lunes, 25 de julio de 2016

Artículo: EDUCAR EL SENTIDO DEL HUMOR



El sentido del humor es necesario en la vida familiar tanto como la disciplina, la educación o los valores.

La risa y el buen humor es la mejor y más barata de las medicinas y combate, cuando menos, el mal humor. Esa primera sonrisa despierta en nosotros la mayor de las ternuras y los mejores sentimientos. Durante toda la infancia, la risa le acompañará y llenará nuestro hogar de uno de los sonidos más bellos. Cabe preguntarnos entonces si, como padres, cuidamos que nuestros hijos cultiven ese maravilloso sentido que es el del humor.
¿Procuramos que aprendan a reírse sin dañar a otros?
¿Cuidamos de que puedan ver en sus errores y en los nuestros una oportunidad de mirar las cosas con perspectiva? ¿Pasamos tiempo con ellos divirtiéndonos?
Las relaciones entre padres e hijos que permiten y dedican tiempo a las diversiones, el buen humor y la risa son más sanas, menos tensas y más cordiales.

El sentido del humor es eminentemente humano:  
Nos permite ver los problemas en su dimensión correcta, ni sobreestimados, ni subestimados. Saber reírnos de nuestros errores y asperezas facilita reconducir situaciones que, de otro modo, aumentarían las tensiones y los conflictos.
La risa es una de las expresiones que más beneficios aporta a la persona:
  • Es la expresión de la alegría.
  • Activa la producción de endorfinas, transmisores químicos que aportan al cerebro alivio y bienestar.
  • Libera tensiones.
  • Provoca una respuesta emocional única orientada a la alegría y al bienestar.
  • Aumenta la captación de oxígeno.
  • Crea un ambiente positivo y cordial.
  • Nos ayuda a poner los problemas en perspectiva.

A los niños les encanta reír, les gustan las bromas, las expresiones de buen humor y la alegría.
A los padres nos es bastante fácil hacerles reír cuando son bebés, pero a medida que crecen y que empezamos a sentir la responsabilidad de su educación,  podemos, poco a poco, alejarnos de las expresiones diarias de alegría con las que nos dirigíamos a ellos cuando eran pequeños.
Nos ponemos perfeccionistas y, llevados por la tensión y el estrés, pasamos la mayor parte del tiempo corrigiendo de forma reactiva o haciendo énfasis en los errores, los conflictos y las dificultades que, dicho sea de paso, son características de seres en continuo aprendizaje y crecimiento.  Nos olvidamos de pasar tiempo con ellos divirtiéndonos.
Dejamos de lado la alegría y el buen humor que tanto nos pueden ayudar en su educación. Y dejamos, por ende, de ser modelos de personas alegres y divertidas, dignas de ser imitadas por nuestro alto sentido del humor.
Conviene recordar que los niños aprenden, sobre todo, por imitación, y cuanto más dignos de crédito son los modelos a imitar, mejor y más duradero será el aprendizaje.

