lunes, 5 de marzo de 2018

Artículo: ALGUNOS ERRORES EDUCATIVOS FRECUENTES EN NUESTRA FUNCIÓN COMO PADRES


Criar a un hijo no es fácil, educar a un niño tampoco. Cuando no se hace bien las consecuencias son niños malcriados con un carácter horrible, sin capacidad para gestionar sus emociones y, en general, maleducados.

Cuando hablamos de niños malcriados o maleducados debemos centrar la atención en las personas encargadas de su educación y su crianza, no en el niño en sí. Los niños son lienzos en blanco y van dibujando sus personalidades, hábitos, gustos y creencias  en base a las decisiones que van tomando los adultos responsables de su educación y crianza.
Muchas veces, y con la mejor de las intenciones siempre, cometemos errores en la educación de los niños que tienen consecuencias claras en su crianza. Es decir, nos autosaboteamos sin darnos cuenta y mandamos señales contradictorias al niño que, ante las distintas señales, acaba hecho un lío y, como consecuencia, actúa como le apetece, sin tener una guía de comportamiento  por sentir que ha carecido de ella; pese a que nosotros considerábamos que habíamos sido claros con la forma de actuar que esperábamos o queríamos de él.
Los niños pueden ser más o menos activos, con ideas más o menos ingeniosas, más o menos inteligentes pero, en general, un niño sano lo es todo y nada a la vez y es labor de padre el encauzar su energía de la manera adecuada, dotarlo de herramientas que le permitan gestionar sus emociones, así como una guiar su comportamiento.
Sin embargo, cuando vemos un niño que pega, contesta o se pasa el día entero molestando a sus hermanos, amigos, padres… no nos damos cuenta de que el problema es de base, de la base educativa del pequeño, y que de poco sirve una regaño puntual si no se ataca el problema desde la raíz.
Es normal cometer errores, no somos máquinas perfectas y debemos adaptar la forma de educar a la personalidad de cada hijo, por lo que de entrada sabemos que irremediablemente, nos vamos a equivocar en muchas cosas. Pero al final, lo que debemos tener en cuenta siempre es la necesidad de aplicar, con disciplina y coherencia, normas y estrategias educativas, evitando caer en errores comunes como los que os detallamos a continuación.


No regañes en público
Siempre hay que llamar la atención en el momento si estamos ante una situación de peligro, como cuando van corriendo por la calle sin mirar o empujan a otro niño hacia la carretera sin darse cuenta del peligro que conlleva. Sin embargo, hay que evitar regañar o disciplinar al niño delante de la gente. Cuando lo haces, ellos están más centrados en las personas de alrededor que pueden estar escuchando el regaño que en lo que les estás tratando de enseñar.
Cuando haya que llamar la atención al niño deberemos hacerlo en privado, en un sitio donde podamos hablar de lo que ha pasado sin que nadie distraiga o interrumpa. Si no podemos encontrar un lugar adecuado en el momento, entonces es mejor que brevemente les llamemos la atención, y decirle que hablaremos después en casa. Y hacerlo, nunca olvidar que hemos dicho que lo hablaríamos más tarde.


No escatimes con las instrucciones
Le has dicho un millón de veces que no deje su chaqueta tirada en el suelo, así que ¿por qué sigue haciéndolo? Lo creas o no, probablemente no comprenda realmente lo que le estás pidiendo, después de todo, cuando le pides que se “comporte bien” implica diferentes cosas dependiendo de si estamos en el parque, en el cine, cenando, en casa de los abuelos o en la de algún amigo. Por eso debemos hacer las instrucciones lo más específicas posibles, dile lo que debe hacer o lo que esperas que haga, por ejemplo; “Por favor, cuelga tu chaqueta en el closet cuando llegues a casa”, en lugar de lo que no quieres que haga: ‘no tires tus cosas al suelo”.


Sobornar al niño para evitar rabietas o conseguir algo rápidamente
Puede que te sientas tentado, de vez en cuando, con sobornar a tu hijo para cortar una rabieta o para que haga algo con rapidez. Esta estrategia funciona en el momento pero tiene consecuencias a largo plazo porque lo que estás haciendo es premiar un mal comportamiento, así que luego no te sorprendas si tiene rabietas simplemente para conseguir lo que quiere.  
Los niños necesitan darse cuenta de que comportarse bien, ya sea esperar pacientemente en una cola del supermercado o ser amable con un amigo o hermano, no tiene un premio, sino que simplemente así es como se espera que se porten.


