lunes, 28 de agosto de 2017

Artículo: ENSEÑANDO LOS BUENOS MODALES COMO SEÑAL DE RESPETO A LOS DEMÁS.



Hoy en día los padres no centran, especialmente su atención en este tema, y resulta, incluso algo llamativo el plantearlo por haber pasado a un segundo plano desde hace ya tiempo. Pero cada vez más, la sociedad está demandando unos buenos modales por carecer muchos de los jóvenes actuales de ellos.

Actualmente, se da prioridad al  desarrollo cognitivo antes que al comportamental. Tener un hijo inteligente está, en muchos casos, por encima de los buenos modales. Muchos jóvenes son incapaces en pararse a pensar en los demás, siendo su yo su única prioridad. Algunos saludan o dan las gracias y, en estos casos, nos asombramos porque ha sido educado, cuando en realidad eso es lo que debería ser lo habitual.
La situación a la que hemos llegado, hoy en día, viene motivada porque actualmente se consideran los buenos modales simplemente como un protocolo, un modelo a seguir. Pero es mucho más que eso, a través de ellos mostramos respeto hacia los demás. Por eso, los hijos tienen que aprender a hacer las cosas bien hechas, no sólo para respetar a los demás, sino también y muy fundamental, para respetarse a ellos mismos.
Muchos niños tratan mal e irrespetan a sus padres, inclusive a los abuelos. Esto es algo que no se puede permitir. Nunca se debe faltar el respeto a una persona y mucho menos a los padres o abuelos. No hay excusa. Nada lo justifica.  Por eso, es tan importante centrar la atención en que los buenos modales, va más allá de un protocolo o la imagen que se da de uno mismo, es también, el modo en que se aprende a tratar las relaciones afectivas.
A partir de los dos años los niños necesitan límites, saben lo que es y no adecuado en su relación con los demás. Es una edad excelente para iniciarles en las normas de cortesía, sin ser demasiado exigentes. Por lo tanto desde que son pequeños hay que educar a los hijos en los buenos modales.
Las claves para que nuestros hijos integren los buenos modales y el respeto a los demás como algo propio son dar ejemplo, respetar al niño, explicarle las cosas y ser conscientes de que educar requiere dedicación y tiempo. Para ello, los padres deben servirles de modelo y un ejemplo a seguir.  Para que los niños sean capaces de portarse bien es muy importante explicarles en qué consiste el portarse bien. Deben saber qué se espera de ellos y qué se les está pidiendo.
Algunos ejemplos de los buenos modales que se les debe enseñar a los hijos, sobre todo en lo que se refiere al respeto a los demás, son los siguientes:
    · No gritar ni chillar y siempre intentar sonreír.
    · Decir las cosas buenas de los demás, no las malas y menos delante de otros.
    · Evitar las palabras malsonantes y ofensivas a los demás.
    · Saber escuchar. No interrumpir cuando otros están hablando.
    · Valorar el trabajo de los demás.
    · Saludar al entrar o salir de un recinto.
    · Dejar pasar o salir antes de entrar a algún lugar. Ceder el asiento a las personas que puedan necesitarlo.
    · Dejar las cosas en orden, tanto en casa como en el colegio.
  
Todo esto requiere paciencia y tiempo y sobre todo dedicación. Es algo que hay que ir trabajándolo con los años para hacerles conscientes de las necesidades de los demás y lograr que sean educados y respetuosos. 
Las normas de convivencia no llueven del cielo: los padres tienen que enseñarlas...
Adaptado de: Serpadre.es


lunes, 21 de agosto de 2017

Artículo: ¿TE DA TEMOR SER ESTRICTO CON TUS HIJOS? El autoengaño de los padres "blandos".

 

El médico y educador Leonard Sax en su libro "El colapso de la autoridad" plantea que los padres "blandos" se autoengañan y dañan a sus hijos al pensar que una paternidad más exigente dará como resultado una conducta más insensata en sus hijos con el paso de los años.

Una familia puede ser a la vez estricta y cariñosa 

La ciencia sociológica, tras muchos estudios y décadas de investigación, considera demostrado que los chicos que crecen con normas, horarios y exigencias tienen buenos hábitos y les va bien en la vida. Y al contrario, la ciencia demuestra que en las familias "blandas" (sean negligentes o bien indulgentes) los chicos crecen sin hábitos de trabajo y diligencia y les va mal. 