Seamos conscientes de que la alegría y el buen humor también se educan.
A los niños les encanta reír y les encantan las bromas. Las familias que logran pasar tiempo divirtiéndose juntas crean vínculos de relación más estrechos y duraderos. Es conveniente, por tanto, pasar tiempo juntos en actividades lúdicas a menudo. Recuerdo una niña de siete años que, tras un paseo invernal por la playa con su papá y sus hermanos en el que jugaron y corrieron todo el tiempo, al regresar a casa hizo un dibujo que lograba transmitir con enorme fuerza, los intensos momentos de diversión que acababa de vivir.
Los padres podemos enseñar a nuestros hijos a no sobredimensionar los problemas a través del buen humor y la alegría.
En cierta ocasión, tras un largo viaje, un paquete de cacao en polvo se abrió dentro de nuestra maleta de ropa manchándolo todo. En el momento en que lo vimos podíamos habernos quejado y lamentado por la ropa, etc., En vez de eso, empezamos a reír y a ver el lado divertido del asunto, comentando que tendríamos que meter los pantalones en el vaso de leche para aprovechar el cacao, o que tal vez la mejor idea sería vaciar la leche directamente en la maleta y tener un montón de leche chocolateada!!! Nuestros hijos aún recuerdan el incidente con risas y en su momento, lo comentaron con los amigos como algo tremendamente divertido.
A lo largo del día tenemos muchas oportunidades de vivir nuestra relación con los niños de forma alegre y divertida, pero hemos de ser capaces de reconocerlos y de vivirlos sin miedo a que las normas o la disciplina se vean afectadas.
Un padre o una madre divertidos y alegres son tan o más dignos de crédito que aquellos padres huraños y culpabilizadores. De hecho, a nosotros mismos nos es mucho más grato compartir nuestro tiempo con personas de trato alegre y cordial que con aquellas que siempre se quejan o protestan por todo.
Pero lo que hemos de evitar es reírnos de los niños.
Si nos reímos de sus errores, podemos menoscabar su autoestima dado que se encuentran todavía en una etapa inmadura en la que necesitan afianzar la confianza en sí mismos. Frente a un error deberemos primero saber qué opina nuestro hijo de lo sucedido y después podremos ayudarle a ver el lado divertido del asunto puesto que ya conocemos sus sentimientos.
Es recomendable también comprobar el tipo de humor que ven nuestros hijos en los programas de televisión. A menudo se utiliza un humor que daña a los demás para hacer reír.
Es necesario que mostremos a nuestros hijos que, aunque sea divertido, nunca podemos reírnos a costa del dolor producido a otros. Será necesario hacerles ver que a ellos tampoco les gusta ser blanco de risas y burlas por más divertido que les pueda parecer. Este aprendizaje elemental les ayudará a aprender cómo ser divertidos y simpáticos sin perder la empatía (capacidad social básica que nos permite saber cómo se siente el otro y actuar en consecuencia).
 Seamos conscientes de que el sentido del humor nos permitirá ser una familia que acepta la vida tal y como es (¡aunque no se conforme con ella!), aportando soluciones creativas ante situaciones que de otro modo mermarían nuestras relaciones o nuestros estados de ánimo.
Atrevámonos a ser divertidos, seamos capaces de reírnos de nuestros propios errores y de nuestras propias incapacidades mostrando a nuestros hijos cómo crecer y mejorar como personas sin perder el sentido del humor.

Tomado y adaptado de: solohijos.com

lunes, 11 de julio de 2016

Artículo: ADOLESCENTES Y ABRAZOS - UNA COMBIANCIÓN NECESARIA


Si crees que tu hijo adolescente ya no quiere tus abrazos, te equivocas. Los necesita más que nunca aunque no te los pida.

Dan justo en el blanco. Los abrazos dicen: te quiero aunque estemos molestos, entiendo cómo te sientes o estoy contigo sin necesidad siquiera de buscar palabras a esos sentimientos.

El contacto físico se necesita para sobrevivir. Se necesita para comunicar nuestros sentimientos. Para concentrar todo nuestro amor en un segundo, sin necesidad de ponerle palabras. Es la manera más rápida de trasmitir energía y optimismo.

La adolescencia es una etapa difícil, con esa bomba de hormonas que los trae de cabeza y los agota, queriendo crecer y ser adultos para “hacer lo que se les venga en gana sin preguntarle a nadie” y al mismo tiempo queriendo ser niños para no sentir ningún tipo de responsabilidad, agarrar de nuevo sus juguetes y ponerse a jugar por horas, abrazar a mamá, pedirle que les cuente un cuento o los acompañe un rato en la cama a la hora de dormir. El adolescente sabe que una vez iniciado el camino hacia la madurez no hay vuelta atrás, ha empezado un poco a ser adulto y eso lo llena de ilusión y de angustia al mismo tiempo. A veces ve sus juguetes con cierta melancolía y no se atreve a tocarlos, porque no quiere ser considerado de nuevo como niño, pero inconscientemente, extraña todo eso.

Los adultos debemos recordar cómo era ser adolescentes para poder comprender lo difícil que puede llegar a ser esa etapa de cambios y poder ayudar en lo que podamos.

Es una lucha interior tan fuerte que sólo los padres pueden ayudar al adolescente a sobrellevar, pero ¿cómo acercarse sin ser rechazados? Uno grita en silencio por ayuda y el otro lucha desesperadamente por ayudar, pero es difícil para ambos exteriorizar esa necesitad y acercarse por temor al rechazo del otro.

¡Qué bien les caería a ambos un abrazo! Un largo y prolongado abrazo en el que puedan decirse que pase lo que pase, siempre se amarán, que todo lo que sucede es parte de la vida y que todos tenemos que vivirlo en algún momento para crecer y madurar.

