lunes, 30 de noviembre de 2015

Artículo: ¿CÓMO AYUDAR A TU ADOLESCENTE A GESTIONAR SUS EMOCIONES?


La adolescencia es una etapa de cambio en la que el niño sale de un mundo de protección para dirigirse a un futuro incierto. Durante este tiempo, se hace fundamental identificar, aceptar y encauzar emociones, tareas en las que los padres deben ejercer una labor de apoyo y acompañamiento.
Convertirse en adulto puede ser un camino de espinas. Sin darnos cuenta, vamos evolucionando hacia el futuro y en muchísimas ocasiones no nos paramos a reflexionar o a hacer un descanso para saber hacia dónde nos dirigimos.
Dentro de este camino, la adolescencia es una etapa marcada por los cambios en la que salimos de un mundo de protección hacia un destino que ni siquiera nosotros mismos sabemos cuál es. Por ello, una de las bases más importantes para controlar esos cambios, esa ebullición hormonal, es aprender a gestionar nuestras propias emociones.
Por defecto se considera que tenemos cuatro emociones básicas que vienen 'de serie': ira, miedo, alegría y tristeza que, según los estudios realizados por Darwin sobre los actos de expresión de los seres humanos, son comunes e independientes de los orígenes culturales.
Lo que es importante saber es que estas emociones nos sirven para dirigir nuestras vidas y todas tienen una función importante en nuestro desarrollo. Por ejemplo, la ira, considerada por lo general como una emoción 'mala', puede servirnos para adaptarnos y proteger lo que consideramos que es nuestro. ¿Es bueno sentir ira? La respuesta es que depende de cómo actuemos con respecto a ella.
La búsqueda del equilibrio
Como padres no nos damos cuenta que somos los principales 'programadores' del software de nuestros hijos; una gran responsabilidad a la que muchas veces no damos valor.
La adolescencia es, en este sentido, la etapa ideal para acompañarlos en ese desarrollo emocional, para lo cual es fundamental no olvidarnos de poner el foco en ellos y no en nosotros.

Durante esta etapa, los adolescentes comienzan a afianzar muchos hábitos de futuro, por lo que tenemos que hacer que sean ellos mismos los que tomen conciencia de sus propias emociones y de cómo las viven.
Expresar, aceptar y orientar sentimientos y emociones
La herramienta más importante en este sentido es tomar conciencia de la relación que existe entre la emoción, su gestión y el comportamiento.
En ese sentido, hay que enseñar a nuestros hijos a generar estrategias para aprender a expresar sus emociones tal y como las sienten. Haciéndolo, los jóvenes lograrán comprender su estado emocional y aceptar que los sentimientos y emociones deben ser 'regulados' para crear una estabilidad emocional que los ayude a prevenir estados negativos y, así, conseguir objetivos con mayor claridad.

Tomado de www.serpadres.es


lunes, 23 de noviembre de 2015

Artículo: LAS RABIETAS Y PATALETAS INFANTILES

Estos episodios de ira en los que los niños parecen no tener consuelo, hacen que los padres se angustien, terminen agobiados y sin saber qué hacer; muchas veces el desconcierto los lleva a optar por tácticas desaconsejables que pueden volver más crónica la rabieta del pequeño.
 El tema de las pataletas es una consulta frecuente en lo que concierne a los infantes de dos y cuatro años, por ello cobra especial atención dentro de la psicología infantil. Pese a lo agobiante que puede llegar a ser para los adultos esta conducta, hay que destacar que hace parte de una etapa maravillosa, llena de descubrimientos y de aprendizaje. Por esto mismo los padres tienen la necesidad de instruirse para conseguir su mayor provecho.
 ¿Por qué se presentan?
 Las pataletas, rabietas o “tantrums”, son episodios de ira y descontrol, en donde el niño puede manotear, tirarse al suelo, gritar, llorar, incluso golpearse a sí mismo o al adulto que lo acompaña. Suelen aparecer alrededor del segundo año de vida, y si se manejan adecuadamente, desaparecen dentro del proceso natural del desarrollo del pequeño, por lo general se hacen menos frecuentes al cumplir los tres años.
Analizar las pataletas es examinar al niño de dos años. Esta edad presenta ciertas características que explican su conducta y una vez que los padres las conocen, comprenden mejor a sus hijos y asumen de manera diferente las manifestaciones distintivas de la edad.
 Así pues, el niño de esta edad:
Desea con intensidad tener el control
Ansía más independencia de la que sus habilidades y seguridad permiten
Desconoce sus limitaciones
Quiere tomar decisiones pero no sabe hacer transacciones
Tolera mal los desengaños y restricciones
No sabe expresar sus sentimientos verbalmente por lo que exterioriza su rabia o frustración con llanto o retraimiento y a veces con pataletas.

