“No sé cerrar el paraguas”.
Esta frase resume lo que estamos haciendo con algunos adolescentes. No es
inventada, la dijo hace unos pocos días la hija de una amiga. La chica tiene
quince años y es una niña: lista, despierta, interesada por lo que la rodea…
pero no sabía cerrar un simple paraguas.
Esa frase que pronunció la
hija de mi amiga ejemplifica cómo los adultos alargamos indefinidamente la
niñez de nuestros hijos.
La explicación es muy
sencilla: en vez de tomarnos el tiempo de enseñarles a hacer las cosas por sí
mismos, se las hacemos nosotros. No es una prueba de amor, ni de protección, ni
de cuidado, es solo que no les dedicamos el tiempo suficiente, dice la
especialista en adolescentes, Victoria Toro.
Desde
que son niños entramos en una dinámica en la que ellos aprovechan nuestra
debilidad, nos ocupa menos tiempo hacer las cosas nosotros mismos que
enseñarles a ellos a hacerlas, y se hacen cada vez más pasivos en lo que
respecta a su autonomía.
Pero
esa tendencia no es natural, lo natural es que los seres humanos crezcan
y se hagan independientes y autónomos. Por eso llega un momento en el
que esos chicos poco preparados para ser autónomos exigen su autonomía y nosotros,
sus padres, que no estamos acostumbrados a que la tengan nos resistimos a ello.
Que
una adolescente no sepa cerrar un paraguas, cuando vive en una ciudad en la que
llueve con frecuencia, lo que nos está indicando no es que no sea hábil con
asuntos técnicos,ya que todos los chicos a esa edad son muy hábiles porque
viven en una civilización tecnológica; lo que realmente nos está indicando y
con luces intermitentes rojas es que aunque en apariencia lo que estamos
haciendo por ellos es solo facilitarles la vida desde el punto de vista
material, esas decisiones implican también el resto de su desarrollo.
Les
cerramos el paraguas sí, pero también les organizamos la vida y les resolvemos todos
los problemas. Y cuando crecen nos resistimos a soltarles porque tenemos el
íntimo convencimiento de que ni ellos, ni nosotros, estamos preparados para que
ejerzan su libertad y su autonomía.
Cuando
son estudiantes deseamos que tengan buenas notas por lo que muchos nos
dedicamos ayudarlos directamente con las tareas, Científicamente está
demostrado que esa ayuda no implica que los niños tengan mejores resultados en
el colegio y que lo mejor que podemos hacer para su verdadero éxito es es que
los padres leámos con ellos, les preguntemos por las clases y confiemos
en sus capacidades.
Cómo
resolverlo
Hay
una forma de resolver estas situaciones. Debemos tomarnos el tiempo que sea
necesario para enseñarles a hacer las cosas por sí mismos. Tenemos que
conseguir que nuestros hijos sean autónomos. Que sepan desenvolverse en su vida
cotidiana y que sepan resolver las situaciones normales en las que se
encuentran y que se les presentan.
Cuando
se presente cada una de estas situaciones, en vez de hacerlo nosotros, debemos
pedirles a ellos que lo hagan, con nuestra ayuda las primeras veces, pero solo
con nuestra ayuda, no con nuestra intervención total. Si, nos llevará más
tiempo que hacerlo nosotros mismos pero será mucho mejor para ellos y para
nosotros porque tendremos a hijos autónomos y capaces de desenvolverse con
éxito en sus vidas.
Los
errores ayudan
Muchos
padres evitan darles a sus hijos esa autonomía porque temen que sus hijos
cometan errores, pero deben saber que los errores no solo son inevitables sino
que son beneficiosos, ayudan a aprender y son inherentes al desarrollo humano.
Los
errores forman parte de la vida y los adolescentes deben aprender a convivir
con ellos, a que no les causen frustración, a no enfadarse por ellos. Debemos
enseñar a nuestros hijos que un error te puede hacer más sabio y más fuerte,
pero solo si sabes convivir con él.
Si
siempre les evitamos los errores, cuando les sucedan, y estén seguros que les
sucederán, no sabrán cómo convivir con ellos y los sentirán como un fracaso que
solo les creará malestar.
Hacer
las cosas o incluso intentar hacerlas una y otra vez, es una de las
claves del desarrollo humano y no podemos quitarle a nuestros hijos esa fórmula
fundamental de aprendizaje y crecimiento.
El
instinto de protección hacia los hijos, es algo natural: la inseguridad,
el miedo y las ansias de protegerlos son sensaciones que existen
entre la mayoría de los padres. Sin embargo, es fundamental preguntarse quién
va a educar al hijo, los padres o los miedos de los padres:
“El
problema es que no podemos esconderles las piedras en el camino porque las
piedras están ahí; el mundo está lleno de dificultades”. Por ello, insta a los
padres a que, “si hay piedras, se las enseñen”, y si el hijo o hija se caen,
“miren cómo se cae y le ayuden a levantarse, pero que no impidan a toda costa
que se caiga, porque en la vida hay que saber levantarse. Los padres tienen que
saber que sobreproteger es desproteger” : Eva Millet.
Adaptado de About.com
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