Es invalorable lo que puede significar para un adolescente un abrazo que le permita sentir la protección y el amor de su padre a pesar de su rebeldía y coraje, sentir su aceptación a pesar de sus cambios de humor, recordar que siempre serán padre e hijo y que ese vínculo los mantendrá unidos por siempre, pase lo que pase. Es reconfortante saber que después del abrazo pueden soltarse y si vuelven a pelear, el hijo sabrá que su padre siempre estará ahí para protegerlo, consolarlo, ayudarlo y amarlo siempre y a pesar de todo. Abraza. Abraza a tu hijo con la sonrisa, con la mirada, con tus brazos, con tu silencio o con tu respiración. El abrazo de un padre a un hijo adolescente es la renovación de un vínculo y una carga de energía para continuar el camino. Todos lo necesitamos.

Tomado y adaptado de solohijos.com y te.abrazo.com.mx


lunes, 4 de julio de 2016

Artículo: LAS CARENCIAS AFECTIVAS Y SUS CONSECUENCIAS

La carencia afectiva es la falta de cuidados o de atención y protección necesaria en la vida del niño que ocasiona distintas consecuencias según la edad del niño.

Esta carencia puede ser debida a múltiples circunstancias en las que se desatiende afectivamente al niño y las relaciones en las que se interactúa con él.
Posibles causas de las carencias afectivas
En la sociedad que vivimos actualmente, con horarios nada adecuados para la conciliación familiar, son muchos los niños que viven faltos del afecto necesario para que su desarrollo sea correcto. 
Hechos traumáticos como el abandono o el maltrato, o menos traumáticos como en situaciones familiares en las que se da la separación o el divorcio de los padres son factores externos que pueden desarrollar una carencia afectiva en los niños.
Síntomas de la carencia afectiva según la edad y sus consecuencias:
La carencia afectiva afecta a todas las edades, culturas y clases sociales. La evolución de las personas que manifiestan este síndrome depende en gran medida de la situación social en la que se desarrollen.
El tema que nos ocupa es desde la primera infancia hasta la adolescencia:
La primera infancia
Son aquellos niños que lloran para llamar la atención, sonríen poco y son más propensos a contraer enfermedades infecciosas.
  • Suelen aparecer problemas digestivos como estreñimientos, entre otros, aunque pueden remitir con el crecimiento.
En la edad preescolar y escolar:
  • El niño presenta trastornos del lenguaje como pueden ser: problemas de elocución, pobreza de vocabulario, dificultades gramaticales y sintácticas (verbalización).
  • En el plano lógico-matemático suelen ser buenos.
En la edad escolar: 
  • Muchos niños presentan trastornos de aprendizaje, no porque no sea inteligente, sino porque no consigue concentrarse al hacer las pruebas (mentalización), por eso, estos niños tienen frecuentes fracasos y su grado de autoestima comienza a caer.
  • Sentimientos de desvalorización o baja autoestima: el niño niega su valía, se considera como un fracasado.
  • El niño duda de sí mismo en cuanto a despertar afecto o simpatía con pensamientos como: nadie me quiere, no soy amable, lo que me ocurra no le preocupa a nadie, por lo que tiene una importante inseguridad : sentimiento de exclusión,  de no estar en ningún lugar, de molestar o estar de más.
Entre la edad escolar y la pre-adolescencia:
  • El niño presenta trastornos de comportamiento, actitudes de inhibición, de retraimiento, actitudes de oposición y de rebeldía, aunque relativamente sociables y en ocasiones extrovertidos, sienten miedo a sentirse rechazados en un grupo, por lo que tienden a integrarse a toda costa. De aquí la importancia de las relaciones sociales en esta etapa ya que determinará su conducta futura.

En la adolescencia:
  • Los comportamientos extraños y los actos impulsivos son muy frecuentes (hiperactividad).
  • Son personas que se ilusionan fácilmente con lo que les proponen las personas mayores que él.
  • No quieren responsabilidades y son rebeldes con las normas. En esta fase suelen aparecer las primeras adicciones como al alcohol, a las drogas, etc. 
  • Deseo por buscar afectividad continuamente en alguien o algo que les aumente la autoestima
Pequeñas soluciones que marcan grandes diferencias
Si observamos que estos síntomas perduran en nuestros pequeños, ante todo y rápidamente, debemos esforzarnos transmitiéndoles afecto y cariño, hacerles sentir que son amados para que se desarrollen adecuadamente en el plano afectivo, para no encontrarnos con personas egocéntricas, con escasas habilidades sociales y dependientes emocionalmente cuando sean adultos.


Tomado de: Serpadres.es