Sax, después de 40 años,  considera que los mejores estudios al respecto son los de Diana Baumrind y su equipo. Estos estudios muestran que la mejor fórmula es la de las familias que son a la vez cariñosas y estrictas, es decir, que saben decir a sus hijos "no", con firmeza, pero también con afecto. 

Una fórmula clásica de eficacia probada (aunque el niño o adolescente proteste) es decir: "no puedes, cariño, porque te lo decimos nosotros, que somos tus padres, te queremos, y en unos años verás que era la mejor para ti". 
  
A las presiones típicas ("si me quisieras me dejaríais", "si me quisieras confiarías en mí", "cuando sea mayor haré todo eso que no me dejas, mejor déjame ahora..."), hay que responder con un clásico: "no, cariño, no" y un "de mayor haz lo que quieras y luego me llamas y me lo cuentas". 

Si educas a tu hijo en el cómo debe ser, cuando crezca y se independice habrás inclinado mucho la balanza a su favor para que se comporte con sabiduría. La virtud engendra virtud. El vicio engendra vicio".

Sax basa su postura en los datos del macro estudio que los sociólogos de Estados Unidos llaman "Add Health": datos de más de 20.000 niños seleccionados de todo el país, a los que se ha seguido detalladamente desde principios de los años 90 hasta nuestros días.
En las familias con autoridad los hijos sacaban mejores notas, se emborrachaban menos y tenían una vida sexual con menos riesgos (no solo de adolescentes, sino como adultos jóvenes), sus relaciones afectivas eran más sanas y felices y al convertirse en padres tenían hijos a su vez más sanos y equilibrados. 

(Estos datos se pueden encontrar en Social Science and Medicine, en Archives of Sexual Behavior, en Journal of Marriage and Family, y en Journal of Pediatric and Adolescent Gynecology)

La clave para educar bien está en "imponer normas, con justicia pero con constancia. En algún momento esas normas se pueden adaptar, pero nunca se rompen", detalla Sax. 

Muchos padres "blandos" dirán que "si quiero a mi hijo, confiaré en él: si me dice que no bebe, me lo creeré; si me dice que pasó la noche con la chica sin acostarse con ella, me lo creeré; el amor implica confiar sin posesividad, ¿no?" 

La respuesta del doctor Sax, tras muchos años de experiencia y estudios, es contundente: las reglas del amor entre padres e hijos son distintas de las reglas del amor entre adultos. 

El amor a los niños no es como el conyugal, el amor al cónyuge implica mucha confianza, a veces quizá incluso ciega. El amor a los niños no es así. "Es más probable que te mienta tu hijo o hija a que lo haga cualquier otra persona, porque no te quiere dar un disgusto, no te quiere decepcionar y espera que pienses bien de él". Por eso hay que asegurarse que se cumplen las normas de la casa.

Además, en una relación entre adultos, entre iguales, casi todo es negociable, precisamente por ser iguales. No se dan órdenes a un igual. Pero en una familia sana sí se han de dar órdenes a los niños. Un padre ha de poder ser a la vez estricto y cariñoso. El sentido del humor puede ayudar mucho en eso. 



Adaptado de: Lafamilia.info

lunes, 14 de agosto de 2017

Artículo: ¿CÓMO ACTÚO Y REACCIONO ANTE LAS SALIDAS, FIESTAS, OCIO Y DIVERSIÓN DE MIS HIJOS?


A medida que van creciendo, nuestros hijos nos piden permiso para salir y divertirse con los amigos. Cada vez más pronto nos piden salir por las noches y disfrutar de la diversión nocturna.
Como padres tenemos miedo de que al salir puedan enfrentarse o iniciarse en el consumo de drogas, cigarro y alcohol y, como padres debemos reflexionar sobre la edad en la que queremos dejarlos salir, sin sentirnos presionados por sus insistencias y el típico argumento de que los padres de sus amigos ya les dan permiso y nosotros aún no estamos de acuerdo.
El alcohol está cada vez más presente en el ocio y la diversión de los adolescentes. La visión de estas bebidas alcohólicas como algo inocuo y que no produce daño está muy extendida entre los jóvenes, que se inician en su consumo antes de lo que deberían.
Muchos padres creen que sus hijos no toman o si toman no se emborrachan o si se emborrachan no hacen nada malo… Sin embargo, aunque no todos toman, ni todos se emborrachan, algunos son más vulnerables que otros y tu hijo puede ser uno de ellos.
Cada vez  hay más investigaciones que afirman que aproximadamente la mitad de los jóvenes se inician en el hábito de beber y fumar antes de los 16 años; así como estudios sobre padres que les dan a probar alcohol a niños-jóvenes durante reuniones familiares y que tratan de determinar si esta costumbre tiene algún efecto en la relación posterior del joven con el alcohol.
John E. Donovan, profesor de psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh, afirma en base a resultados de varias investigaciones “las probadas de alcohol en la infancia están relacionadas con un inicio temprano del consumo, lo cual es un factor de riesgo para muchos otros problemas de conducta”; además, están relacionadas con excesos alcohólicos y drogadicción, llegando a la conclusión que “los padres no deben ofrecer alcohol a sus hijos”.

