¿Mimamos
demasiado a nuestros hijos? Una nueva ola de expertos aboga por la necesidad de
endurecer el carácter de los niños.
Hagamos
una suma escolar: padres que llevan la mochila del niño hasta la puerta del
colegio + padres que piden que no se premie a los mejores de la clase porque
los demás pueden traumatizarse + padres que le hacen los deberes a los niños +
padres que previamente han consultado en los grupos de Whatsapp qué tareas,
asignaciones o actividades tienen sus hijos + padres que defienden la
postura de su hijo en vez apoyar e impulsar que lo haga solo = niños
blanditos, hiperprotegidos y poco resolutivos.
Cuenta Eva Millet, autora del libro Hiperpaternidad (Ed.
Plataforma), que ya hay niños que, al caerse, no se levantan:
esperan esa mano siempre atenta que tirará de ellos y los levantará.
El problema es tan notable que ciertos colegios
ya han empezado a tomar acciones y en algunos países, la formación del
carácter ya es parte de los debates sobre Educación. Se podría decir que en la
actualidad “el carácter ha vuelto” ya que se ha comenzado a concientizar que
podríamos estar criando a una oleada de niños demasiado blanditos, básicamente
por tener a unos padres que se presentan a las revisiones de exámenes de sus
hijos, que abuchean a los árbitros en los partidos o que se han enfrentado con
niños por no haber invitado a su hijo al cumpleaños o por haber peleado con él.
Cuenta Elvira Roca, profesora universitaria: «Yo
he tenido a un chaval de 19 años que se me ha echado a llorar porque le
suspendí un examen», «Le dije que no me diera el espectáculo. Vino su madre a
verme y me dijo que había humillado a su hijo. Le tuve que decir que estaba
siendo ella quien le humillaba a él».
Así estamos, no nos damos cuenta del daño que le
estamos ocasionando a nuestros hijos tanto en el presente como en su futuro.
Gregorio Luri, filósofo y
autor del libro Mejor Educados (Ed. Ariel), suele recordar que la
educación del carácter es tan tradicional en ciertos colegios británicos como
para que haya llegado a nuestros días una frase atribuida al Duque de
Welington: «La batalla de Waterloo se empezó a ganar en los campos de
deporte de Eton». En los campos de Waterloo o en las canchas del mítico colegio
inglés, cuna del establishment, (grupo conformado básicamente por dirigentes,
funcionarios públicos, financieros e industriales importantes y los miembros de
la corte inglesa), ningún niño esperaba que le levantaran si podía
hacerlo solo.
Lo que demuestra que la
educación del carácter no es un nueva pedagogía pero definitivamente es una
pedagogía olvidada por muchos padres, instituciones y países en lo últimos
años.
En España, se habla de «educación en valores»,
pero puede que no sea lo mismo. El carácter se entiende como echarle valor,
coraje, actuar en consecuencia cuando se sabe lo que está bien o está mal, no
limitarse a solo indignarse. Educar el carácter es animarlos a dar un paso más
allá, es ser ejemplo, es que sus valores pasen a la acción. Si están acosando a
un niño es no callarse y protegerlo, es decir no a la presión del grupo y no
como ocurre con muchos de los niños de ahora que saben cuándo se tienen que
sentir mal ante determinadas conductas pero no hacen nada más, no pasan a la
acción, se mantienen en el saber que está mal.
Nicky Morgan era ministra británica de Educación
con David Cameron e izó la bandera de la educación del carácter. «Para mí, los
rasgos del carácter son esas cualidades que nos engrandecen como personas: la
resistencia, la habilidad para trabajar con otros, enseñar humildad mientras se
disfruta del éxito y la capacidad de recuperación en el fracaso». Esas palabras
nos hace recordar el poema “Si” de Rudyard Kipling y su verso sobre la victoria
y el fracaso, esos dos impostores a los que hay que tratar de igual forma y que
figura como un recordatorio en la entrada de la cancha principal de Wimbledon.
El libro Educar el carácter de Alfonso Aguiló
escrito hace 25 años, no ha parado de reeditarse y traducirse desde
entonces: «Tener buen carácter no significa estar todos cortados por el mismo patrón.
Pero estoy seguro que casi todos nos pondríamos de acuerdo en que ser honrado,
trabajador, generoso, justo, leal, empático, valiente, austero, recio y
organizado son buenas cualidades». ¿Cómo se educa el carácter? No desde la
teoría, desde luego. «La educación en valores es algo abstracto pero las
virtudes son los valores integrados en la persona».
Este veterano profesor confirma y no se
escandaliza ante el hecho de que tenemos ahora a generaciones de niños
blanditos: «Son ciclos normales del desarrollo de una sociedad. Cuando una
familia quiere que sus hijos no pasen las dificultades por las que sí pasaron
ellos la sociedad se vuelve más cómoda, blanda, menos esforzada. Según
Aguiló, la educación del carácter no tiene que ver con el dinero pero sí con el
capital cultural de las familias, con el modo de transmitir cómo afrontar la
vida.
«La tendencia a mantener el interés y el
esfuerzo para conseguir metas a largo plazo», la fuerza de voluntad, es el
rasgo que, según Grit, en su reciente best seller sobre el Poder de la
perseverancia, define a las personas con éxito.
En resumidas cuentas las personas exitosas en su
vida adulta fueron en su infancia y adolescencia; niños a los que no los
levantaron del suelo cuando ellos solos podían hacerlo.
Adaptado
de: Berta G. De Vega en www.elmundo.es
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