A medida que van
creciendo, nuestros hijos nos piden permiso para salir y divertirse con los
amigos. Cada vez más pronto nos piden salir por las noches y
disfrutar de la diversión nocturna.
Como padres
tenemos miedo de que al salir puedan enfrentarse o iniciarse en el consumo de
drogas, cigarro y alcohol y, como padres debemos reflexionar sobre la edad
en la que queremos dejarlos salir, sin sentirnos presionados por sus
insistencias y el típico argumento de que los padres de sus amigos ya les dan
permiso y nosotros aún no estamos de acuerdo.
El alcohol está
cada vez más presente en el ocio y la diversión de los adolescentes. La visión
de estas bebidas alcohólicas como algo inocuo y que no produce daño está muy
extendida entre los jóvenes, que se inician en su consumo antes de lo que
deberían.
Muchos
padres creen que sus hijos no toman o si toman no se emborrachan o si se
emborrachan no hacen nada malo… Sin embargo, aunque no todos toman, ni todos se
emborrachan, algunos son más vulnerables que otros y tu hijo puede ser uno de
ellos.
Cada vez hay
más investigaciones que afirman que aproximadamente la mitad de los jóvenes se
inician en el hábito de beber y fumar antes de los 16 años; así como estudios
sobre padres que les dan a probar alcohol a niños-jóvenes durante reuniones
familiares y que tratan de determinar si esta costumbre tiene algún efecto en
la relación posterior del joven con el alcohol.
John E. Donovan, profesor
de psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh, afirma en base a resultados de
varias investigaciones “las probadas de alcohol en la infancia están
relacionadas con un inicio temprano del consumo, lo cual es un factor de riesgo
para muchos otros problemas de conducta”; además, están relacionadas con
excesos alcohólicos y drogadicción, llegando a la conclusión que “los padres no
deben ofrecer alcohol a sus hijos”.
¿Les
suena conocida la frase: “Que aprendan a beber conmigo”?
La
mayoría de los padres creen que es correcto que sus hijos empiecen a
beber en casa porque piensan que es una oportunidad de enseñarles a tomar, de
observar cómo reaccionan, de detectar qué tal les cae el alcohol y de evitar
que se sobrepasen. Según la Dra. Wadolowski, epidemióloga e investigadora de
postgrado en la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia, existe otro
grupo de padres que al notar que los amigos de sus hijos se drogan o toman
alcohol se vuelven más propensos a ofrecer a sus hijos alcohol en casa “bajo
supervisión”.
Estas erradas ideas animan
a los padres a apoyar las fiestas de sus hijos en casa con alcohol incluido,
aunque están conscientes de que estén actuando fuera de la ley.
Un
gran número de investigaciones, demuestran que los adolescentes que
tienen “permiso” para beber en casa tienen mayor riesgo de beber fuera de casa
y de desarrollar problemas serios. Así mismo, varios estudios concluyen que el
momento de probar el alcohol parece decisivo a la hora de establecer el riesgo
de alcoholismo. Por lo tanto, los padres no deben patrocinar la bebida,
ni adentro ni afuera de casa.
Los padres tenemos
que revisar qué valores estamos transmitiendo a nuestros hijos, cada vez más
infantiles en la toma de decisiones trascendentes en la vida y que, sin
embargo, se obsesionan por ser adultos antes de tiempo.
Estamos generando un mundo contradictorio en el que estamos
invitando a nuestros hijos a ser eternos adolescentes hasta bien entrada la
treintena, para que disfruten, porque ya tendrán tiempo de sufrir, y al mismo
tiempo los vestimos y tratamos como adultos y les organizamos fiestas de cumpleaños
con atracciones y diversiones no acordes a su edad.
Pareciera que los adolescentes del siglo XXI están condenados a
dos opciones: el aburrimiento de su casa o el aburrimiento de la
calle. En el de casa, los jóvenes lo llenan con horas frente a la
computadora o videojuegos y el de la calle, con horas de alcohol y otras
sustancias.
Nos encontramos con que los ambientes en los que crecen nuestros
hijos tienen una oferta ilimitada de aquello que está mal. Por ejemplo,
cualquier menor con aspecto de mayor puede comprar su propio alcohol
en cualquier tienda sin mostrar su identificación y sin que al vendedor le
importe si tiene suficiente edad para tomar o si como consecuencia
de su venta de alcohol ese joven o alguno de sus amigos cae en un coma etílico,
ya que la decadencia de los valores hace que piense que ese no es su problema.
Los
costos y efectos de consumo a una edad temprana son altos. Hay que reaccionar y
romper con la tolerancia social hacia el alcohol y cualquier tipo de sustancia
estupefaciente. No podemos “tomarnos” esto a la ligera porque las consecuencias
son mucho más severas de lo que nos podemos imaginar.
El más grave de
los efectos negativos que apunta La Asociación Española de Pediatría AEP, son
los daños cerebrales que provoca el alcohol, dado que su cuerpo aún no se
encuentra en plena madurez. Estos a su vez se traducen en trastornos de
aprendizaje y fallos en la memoria que afectarán a la vida académica del
adolescente y alteraciones en la conducta del menor. Problemas que se agravarán
con el paso de los años y afecta o destruye la edad madura y adulta de ese
joven de hoy.
Debemos comenzar a
reflexionar ya que casi todos los padres, en teoría pensamos que lo ideal es
que nuestros hijos respeten la edad legal para comenzar con el consumos, pero
en la práctica patrocinamos la bebida sin importarnos las consecuencias legales
y nos olvidamos de las consecuencias y riesgos a corto, mediano y largo plazo a
los que nuestros hijos se someten.
Fuentes: Serpadres.es
/Hacerfamilia.com /
The New York Times.es /Vanguardia
Educativa
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