El Dr. Guillermo Cienfuegos, médico pediatra, plantea que “Si bien estas expresiones de emociones no son agradables, no debemos considerarlas peligrosas e incluso serán útiles para el desarrollo del niño.”
 De acuerdo con lo anterior, los siguientes son factores que desencadenan las rabietas en los niños:
 1.- Deseo de independencia: es característico y determinante de los dos a tres años. Al poseer la autonomía para desplazarse e interactuar de manera más directa con lo que le rodea, el niño tiene un constante deseo de explorar, experimentar y conocer el mundo por sus propios medios. Es por eso que pide que se le deje realizar acciones por sí mismo, como vestirse, bañarse, comer, etc. Cuando los adultos intervienen, se origina una pataleta.
 2.- Inconformidad ante una norma o negación: el “NO” de los padres y adultos, se convierte para el pequeño en un motivo de alboroto. El niño de esta edad, asume de malas maneras una negación que va dirigida a él y su inconformidad la transmite por la vía del llanto y los gritos. Es una forma de poner a prueba los límites, buscando con su rabieta, desestabilizar a los padres y conseguir derribar las reglas.
 3.- Medio para llamar la atención: las pataletas son formas normales que los niños utilizan para solicitar la atención de los adultos, en especial porque su capacidad para comunicarse verbalmente aún está en desarrollo y en su defecto, acuden a estas manifestaciones para expresar su frustración, desagrado o inconformidad.
Guía para padres desesperados
 Siendo esta actuación algo típico de los dos años, es importante aplicar una serie de estrategias que ayudan a contrarrestar la situación. Si las pataletas son manejadas con acierto y naturalidad, los hijos ganarán una dosis importante de autocontrol y actitud proactiva hacia la frustración.
Algunas recomendaciones:
  • Mantener el control cuando el niño está con pataleta. No tratar de calmarlo. No gritarle y ni hablar de pegarle. Mejor, optar por mantener la calma, demostrarle que quien tiene el control es el adulto.
  • Algunos expertos recomiendan aislar al niño mientras está con la rabieta, dejarlo en un lugar donde no corra peligro por un tiempo corto (de dos a cinco minutos) hasta que se tranquilice.
  • Conservar reglas, límites, normas, horarios, aunque no sean del total agrado de los chicos.
  • Por ningún motivo ceder al capricho del niño. Hay que permanecer firme, aunque el llanto esté agotando la paciencia. Si no lo hace, le estará enseñando a hacer pataletas para lograr sus fines.
  • Cuando las pataletas son en lugares públicos, con mayor razón los padres deberán demostrar su autoridad, pues estos escenarios hacen más vulnerables a los padres y ante la presión indirecta del público, pueden terminar cediendo. Si el niño ve firmeza en los padres, se tranquilizará más rápido.
  • Cuando el niño se calme, es bueno cargarlo, abrazarlo y hablarle, siempre mirándole a los ojos y acomodándose a su estatura, decirle que lo quiere mucho pero que no le puede permitir comportarse así.
 Aunque es normal exasperarse cuando estos episodios suceden, piense que el niño se siente mucho peor que usted al verse desbordado por una reacción que aún no es capaz de controlar. No dude en demostrar firmeza y recuerde siempre:  ¡la palabra NO también la pronuncia el amor!

Adaptado de about.com y la familia.info

lunes, 16 de noviembre de 2015

Artículo: DEMANDAR OBEDIENCIA O MOTIVAR A LA COLABORACIÓN


Es común que como padres frecuentemente sintamos urgencia por demandar obediencia, queremos que las cosas se hagan a nuestra manera y en nuestros tiempos; pero cuando esto involucra a otros adultos nos obligamos a respetar sus tiempos y a respetar sus ideas, nos obligamos a buscar acuerdos donde ambos adultos estemos cómodos.
Si esto es así entre adultos, por qué no llevar ese mismo comportamiento y pensamiento cuándo se trata de nuestros hijos?

Aclaremos esto: No demandar obediencia No significa No enseñar responsabilidad, ¡todo lo contrario!
Cuando demando, el mayor responsable es quien demanda, el otro sólo cumple lo que le dijeron,  pero cuando pido colaboración, cuando permito al otro crear sus propias estrategias para una meta común; entonces estoy permitiéndole tomar responsabilidad total de su vida, sus actos y sus consecuencias.
Pero claro está que  para entregar esta responsabilidad debo antes prepara el terreno, veamos:

En una misma situación cotidiana: vestirse para salir, veamos cómo funcionarían los dos escenarios.

a.- Podemos demandar obediencia: ¡Ve a vestirte! ¡Por favor, ve a vestirte! ¡Déjate poner la camisa, ayúdame! etc.

b.- Podemos preparar el terreno y motivarle a colaborar.
Preparar el terreno sería según la edad del niño: tener ropa fácil para el quitarse y ponerse, dejar a su alcance 2 o 3 opciones de camisa y pantalón, haberse tomado el tiempo de enseñarle a tomar la camisa y el pantalón y ponérsela, conocer el tiempo estimado que tarda el niño en vestirse, entrenarle en donde dejar la ropa sucia; y luego que el ambiente esté preparado, motivar a la colaboración …  “En media hora salimos, ¿qué te falta para estar listo y salir a tiempo?”