¿Les suena conocida la frase: “Que aprendan a beber conmigo”? 
La mayoría de los padres creen que  es correcto que sus hijos empiecen a beber en casa porque piensan que es una oportunidad de enseñarles a tomar, de observar cómo reaccionan, de detectar qué tal les cae el alcohol y de evitar que se sobrepasen. Según la Dra. Wadolowski, epidemióloga e investigadora de postgrado en la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia, existe otro grupo de padres que al notar que los amigos de sus hijos se drogan o toman alcohol se vuelven más propensos a ofrecer a sus hijos alcohol en casa “bajo supervisión”.
Estas erradas ideas animan a los padres a apoyar las fiestas de sus hijos en casa con alcohol incluido, aunque están conscientes de que estén actuando fuera de la ley.

Un gran número de investigaciones, demuestran que  los adolescentes que tienen “permiso” para beber en casa tienen mayor riesgo de beber fuera de casa y de desarrollar problemas serios. Así mismo, varios estudios concluyen que el momento de probar el alcohol parece decisivo a la hora de establecer el riesgo de alcoholismo.  Por lo tanto, los padres no deben patrocinar la bebida, ni adentro ni afuera de casa.
Los padres tenemos que revisar qué valores estamos transmitiendo a nuestros hijos, cada vez más infantiles en la toma de decisiones trascendentes en la vida y que, sin embargo, se obsesionan por ser adultos antes de tiempo.
Estamos generando un mundo contradictorio en el que estamos invitando a nuestros hijos a ser eternos adolescentes hasta bien entrada la treintena, para que disfruten, porque ya tendrán tiempo de sufrir, y al mismo tiempo los vestimos y tratamos como adultos y les organizamos fiestas de cumpleaños con atracciones y diversiones no acordes a su edad.
Pareciera que los adolescentes del siglo XXI están condenados a dos opciones: el aburrimiento de su casa o el aburrimiento de la calle. En el de casa, los jóvenes lo llenan con horas frente a la computadora o videojuegos y el de la calle, con horas de alcohol y otras sustancias.
Nos encontramos con que los ambientes en los que crecen nuestros hijos tienen una oferta ilimitada de aquello que está mal. Por ejemplo, cualquier menor con aspecto de mayor puede comprar su propio alcohol en cualquier tienda sin mostrar su identificación y sin que al vendedor le importe  si tiene suficiente edad para tomar o si  como consecuencia de su venta de alcohol ese joven o alguno de sus amigos cae en un coma etílico, ya que la decadencia de los valores hace que piense que ese no es su problema.
Los costos y efectos de consumo a una edad temprana son altos. Hay que reaccionar y romper con la tolerancia social hacia el alcohol y cualquier tipo de sustancia estupefaciente. No podemos “tomarnos” esto a la ligera porque las consecuencias son mucho más severas de lo que nos podemos imaginar.   
El más grave de los efectos negativos que apunta La Asociación Española de Pediatría AEP, son los daños cerebrales que provoca el alcohol, dado que su cuerpo aún no se encuentra en plena madurez. Estos a su vez se traducen en trastornos de aprendizaje y fallos en la memoria que afectarán a la vida académica del adolescente y alteraciones en la conducta del menor. Problemas que se agravarán con el paso de los años y afecta o destruye la edad madura y adulta de ese joven de hoy.
Debemos comenzar a reflexionar ya que casi todos los padres, en teoría pensamos que lo ideal es que nuestros hijos respeten la edad legal para comenzar con el consumos, pero en la práctica patrocinamos la bebida sin importarnos las consecuencias legales y nos olvidamos de las consecuencias y riesgos a corto, mediano y largo plazo a los que nuestros hijos se someten.


Fuentes:  Serpadres.es /Hacerfamilia.com /
The New York Times.es /Vanguardia Educativa



lunes, 7 de agosto de 2017

Artículo: EDUCANDO A NUESTROS HIJOS ANTE LA VIOLENCIA, MIEDOS, GUERRA...



