¿Hay que hablar de violencia, de miedo, de terrorismo y de muerte con los hijos? Sí, pero con ciertos criterios educativos. Son temas importantes que, como a nosotros, pueden golpear con fuerza en su cabeza y en su alma. Los hijos necesitan muchas oportunidades para expresar sus sentimientos acerca de cómo asumen las diversas tragedias que ven o de las que se enteran.
Debemos
estar atentos a los signos que puedan mostrar una crisis emocional, tales como
lloros frecuentes, pesadillas, miedos repentinos e irracionales, irritabilidad
extrema...
Vivimos
entre noticias e imágenes de diversos desastres y tragedias. ¿Les afectan
las imágenes de las noticias en televisión?, ¿cómo ayudarles a entender y
superar la cruda realidad que nos ofrece la televisión y los periódicos casi a
diario? En los adultos, pueden crear toda una amplia gama de
emociones: tristeza, rabia, miedo... y nuestros hijos también pueden
desarrollar sentimientos parecidos, aunque quizá su manera de expresarlo sea
diferente y por eso no les prestemos la atención necesaria.
Sinceridad, pero con
tacto
Por este motivo, y en
primer lugar, habría que ser sinceros... pero con tacto. Si
nuestros hijos ya se muestran lo suficientemente maduros para hacer preguntas
sobre lo que ocurre, también lo serán para entender las razones. Pueden
procesar una explicación sincera. Si, por el contrario, fallamos a la hora de
hablar francamente con ellos se puede erosionar su confianza en los
adultos. No se debe endulzar las explicaciones de lo que pasa o lo que ha
ocurrido ni proporcionar información poco precisa.
Para algunos niños, sobre
todo aquellos que son muy jóvenes o tienen inclinación a la ansiedad, puede ser
necesario tomar ciertas medidas: Limitar el tiempo de exposición a las imágenes
inquietantes de los medios de comunicación; evitar la excesiva conversación
acerca de esas tragedias... Aún así, los padres y los profesores deberían
darles la información precisa, con la prudencia necesaria.
Palabras justas y
lenguaje adecuado a la edad del niño
Hay que usar un lenguaje
adecuado al desarrollo de cada uno de los hijos cuando se trate de hablar de la
violencia, tragedias, etc., en el mundo. Los niños pueden no comprender
conceptos como "maldad", "gente horrible", pero de hecho
comprenden la idea de que una persona puede portarse mal, bastante mal y mentir
Expresión: los dibujos
también hablan
Los hijos necesitan
muchas oportunidades para expresar sus sentimientos acerca de cómo asumen las
diversas cosas que ven o de las que se enteran.
Quizá, algunos niños más
mayores puedan expresar más hábilmente sus sentimientos con palabras. Los
padres, y profesores, deberán dar importancia a lo que dicen por si se dieran
señales de traumas más profundos. Con los niños chiquitos se debe poner
atención a otras maneras de expresión: dibujos, comportamientos, tics, etc.
Es importante tener en
cuenta que tales expresiones reflejan un proceso natural y saludable de un
acontecimiento traumático. Que hagan explotar edificios, o pinten la guerra, no
indica, por ejemplo, falta de respeto por los muertos ni se trata de una señal
de que los chicos podrían ser capaces de tales actos en el futuro puede ser la
incorporación de lo que viven o vivieron a sus dibujos.
Resistencia y Resiliencia
De todos modos, hay que
recordar que los pequeños son resistentes. En Psicología comienza a hablarse
cada vez más de la resiliencia, es decir, la capacidad para resistir las
adversidades. Se trata de un mecanismo de autoprotección formado primero por
los lazos afectivos con los que cuenta cada niños y luego por la expresión de las
emociones.
Cuando han tenido
abundantes oportunidades para expresar y procesar sus sentimientos, los chicos
ponen los acontecimientos traumáticos en su lugar a menudo mucho antes que los
adultos. Volver a las rutinas normales tan pronto como sea posible les ayudará
a facilitar este proceso. Cuando parezca que los niños se han recuperado, no se
debe forzar una discusión sobre la tragedia. Es mucho mejor confiar en esa
resistencia propia de los niños, mostrándonos atentos pero "a
distancia". Es algo que nos recuerda con fuerza que la vida sigue.
Una
manera saludable de hacer frente a los acontecimientos traumáticos consiste en
realizar alguna acción que beneficie a los afectados, como algo de
voluntariado, donar ropa o dinero o rezar por las víctimas. Hacer algo es una
manera muy poderosa de enviar el mensaje de que incluso de la mayor de las
tragedias puede surgir el bien.
Adaptado de: Hacerfamilia.com
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