Decía que invitar a la colaboración es permitirle tomar responsabilidad total de su vida, sus actos y sus consecuencias, así que el niño se invita a crear su propia idea para lograr la meta común.

Sigamos con el ejemplo de  “Estar listo en 30 minutos”.

El niño pequeño podrá tener un poco más de guía por ejemplo con opciones limitadas ¿Quieres vestirte ahora o luego de lavarte los dientes?
En este pensamiento el niño es responsable tanto del éxito con el cumplimiento de la meta como del fracaso del mismo,  viendo los errores como oportunidades de aprendizaje para todos.
Deberá conocer con anticipación y no en forma de amenaza, qué es lo que ha decidido hacer usted al terminar esos 30 minutos. Por ejemplo:  “En 30 minutos salgo, no puedo esperar más porque llegaría tarde pero papá está dispuesto a quedarse contigo si no alcanzas” ó “En 30 minutos debemos salir, si no logras vestirte a tiempo, guardamos tu ropa en el morral y te vistes en el auto al llegar donde la abuela”.

Como se expone, dar órdenes quizá es más “rápido”, pero invita a las luchas de poder o a la sumisión, y a la larga, el padre siempre tendrá la mayor responsabilidad en hacer que se cumpla la orden, por lo tanto tiende a escalonar la firmeza y a recurrir a otras estrategias de control (amenazas, gritos, sobornos, etc).   Mientras que cuando entrenamos y motivamos a la colaboración, damos esa responsabilidad al niño, y cada vez, el padre será menos activo y el niño será más responsable.
Muchas veces los padres sentimos que no tenemos tiempo para entrenar y motivar, porque realmente es un trabajo a futuro, pero acaso sí tenemos tiempo y energía para, durante toda su infancia y adolescencia, estarles diciendo qué y cuándo hacer las cosas y ser los responsables de qué, cómo y cuándo las hacen?
Tomado y adaptado de ladisciplinapositiva.org


domingo, 8 de noviembre de 2015

Artículo: PRACTICANDO CON TUS HIJOS EL VALOR DE LA AMISTAD


Cuando eres niño, uno de los retos más grandes que tienes en la escuela no es académico: desde el primer día que llegas necesitas saber hacer amigos.
Aparentemente, algunos niños pasan por la vida relacionándose con otros sin esfuerzo, mientras que otros sufren en la soledad. Si tienes más de un hijo, lo más probable es que uno de ellos es más hábil que otro en asuntos sociales.
Sin embargo, no importa si uno es extrovertido o tímido: tener, o ser un amigo de verdad no tiene precio.

Por eso, en casa es necesario enseñar el valor de la amistad. Dentro de la familia, los niños practican la amistad primero con sus padres y hermanos.

·      Un verdadero amigo respeta.
 Tú, como amigo de tu hijo, necesitas modelar el respeto a su forma de ser, aceptándolo incondicionalmente. También otros miembros de la familia deben exigir el mismo respeto: es una actitud familiar.

·      Un verdadero amigo escucha.
 Es capaz de suprimir sus propias palabras y dejar que hable el otro, que opine el otro, que pida el otro primero. Enseña a tu hijo a esperar su turno y a escuchar a otros miembros de la familia.

·      Un verdadero amigo siente.
 Ser amigo es ponerte en el lugar del otro. Enseña a tu hijo a ser empático y a tener la costumbre de reflexionar sobre cómo se sienten los demás.

·      Un verdadero amigo ayuda.
 Ofrece lo que tiene para que el otro sea feliz. Enseña a tu hijo a compartir y ser generoso con otros miembros de la familia.
·      Un verdadero amigo perdona.
En casa, todo el mundo se equivoca de vez en cuando. Pedir y otorgar perdón es buena práctica para las amistades futuras. Saber perdonar es esencial para la supervivencia de cualquier relación.

·      Un verdadero amigo se divierte.
 ¿Para qué quieres un amigo, si no lo pasas bien con él? Enseña a tu hijo a disfrutar la compañía de la familia, sin la necesidad de actividades de entretenimiento.

·      Un verdadero amigo tiene sentido de humor.
 En tu casa, acostumbra a tu hijo a ver las cosas por el lado amable, con optimismo y buena disposición. La risa sana atrae a los amigos.

La casa es el laboratorio donde los niños practican con sus primeros amigos, sus papás y hermanos, para que luego puedan lograr grandes amistades en la escuela.


Tomado de About.com