jueves, 31 de agosto de 2017
lunes, 28 de agosto de 2017
Artículo: ENSEÑANDO LOS BUENOS MODALES COMO SEÑAL DE RESPETO A LOS DEMÁS.
Hoy en día los padres no centran, especialmente su atención en este tema, y resulta, incluso algo llamativo el plantearlo por haber pasado a un segundo plano desde hace ya tiempo. Pero cada vez más, la sociedad está demandando unos buenos modales por carecer muchos de los jóvenes actuales de ellos.
Actualmente, se da prioridad al desarrollo cognitivo
antes que al comportamental. Tener un hijo inteligente está, en muchos casos,
por encima de los buenos modales. Muchos jóvenes son incapaces en pararse a
pensar en los demás, siendo su yo su única prioridad. Algunos saludan o dan las
gracias y, en estos casos, nos asombramos porque ha sido educado, cuando en
realidad eso es lo que debería ser lo habitual.
La situación a la que hemos llegado, hoy en día, viene motivada
porque actualmente se consideran los buenos modales simplemente como un
protocolo, un modelo a seguir. Pero es mucho más que eso, a través de ellos
mostramos respeto hacia los demás. Por eso, los hijos tienen que aprender a
hacer las cosas bien hechas, no sólo para respetar a los demás, sino también y
muy fundamental, para respetarse a ellos mismos.
Muchos niños tratan mal e irrespetan a sus padres, inclusive a
los abuelos. Esto es algo que no
se puede permitir. Nunca se debe faltar el respeto a una persona y mucho menos
a los padres o abuelos. No hay excusa. Nada lo justifica. Por eso, es tan
importante centrar la atención en que los buenos modales, va más allá de un
protocolo o la imagen que se da de uno mismo, es también, el modo en que se
aprende a tratar las relaciones afectivas.
A partir de los dos años los niños necesitan límites, saben lo que
es y no adecuado en su relación con los demás. Es una edad excelente para
iniciarles en las normas de cortesía, sin ser demasiado exigentes. Por lo tanto
desde que son pequeños hay que educar a
los hijos en los buenos modales.
Las claves para que nuestros hijos integren los buenos modales y
el respeto a los demás como algo propio son dar ejemplo, respetar al
niño, explicarle las cosas y ser conscientes de que educar requiere dedicación y tiempo. Para ello, los padres deben
servirles de modelo y un ejemplo a seguir. Para que los niños sean
capaces de portarse bien es muy
importante explicarles en qué consiste el portarse bien. Deben saber qué se espera de ellos y qué se les está pidiendo.
Algunos ejemplos de los
buenos modales que se les debe enseñar a los hijos, sobre todo en lo que se refiere al respeto a los demás, son los
siguientes:
· No gritar ni chillar y siempre intentar sonreír.
· Decir las cosas buenas de los demás, no las malas y menos delante de otros.
· Evitar las palabras malsonantes y ofensivas a los demás.
· Saber escuchar. No interrumpir cuando otros están hablando.
· Valorar el trabajo de los demás.
· Saludar al entrar o salir de un recinto.
· Dejar pasar o salir antes de entrar a algún lugar. Ceder el asiento a las personas que puedan necesitarlo.
· Dejar las cosas en orden, tanto en casa como en el colegio.
Todo esto requiere paciencia y tiempo y sobre todo dedicación. Es algo que hay que ir trabajándolo con los años para hacerles conscientes de las necesidades de los demás y lograr que sean educados y respetuosos.
· No gritar ni chillar y siempre intentar sonreír.
· Decir las cosas buenas de los demás, no las malas y menos delante de otros.
· Evitar las palabras malsonantes y ofensivas a los demás.
· Saber escuchar. No interrumpir cuando otros están hablando.
· Valorar el trabajo de los demás.
· Saludar al entrar o salir de un recinto.
· Dejar pasar o salir antes de entrar a algún lugar. Ceder el asiento a las personas que puedan necesitarlo.
· Dejar las cosas en orden, tanto en casa como en el colegio.
Todo esto requiere paciencia y tiempo y sobre todo dedicación. Es algo que hay que ir trabajándolo con los años para hacerles conscientes de las necesidades de los demás y lograr que sean educados y respetuosos.
Las normas de convivencia
no llueven del cielo: los padres tienen que enseñarlas...
Adaptado
de: Serpadre.es
viernes, 25 de agosto de 2017
lunes, 21 de agosto de 2017
Artículo: ¿TE DA TEMOR SER ESTRICTO CON TUS HIJOS? El autoengaño de los padres "blandos".
El médico y educador Leonard Sax en su
libro "El
colapso de la autoridad" plantea que los padres
"blandos" se autoengañan y dañan a sus hijos al pensar que una
paternidad más exigente dará como resultado una conducta más insensata en sus
hijos con el paso de los años.
