importarle al vendedor, quién cae en un coma etílico, ya que la decadencia de los valores hace que piense que ese no es su problema.
Los costos y efectos de consumo a una edad temprana son altos. Hay que reaccionar y romper con la tolerancia social hacia el alcohol y cualquier tipo de sustancia estupefaciente. No podemos “tomarnos” esto a la ligera porque las consecuencias son mucho más pesadas de lo que nos podemos imaginar.   
El más grave de los efectos negativos que apunta  La Asociación Española de Pediatría AEP, dado que su cuerpo aún no se encuentra en plena madurez, quizás sean los daños cerebrales que provoca el alcohol. Estos a su vez se traducen en trastornos de aprendizaje y fallos en la memoria que afectarán a la vida académica del adolescente y alteraciones en la conducta del menor. Problemas que se agravarán con el paso de los años y afecta o destruye la edad madura y adulta de ese joven de hoy.

Debemos Reflexionar.
Casi todos los padres, en teoría pensamos que lo ideal es que nuestros hijos respeten la edad legal para comenzar con el consumos, pero en la práctica patrocinamos la bebida sin importarnos las consecuencias legales y olvidándonos de las consecuencias y riesgos a corto, mediano y largo plazo a los que nuestros hijos se someten.


Fuentes:  Serpadres.es /Hacerfamilia.com /

The New York Times.es /Vanguardia Educativa