¿Hay que hablar de violencia, de miedo, de terrorismo y de muerte con los hijos? Sí, pero con ciertos criterios educativos. Son temas importantes que, como a nosotros, pueden golpear con fuerza en su cabeza y en su alma. Los hijos necesitan muchas oportunidades para expresar sus sentimientos acerca de cómo asumen las diversas tragedias que ven o de las que se enteran.
Debemos estar atentos a los signos que puedan mostrar una crisis emocional, tales como lloros frecuentes, pesadillas, miedos repentinos e irracionales, irritabilidad extrema...
Vivimos entre noticias e imágenes de diversos desastres y tragedias. ¿Les afectan las imágenes de las noticias en televisión?, ¿cómo ayudarles a entender y superar la cruda realidad que nos ofrece la televisión y los periódicos casi a diario? En los adultos, pueden crear toda una amplia gama de emociones: tristeza, rabia, miedo... y nuestros hijos también pueden desarrollar sentimientos parecidos, aunque quizá su manera de expresarlo sea diferente y por eso no les prestemos la atención necesaria.
Sinceridad, pero con tacto
Por este motivo, y en primer lugar, habría que ser sinceros... pero con tacto. Si nuestros hijos ya se muestran lo suficientemente maduros para hacer preguntas sobre lo que ocurre, también lo serán para entender las razones. Pueden procesar una explicación sincera. Si, por el contrario, fallamos a la hora de hablar francamente con ellos se puede erosionar su confianza en los adultos. No se debe endulzar las explicaciones de lo que pasa o lo que ha ocurrido ni proporcionar información poco precisa.

Para algunos niños, sobre todo aquellos que son muy jóvenes o tienen inclinación a la ansiedad, puede ser necesario tomar ciertas medidas: Limitar el tiempo de exposición a las imágenes inquietantes de los medios de comunicación; evitar la excesiva conversación acerca de esas tragedias... Aún así, los padres y los profesores deberían darles la información precisa, con la prudencia necesaria.

Palabras justas y lenguaje adecuado a la edad del niño
Hay que usar un lenguaje adecuado al desarrollo de cada uno de los hijos cuando se trate de hablar de la violencia, tragedias, etc., en el mundo. Los niños pueden no comprender conceptos como "maldad", "gente horrible", pero de hecho comprenden la idea de que una persona puede portarse mal, bastante mal y mentir

Expresión: los dibujos también hablan
Los hijos necesitan muchas oportunidades para expresar sus sentimientos acerca de cómo asumen las diversas cosas que ven o de las que se enteran.

Quizá, algunos niños más mayores puedan expresar más hábilmente sus sentimientos con palabras. Los padres, y profesores, deberán dar importancia a lo que dicen por si se dieran señales de traumas más profundos. Con los niños chiquitos se debe poner atención a otras maneras de expresión: dibujos, comportamientos, tics, etc.
Es importante tener en cuenta que tales expresiones reflejan un proceso natural y saludable de un acontecimiento traumático. Que hagan explotar edificios, o pinten la guerra, no indica, por ejemplo, falta de respeto por los muertos ni se trata de una señal de que los chicos podrían ser capaces de tales actos en el futuro puede ser la incorporación de lo que viven o vivieron a sus dibujos.
Resistencia y Resiliencia
De todos modos, hay que recordar que los pequeños son resistentes. En Psicología comienza a hablarse cada vez más de la resiliencia, es decir, la capacidad para resistir las adversidades. Se trata de un mecanismo de autoprotección formado primero por los lazos afectivos con los que cuenta cada niños y luego por la expresión de las emociones.
Cuando han tenido abundantes oportunidades para expresar y procesar sus sentimientos, los chicos ponen los acontecimientos traumáticos en su lugar a menudo mucho antes que los adultos. Volver a las rutinas normales tan pronto como sea posible les ayudará a facilitar este proceso. Cuando parezca que los niños se han recuperado, no se debe forzar una discusión sobre la tragedia. Es mucho mejor confiar en esa resistencia propia de los niños, mostrándonos atentos pero "a distancia". Es algo que nos recuerda con fuerza que la vida sigue.
Una manera saludable de hacer frente a los acontecimientos traumáticos consiste en realizar alguna acción que beneficie a los afectados, como algo de voluntariado, donar ropa o dinero o rezar por las víctimas. Hacer algo es una manera muy poderosa de enviar el mensaje de que incluso de la mayor de las tragedias puede surgir el bien.
Adaptado de: Hacerfamilia.com