Una familia puede ser a la vez estricta
y cariñosa
La ciencia sociológica, tras muchos
estudios y décadas de investigación, considera demostrado que los chicos que
crecen con normas, horarios y exigencias tienen buenos hábitos y les va bien en
la vida. Y al contrario, la ciencia demuestra que en las familias
"blandas" (sean negligentes o bien indulgentes) los chicos crecen sin
hábitos de trabajo y diligencia y les va mal.
Sax, después de 40 años,
considera que los mejores estudios al respecto son los de Diana Baumrind
y su equipo. Estos estudios muestran que la mejor fórmula es la de las
familias que son a la vez cariñosas y estrictas, es decir, que saben decir a
sus hijos "no", con firmeza, pero también con afecto.
Una fórmula clásica de eficacia probada
(aunque el niño o adolescente proteste) es decir: "no puedes, cariño,
porque te lo decimos nosotros, que somos tus padres, te queremos, y en unos
años verás que era la mejor para ti".
A las presiones típicas ("si me
quisieras me dejaríais", "si me quisieras confiarías en mí",
"cuando sea mayor haré todo eso que no me dejas, mejor déjame
ahora..."), hay que responder con un clásico: "no, cariño, no" y
un "de mayor haz lo que quieras y luego me llamas y me lo
cuentas".
Si educas a tu hijo en el cómo debe
ser, cuando crezca y se independice habrás inclinado mucho la balanza a su
favor para que se comporte con sabiduría. La virtud engendra virtud. El vicio
engendra vicio".
Sax basa su postura en los datos del
macro estudio que los sociólogos de Estados Unidos llaman "Add
Health": datos de más de 20.000 niños seleccionados de todo el país, a los
que se ha seguido detalladamente desde principios de los años 90 hasta nuestros
días.
En las familias con autoridad los hijos
sacaban mejores notas, se emborrachaban menos y tenían una vida sexual con
menos riesgos (no solo de adolescentes, sino como adultos jóvenes), sus
relaciones afectivas eran más sanas y felices y al convertirse en padres tenían
hijos a su vez más sanos y equilibrados.
(Estos datos se pueden encontrar en
Social Science and Medicine, en Archives of Sexual Behavior, en Journal of
Marriage and Family, y en Journal of Pediatric and Adolescent Gynecology)
La clave para educar bien está en
"imponer normas, con justicia pero con constancia. En algún momento esas
normas se pueden adaptar, pero nunca se rompen", detalla Sax.
Muchos padres "blandos" dirán
que "si quiero a mi hijo, confiaré en él: si me dice que no bebe, me lo
creeré; si me dice que pasó la noche con la chica sin acostarse con ella, me lo
creeré; el amor implica confiar sin posesividad, ¿no?"
La respuesta del doctor Sax, tras
muchos años de experiencia y estudios, es contundente: las reglas del amor
entre padres e hijos son distintas de las reglas del amor entre adultos.
El amor a los niños no es como el
conyugal, el amor al cónyuge implica mucha confianza, a veces quizá
incluso ciega. El amor a los niños no es así. "Es más probable que te
mienta tu hijo o hija a que lo haga cualquier otra persona, porque no te quiere
dar un disgusto, no te quiere decepcionar y espera que pienses bien de
él". Por eso hay que asegurarse que se cumplen las normas de la casa.
Además, en una relación entre adultos,
entre iguales, casi todo es negociable, precisamente por ser iguales. No se dan
órdenes a un igual. Pero en una familia sana sí se han de dar órdenes a los
niños. Un padre ha de poder ser a la vez estricto y cariñoso. El sentido del
humor puede ayudar mucho en eso.
Adaptado
de: Lafamilia.info
lunes, 14 de agosto de 2017
Artículo: ¿CÓMO ACTÚO Y REACCIONO ANTE LAS SALIDAS, FIESTAS, OCIO Y DIVERSIÓN DE MIS HIJOS?
A medida que van
creciendo, nuestros hijos nos piden permiso para salir y divertirse con los
amigos. Cada vez más pronto nos piden salir por las noches y
disfrutar de la diversión nocturna.
Como padres
tenemos miedo de que al salir puedan enfrentarse o iniciarse en el consumo de
drogas, cigarro y alcohol y, como padres debemos reflexionar sobre la edad
en la que queremos dejarlos salir, sin sentirnos presionados por sus
insistencias y el típico argumento de que los padres de sus amigos ya les dan
permiso y nosotros aún no estamos de acuerdo.
El alcohol está
cada vez más presente en el ocio y la diversión de los adolescentes. La visión
de estas bebidas alcohólicas como algo inocuo y que no produce daño está muy
extendida entre los jóvenes, que se inician en su consumo antes de lo que
deberían.