Desatender el hambre y la alimentación del niño
No puedes esperar que el niño se comporte bien si tiene hambre, “nadie puede”.
El hambre dificulta la concentración y hace que los niños se porten peor. Los niños necesitan alimentarse bien para poder centrarse y escuchar. Por eso si ves que se porta mal es mejor que actúes de la siguiente manera: “He visto que le has quitado de las manos el juguete a tu hermano. Tienes hambre, ¿no es así? Hablaremos de lo que has hecho después de tomar la merienda”.
Esto es aplicable también cuando el niño tiene sueño (o cuando te pasa a ti, con hambre o sueño podemos excedernos o actuar con impaciencia con el niño).


Dar discursos y argumentos demasiado largos
Por supuesto que debes explicar a tu hijo el porque derramar agua sobre el perro ha estado mal pero sus travesuras no requieren de una conferencia de 40 minutos, además, probablemente te deje de escuchar a las dos frases. En su lugar explica brevemente por qué empapar al perro no ha estado bien y deja claro que no debe hacerlo de nuevo.

Volverse loco
Es difícil mantenerse tranquilo cuando el niño acaba de tirar en inodoro tu reloj favorito pero gritar elimina la posibilidad de llegar a tu hijo. Los niños no pueden absorber lecciones cuando se les grita. Lo que se logra con ello es que automáticamente bajan su “Reja Santa María” y no te escucha (se cierran en banda), o se vuelven locos contigo y acaban también gritando. La mejor opción es tratar de hablar siempre con tranquilidad ,explicando qué no nos ha gustado lo que hizo y cómo te sientes ante ese hecho.

Tomarse las cosas como algo personal
Las razones para actuar de los niños son múltiples y muy variadas, no tienen autocontrol y se aprenden a base de poner a prueba los límites. Necesitan tu atención para su desarrollo, no lo están haciendo porque no te quieran o no les gustes, simplemente están explorando cómo conseguir lo que quieren o de qué manera, ya sea esto cariño, helado o 5 minutos más de juego.
Si te tomas estas cosas a lo personal no te saldrá ser cariñoso y esto tendrá consecuencias en tu vínculo afectivo con él. Continúa dándole besos y abrazos pero hazle saber que, de la misma manera que tú no faltas al respeto a tu hijo, no permitirás que él te lo falte a ti.


Avergonzar o comparar al niño
Avergonzar al niño o compararlo con sus hermanos u otros peques nunca es una práctica educativa buena. Esto hace al niño sentirse resentido hacia el otro e impide que pueda mejorar en su comportamiento. La disciplina se debe aplicar centrándonos en lo que cada niño hace bien y no en comparar actitudes. Cuando lo hacemos de esta manera los niños mejoran sus actitudes y aptitudes y se relacionan con positivismo con los demás.

Sobrepasarse
Es fácil exagerar cuando estás enfadado o decepcionado con tu hijo pero para que la disciplina que aplicas sea efectiva el castigo o la consecuencia debe ser proporcional a lo que hizo, y no  al nivel de frustración que tú sientes. Cuando te sobrepasas con el castigo impuesto no solo estás siendo injusto sino que, además, presenta un desafío enorme llevarlos a cabo.
Para evitar castigos exagerados es bueno establecer unas reglas en casa con consecuencias lógicas si no se cumplen, así ellos sabrán qué pasará si las pasan por alto. Por ejemplo, hazle saber a tu hijo que si no recoge su habitación cuando se le pide deberá hacerlo siempre antes de ver su serie favorita en la tele.

Pasar cosas por alto
Que las normas se cumplan solo esporádicamente enseña a tu hijo que no es importante romperlas porque no hay grandes consecuencias. La inconsistencia hace sentir al niño que tu no estás a cargo, lo que les genera confusión. Si dejas que te dé una patada por diversión cuando estás jugando con él esto le inducirá a pensar que también lo puede hacer cuando se enfada. Evita caer en esta trampa reconsiderando tus expectativas regularmente y cuando tu hijo no lo cumpla hazle saber que te has dado cuenta y aplica la consecuencia acordada para que entienda que todo acto tiene su consecuencia.


Tomado de Serpadres.es


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