El médico y educador Leonard Sax en su
libro "El
colapso de la autoridad" plantea que los padres
"blandos" se autoengañan y dañan a sus hijos al pensar que una
paternidad más exigente dará como resultado una conducta más insensata en sus
hijos con el paso de los años.
Una familia puede ser a la vez estricta
y cariñosa
La ciencia sociológica, tras muchos
estudios y décadas de investigación, considera demostrado que los chicos que
crecen con normas, horarios y exigencias tienen buenos hábitos y les va bien en
la vida. Y al contrario, la ciencia demuestra que en las familias
"blandas" (sean negligentes o bien indulgentes) los chicos crecen sin
hábitos de trabajo y diligencia y les va mal.
Sax, después de 40 años,
considera que los mejores estudios al respecto son los de Diana Baumrind
y su equipo. Estos estudios muestran que la mejor fórmula es la de las
familias que son a la vez cariñosas y estrictas, es decir, que saben decir a
sus hijos "no", con firmeza, pero también con afecto.
Una fórmula clásica de eficacia probada
(aunque el niño o adolescente proteste) es decir: "no puedes, cariño,
porque te lo decimos nosotros, que somos tus padres, te queremos, y en unos
años verás que era la mejor para ti".
A las presiones típicas ("si me
quisieras me dejaríais", "si me quisieras confiarías en mí",
"cuando sea mayor haré todo eso que no me dejas, mejor déjame
ahora..."), hay que responder con un clásico: "no, cariño, no" y
un "de mayor haz lo que quieras y luego me llamas y me lo
cuentas".
Si educas a tu hijo en el cómo debe
ser, cuando crezca y se independice habrás inclinado mucho la balanza a su
favor para que se comporte con sabiduría. La virtud engendra virtud. El vicio
engendra vicio".
Sax basa su postura en los datos del
macro estudio que los sociólogos de Estados Unidos llaman "Add
Health": datos de más de 20.000 niños seleccionados de todo el país, a los
que se ha seguido detalladamente desde principios de los años 90 hasta nuestros
días.
En las familias con autoridad los hijos
sacaban mejores notas, se emborrachaban menos y tenían una vida sexual con
menos riesgos (no solo de adolescentes, sino como adultos jóvenes), sus
relaciones afectivas eran más sanas y felices y al convertirse en padres tenían
hijos a su vez más sanos y equilibrados.
(Estos datos se pueden encontrar en
Social Science and Medicine, en Archives of Sexual Behavior, en Journal of
Marriage and Family, y en Journal of Pediatric and Adolescent Gynecology)
La clave para educar bien está en
"imponer normas, con justicia pero con constancia. En algún momento esas
normas se pueden adaptar, pero nunca se rompen", detalla Sax.
Muchos padres "blandos" dirán
que "si quiero a mi hijo, confiaré en él: si me dice que no bebe, me lo
creeré; si me dice que pasó la noche con la chica sin acostarse con ella, me lo
creeré; el amor implica confiar sin posesividad, ¿no?"
La respuesta del doctor Sax, tras
muchos años de experiencia y estudios, es contundente: las reglas del amor
entre padres e hijos son distintas de las reglas del amor entre adultos.
El amor a los niños no es como el
conyugal, el amor al cónyuge implica mucha confianza, a veces quizá
incluso ciega. El amor a los niños no es así. "Es más probable que te
mienta tu hijo o hija a que lo haga cualquier otra persona, porque no te quiere
dar un disgusto, no te quiere decepcionar y espera que pienses bien de
él". Por eso hay que asegurarse que se cumplen las normas de la casa.
Además, en una relación entre adultos,
entre iguales, casi todo es negociable, precisamente por ser iguales. No se dan
órdenes a un igual. Pero en una familia sana sí se han de dar órdenes a los
niños. Un padre ha de poder ser a la vez estricto y cariñoso. El sentido del
humor puede ayudar mucho en eso.
Adaptado
de: Lafamilia.info
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