Muchos
padres creen que sus hijos no toman o si toman no se emborrachan o si se
emborrachan no hacen nada malo… Sin embargo, aunque no todos toman, ni todos se
emborrachan, algunos son más vulnerables que otros y tu hijo puede ser uno de
ellos.
Cada vez hay
más investigaciones que afirman que aproximadamente la mitad de los jóvenes se
inician en el hábito de beber y fumar antes de los 16 años; así como estudios
sobre padres que les dan a probar alcohol a niños-jóvenes durante reuniones
familiares y que tratan de determinar si esta costumbre tiene algún efecto en
la relación posterior del joven con el alcohol.
John E. Donovan, profesor
de psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh, afirma en base a resultados de
varias investigaciones “las probadas de alcohol en la infancia están
relacionadas con un inicio temprano del consumo, lo cual es un factor de riesgo
para muchos otros problemas de conducta”; además, están relacionadas con
excesos alcohólicos y drogadicción, llegando a la conclusión que “los padres no
deben ofrecer alcohol a sus hijos”.
¿Les
suena conocida la frase: “Que aprendan a beber conmigo”?
La
mayoría de los padres creen que es correcto que sus hijos empiecen a
beber en casa porque piensan que es una oportunidad de enseñarles a tomar, de
observar cómo reaccionan, de detectar qué tal les cae el alcohol y de evitar
que se sobrepasen. Según la Dra. Wadolowski, epidemióloga e investigadora de
postgrado en la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia, existe otro
grupo de padres que al notar que los amigos de sus hijos se drogan o toman
alcohol se vuelven más propensos a ofrecer a sus hijos alcohol en casa “bajo
supervisión”.
Estas erradas ideas animan
a los padres a apoyar las fiestas de sus hijos en casa con alcohol incluido,
aunque están conscientes de que estén actuando fuera de la ley.
Un
gran número de investigaciones, demuestran que los adolescentes que
tienen “permiso” para beber en casa tienen mayor riesgo de beber fuera de casa
y de desarrollar problemas serios. Así mismo, varios estudios concluyen que el
momento de probar el alcohol parece decisivo a la hora de establecer el riesgo
de alcoholismo. Por lo tanto, los padres no deben patrocinar la bebida,
ni adentro ni afuera de casa.
Los padres tenemos
que revisar qué valores estamos transmitiendo a nuestros hijos, cada vez más
infantiles en la toma de decisiones trascendentes en la vida y que, sin
embargo, se obsesionan por ser adultos antes de tiempo.
Estamos generando un mundo contradictorio en el que estamos
invitando a nuestros hijos a ser eternos adolescentes hasta bien entrada la
treintena, para que disfruten, porque ya tendrán tiempo de sufrir, y al mismo
tiempo los vestimos y tratamos como adultos y les organizamos fiestas de cumpleaños
con atracciones y diversiones no acordes a su edad.
Pareciera que los adolescentes del siglo XXI están condenados a
dos opciones: el aburrimiento de su casa o el aburrimiento de la
calle. En el de casa, los jóvenes lo llenan con horas frente a la
computadora o videojuegos y el de la calle, con horas de alcohol y otras
sustancias.
Nos encontramos con que los ambientes en los que crecen nuestros
hijos tienen una oferta ilimitada de aquello que está mal. Por ejemplo,
cualquier menor con aspecto de mayor puede comprar su propio alcohol
en cualquier tienda sin mostrar su identificación y sin que al vendedor le
importe si tiene suficiente edad para tomar o si como consecuencia
de su venta de alcohol ese joven o alguno de sus amigos cae en un coma etílico,
ya que la decadencia de los valores hace que piense que ese no es su problema.
Los
costos y efectos de consumo a una edad temprana son altos. Hay que reaccionar y
romper con la tolerancia social hacia el alcohol y cualquier tipo de sustancia
estupefaciente. No podemos “tomarnos” esto a la ligera porque las consecuencias
son mucho más severas de lo que nos podemos imaginar.
El más grave de
los efectos negativos que apunta La Asociación Española de Pediatría AEP, son
los daños cerebrales que provoca el alcohol, dado que su cuerpo aún no se
encuentra en plena madurez. Estos a su vez se traducen en trastornos de
aprendizaje y fallos en la memoria que afectarán a la vida académica del
adolescente y alteraciones en la conducta del menor. Problemas que se agravarán
con el paso de los años y afecta o destruye la edad madura y adulta de ese
joven de hoy.
Debemos comenzar a
reflexionar ya que casi todos los padres, en teoría pensamos que lo ideal es
que nuestros hijos respeten la edad legal para comenzar con el consumos, pero
en la práctica patrocinamos la bebida sin importarnos las consecuencias legales
y nos olvidamos de las consecuencias y riesgos a corto, mediano y largo plazo a
los que nuestros hijos se someten.
