A
ciertas edades de los hijos, los conflictos entre hermanos suelen ser
frecuentes, afectando así la armonía familiar. No obstante, la forma como los
padres manejen la situación, determinará la superación del conflicto o se
prestará para fomentar rivalidades que podrán extenderse hacia la adultez de
los hijos.
Los
padres no deben permanecer indiferentes ante las peleas de sus hijos. Sobre
todo porque lo que está en juego son las relaciones familiares. ¿Cómo
debemos actuar los padres?
Estas
son las pautas a seguir:
Escuchar
a cada hijo por separado antes de formar una opinión. Luego de una
pelea es bueno conversar con cada uno de los hijos e invitarlos
a reflexionar acerca de su error y cómo podrían proceder para resolver la
situación. Los padres deben insistir en la idea que las peleas no son la forma
de arreglar las dificultades ni los desacuerdos, para eso existen el
diálogo y la negociación. Hay que enseñarles también a perdonar y a
pedir perdón a sus hermanos.
Trazar
límites. Muchas veces al establecer normas y límites claros en el
hogar, disminuyen los conflictos entre los hijos, por ejemplo: horarios para
que ambos puedan hacer uso del computador o la tableta, pedir siempre permiso
para tomar algo de la habitación del otro, etc.
No
implicarse en el conflicto. No es
nada conveniente tomar partido por uno de los hijos o ponerse en contra del
otro. El papel que les corresponde a los padres frente a las peleas entre sus
hijos, no es el de abogados, defensores, ni jueces; sino el de educadores.
No
perder la cordura. Los especialistas aseguran que las peleas son el
termómetro de la paciencia de los padres. Aquellos que tienen un umbral de
tolerancia muy bajo a las peleas, se ponen cada vez más autoritarios, más
sancionadores y por lo tanto los hijos pelearán más. Y esto por una razón muy
simple: las peleas no se pueden extinguir sólo con una prohibición o un regaño;
hace falta ir más allá y llevar a cabo una labor conciliadora y de enseñanza de
tolerancia y respeto.
No
mostrar preferencias por ninguno de los hijos. La rivalidad entre
hermanos puede tener origen en la competencia por el amor de los padres. Para
prevenir posibles conflictos entre hermanos, los padres deben evitar
favoritismos, cariños exclusivos y diferencias de trato, pero ante todo, nunca
hacer comparaciones entre hermanos.
Aprovecharlo
como una lección para la vida. Estos conflictos son una oportunidad
para enseñarles a los hijos a vivir los valores en carne propia -tolerancia,
respeto, solidaridad, fraternidad, autocontrol, generosidad- también para
entrenarse en la resolución de conflictos, en la negociación y el diálogo. Es
motivo además, para sembrar en ellos el valor de la familia, muchas veces estas
situaciones bien manejadas, sirven para crear una unión más sólida entre los
hermanos.
No
dramatizar en este tema. Lo importante es tener paciencia y actuar
siempre con la máxima neutralidad en estas luchas, repartiendo el cariño con la
máxima equidad.
Tomado de:
LaFamilia.info
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