Los niños lo quieren todo y ya. Pero
nosotros también. Les exigimos resultados inmediatos, decisiones rápidas,
agilidad en la ejecución de las cosas, rapidez en las respuestas.
Cuando les damos una
orden y se toman un tiempo para pensar acabamos
impacientes realizándolas nosotros. Incluso mientras piensan cuál será la
mejor estrategia, estamos
frente a ellos con los brazos cruzados, presionándoles para que se decidan
rápidamente, sin darles oportunidad de sopesar varias alternativas. Creemos que
lo que para nosotros es evidente y una decisión fácil también lo es para ellos.
Inconscientemente les fomentamos la toma de decisiones
impulsiva, sin reflexión, sin soluciones alternativas, basadas quizás en información
irrelevante del problema. Esta toma de decisiones rápida y bajo presión es
incompatible con un pensamiento crítico, lógico, hipotético o divergente.
Es por este motivo que el
lema en el que se basa la teoría de la Modificabilidad Cognitiva Estructural del profesor Reuven Feuerstein del International
Institute for the Enhancement of Learning Potential es:
“Un
momento. Déjame pensar…”
Prueba algo
tan sencillo como esto: Dejar a tu hijo tiempo para pensar después de una
pregunta. Puede parecerte sorprendente este consejo pero… ¿cuántos padres le
preguntan algo a sus hijos, esperan dos o tres segundos y contestan por ellos?
No esperes una respuesta inmediata y
además házselo saber: Dile: No
hay prisa, tómate tu tiempo para pensar.
Ya sea una pregunta simple o compleja, permítele un tiempo para que pueda dar una respuesta más trabajada. Resiste sin intervenir unos 15 segundos.
Sin tu presión,
posiblemente utilizará términos más correctos y elegirá respuestas más
interesantes.
Después de contestar puedes comenzar a mediar con él, haciéndole
las preguntas necesarias para que evalúe su respuesta, orientándolas a
desarrollar un pensamiento crítico sobre las cosas.
Pero primero, déjalo pensar sin intervenir.
Tomado de Solohijos.com
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