Fuentes: Serpadres.es
/Hacerfamilia.com /
The New York Times.es /Vanguardia
Educativa
lunes, 7 de agosto de 2017
Artículo: EDUCANDO A NUESTROS HIJOS ANTE LA VIOLENCIA, MIEDOS, GUERRA...
¿Hay que hablar de violencia, de miedo, de terrorismo y de muerte con los hijos? Sí, pero con ciertos criterios educativos. Son temas importantes que, como a nosotros, pueden golpear con fuerza en su cabeza y en su alma. Los hijos necesitan muchas oportunidades para expresar sus sentimientos acerca de cómo asumen las diversas tragedias que ven o de las que se enteran.
Debemos
estar atentos a los signos que puedan mostrar una crisis emocional, tales como
lloros frecuentes, pesadillas, miedos repentinos e irracionales, irritabilidad
extrema...
Vivimos
entre noticias e imágenes de diversos desastres y tragedias. ¿Les afectan
las imágenes de las noticias en televisión?, ¿cómo ayudarles a entender y
superar la cruda realidad que nos ofrece la televisión y los periódicos casi a
diario? En los adultos, pueden crear toda una amplia gama de
emociones: tristeza, rabia, miedo... y nuestros hijos también pueden
desarrollar sentimientos parecidos, aunque quizá su manera de expresarlo sea
diferente y por eso no les prestemos la atención necesaria.
Sinceridad, pero con
tacto
Por este motivo, y en
primer lugar, habría que ser sinceros... pero con tacto. Si
nuestros hijos ya se muestran lo suficientemente maduros para hacer preguntas
sobre lo que ocurre, también lo serán para entender las razones. Pueden
procesar una explicación sincera. Si, por el contrario, fallamos a la hora de
hablar francamente con ellos se puede erosionar su confianza en los
adultos. No se debe endulzar las explicaciones de lo que pasa o lo que ha
ocurrido ni proporcionar información poco precisa.
Para algunos niños, sobre
todo aquellos que son muy jóvenes o tienen inclinación a la ansiedad, puede ser
necesario tomar ciertas medidas: Limitar el tiempo de exposición a las imágenes
inquietantes de los medios de comunicación; evitar la excesiva conversación
acerca de esas tragedias... Aún así, los padres y los profesores deberían
darles la información precisa, con la prudencia necesaria.
Palabras justas y
lenguaje adecuado a la edad del niño
Hay que usar un lenguaje
adecuado al desarrollo de cada uno de los hijos cuando se trate de hablar de la
violencia, tragedias, etc., en el mundo. Los niños pueden no comprender
conceptos como "maldad", "gente horrible", pero de hecho
comprenden la idea de que una persona puede portarse mal, bastante mal y mentir
Expresión: los dibujos
también hablan
Los hijos necesitan
muchas oportunidades para expresar sus sentimientos acerca de cómo asumen las
diversas cosas que ven o de las que se enteran.
Quizá, algunos niños más
mayores puedan expresar más hábilmente sus sentimientos con palabras. Los
padres, y profesores, deberán dar importancia a lo que dicen por si se dieran
señales de traumas más profundos. Con los niños chiquitos se debe poner
atención a otras maneras de expresión: dibujos, comportamientos, tics, etc.
Es importante tener en
cuenta que tales expresiones reflejan un proceso natural y saludable de un
acontecimiento traumático. Que hagan explotar edificios, o pinten la guerra, no
indica, por ejemplo, falta de respeto por los muertos ni se trata de una señal
de que los chicos podrían ser capaces de tales actos en el futuro puede ser la
incorporación de lo que viven o vivieron a sus dibujos.
Resistencia y Resiliencia
De todos modos, hay que
recordar que los pequeños son resistentes. En Psicología comienza a hablarse
cada vez más de la resiliencia, es decir, la capacidad para resistir las
adversidades. Se trata de un mecanismo de autoprotección formado primero por
los lazos afectivos con los que cuenta cada niños y luego por la expresión de las
emociones.
Cuando han tenido
abundantes oportunidades para expresar y procesar sus sentimientos, los chicos
ponen los acontecimientos traumáticos en su lugar a menudo mucho antes que los
adultos. Volver a las rutinas normales tan pronto como sea posible les ayudará
a facilitar este proceso. Cuando parezca que los niños se han recuperado, no se
debe forzar una discusión sobre la tragedia. Es mucho mejor confiar en esa
resistencia propia de los niños, mostrándonos atentos pero "a
distancia". Es algo que nos recuerda con fuerza que la vida sigue.
Una
manera saludable de hacer frente a los acontecimientos traumáticos consiste en
realizar alguna acción que beneficie a los afectados, como algo de
voluntariado, donar ropa o dinero o rezar por las víctimas. Hacer algo es una
manera muy poderosa de enviar el mensaje de que incluso de la mayor de las
tragedias puede surgir el bien.
Adaptado de: Hacerfamilia.com
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