"Los padres pueden decidir
ser amigos de sus hijos, pero tienen que ser conscientes de que los dejan
huérfanos" dice el médico español Francisco Kovacs. Y es que
a menudo algunos padres se cuestionan hasta dónde deben ser los amigos de
sus hijos y hasta dónde deben ser sus figuras de autoridad, en especial
durante la adolescencia. Por eso, te explicamos la diferencia entre una
relación de confianza –apropiada para padres e hijos– y una relación de amigos.
¿Qué es la amistad?
En realidad, la noción de amistad en la adolescencia es muy
diferente a la que se experimenta en la adultez. Alrededor de los diez y tal
vez hasta los veinte años, los amigos son cómplices de aventuras, buenas o
malas (se guardan la espalda entre ellos, incluso en los errores) son los
compañeros de situaciones propias de la edad y lejos de sus propósitos está la
labor educativa; para eso están los padres. Ya con cierta madurez adquirida,
sabemos que esto no corresponde a la verdadera amistad, sin embargo debemos
partir de esta base para comprender el concepto real.
¿Padres o amigos?
Diversos especialistas manifiestan que gran parte de padres, sienten
temor de ser “malos” con sus hijos y evitar así el rechazo de ellos. Razón por
la cual prefieren entablar una relación de amistad antes que de educadores.
La psicóloga chilena Pilar Sordo explica al respecto: “No queremos verles la cara larga, que nos
digan que somos anticuados, distintos a los padres de sus compañeros, que somos
'mala onda'. En realidad, queremos ser papás buena onda, aparecer como
evolucionados y esto nos hace ser tremendamente ambiguos en nuestra forma de
educar; nos cuesta decir que NO. Nos vamos en cuarenta explicaciones, somos los
reyes de los 'depende', con lo que metemos a los niños en una red de
inseguridades que les impide conocer qué es correcto y qué no y todo parece
permitido.”
Confianza no es lo mismo
que amistad
Puede ser que muchos padres consideren que son amigos de sus hijos
porque han desarrollado un nivel de confianza tal, que lo consideran como una
amistad. Pero en realidad estos dos términos son muy diferentes.
Cuando un padre logra ganarse la confianza de sus hijos, es cuando
realmente está haciendo un buen manejo de la autoridad. Dicha confianza se
caracteriza por la existencia de líneas abiertas al diálogo que permiten un
conocimiento pleno de los gustos y sentimientos de los hijos, gracias a la
escucha permanente, al trato cercano y a las orientaciones pertinentes, todo
esto hace parte del ejercicio educativo de los padres, muy diferente a la
dinámica que llevan los amigos.
Así pues, se ha de aclarar que el hecho de compartir
actividades con los hijos (ir a un partido de fútbol, jugar una partida de
videojuegos, llevarlos a sus primeras fiestas, enseñarles a bailar o salir de
compras) son espacios primordiales propios de una relación de confianza, mas no
de amistad.
Veamos entonces cuáles son las razones que nos llevan a pensar que los padres deben ser padres y
nada más:
1.- La amistad anula la
autoridad de los padres: no es posible que ambos conceptos compaginen
en el rol de padres, tienen fines distintos; la autoridad educa, la amistad
desvía el objetivo educativo. Por ejemplo, una norma no será acatada si la
figura del padre ha perdido validez, puesto que no existe consecuencia ante el
incumplimiento.
2.- Amigos hay muchos, padres
sólo hay unos solos: si los padres son los amigos de los hijos, entonces
¿quién educa? ¿de quiénes recibirán los hijos las enseñanzas sobre valores,
integridad, moral, etc.? Los hijos sin importar su edad, necesitan y reclaman
un padre.
3.- Diferencia generacional: existen
brechas generacionales entre papá/mamá y sus hijos, que los hacen distantes en
algunos aspectos. Aunque en realidad el impedimento no es la edad, sí lo es la
actitud de los adultos que los lleva a comportarse como los muchachos, tratando
de estar a su nivel en cuanto a la moda, el léxico y el trato de “tú a tú” con
los amigos de los hijos.
En conclusión, es la amistad una
vivencia exclusiva entre personas afines que comparten experiencias valiosas,
pero diferente a esto, es el vínculo entre padres e hijos.
Lo que sí es propio de este
vínculo, es tener una comunicación fluida en ambas direcciones, basada en la
confianza y el respeto mutuo.
Tomado de: La familia.info
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