“No existe una fórmula mágica sobre cómo
afrontar la emigración de nuestros hijos”
Vivimos en un mundo globalizado, donde cambiar de país parece
tan simple como mudarse de urbanización o ciudad, y cada vez son más los
jóvenes que deciden abandonar su patria para probar suerte en otras fronteras.
Decirle
a los padres “me voy” es
un paso importante para un joven que agarra las maletas en busca de nuevos
proyectos, autonomía y un lugar en el que las cosas puedan “ser mejores para él
y su futuro”
La emigración de los hijos puede representar para muchas padres
un momento muy difícil de enfrentar, pues en la mayoría de los casos no existe
una preparación para dejar ir a los hijos, menos aún si se van a otro país. No existe una fórmula mágica sobre cómo afrontar la emigración
de nuestros hijos.
Durante los últimos años en miles de hogares
venezolanos se ha repetido la misma escena, jóvenes que les dicen a sus padres
“me voy”, en busca de nuevos lugares de estudio, nuevos proyectos, autonomía o
de un lugar en el que me pueda desarrollar profesionalmente y en el que
encuentre una mejor calidad de vida.
A partir de ese momento muchos de nosotros,
como padres, entramos en conflicto interno, pues aunque si bien es cierto que
los padres que amamos a nuestros hijos siempre deseamos lo mejor para ellos y
queremos que sean felices, también es cierto que los queremos lo más cerca
posible. Así “lo mejor para ellos” entra en franco conflicto
con “lo mejor para nosotros” y
comenzamos a sentir emociones
contradictorias o ambiguas, por una parte está la alegría y esperanza de un
posible mejor futuro para ellos y por el otro lado se encuentra la tristeza por
la distancia y la pérdida del contacto en el día a día.
Nunca debemos olvidar que el proceso de migrar también supone
un desgarro y un gran esfuerzo por parte de nuestros hijos para adaptarse a una
nueva cultura. La migración crea una ruptura y una separación entre los que se
quedan y los que se van, entre el “aquí” y el “allá”. El que sean ellos los que
toman la decisión de marcharse, no significa que se les haga más fácil el cambio. Lo fundamental
para afrontar esta situación es entender que se trata de un proceso, en el que
nosotros mismos decidimos cómo afectará nuestra vida.
La mayoría de los padres cuyos hijos han
emigrado no nos habíamos planteado vivir esta etapa de la vida alejados de
ellos, sintiendo la soledad en casa y sin saber qué hacer pero debemos seguir
adelante y apoyarlos, por ello, una vez
afrontada la situación, debemos alegrarnos por su tenacidad, valentía, responsabilidad
y toma de decisión; por atreverse a
dejar muchas veces la comodidad de la casa y el calor de hogar por buscar su
felicidad en un lugar distinto. Y si confiamos en la educación que les dimos,
no tenemos nada que temer.
Cuando las bases de su formación han sido sólidas, el
temor de los padres debe disminuir y el apoyo de nuestra parte debe aumentar. “Ser padres es darles tanto raíces como alas para volar”.
De
acuerdo con el psicólogo de familia Miguel Ángel Cárdenas, “la decisión de
partida de un hijo de la casa siempre será más difícil para los padres que para
los hijos. Lo primordial es tratar de mantener una
relación profunda e íntima con ellos y para lograrlo la comunicación es
primordial. Hoy en
día, existen muchos canales de comunicación que hacen que esta experiencia sea
menos traumática para ambas partes, por lo tanto es
muy importante mantener una buena comunicación entre padres e hijos. No se
trata de saber qué están haciendo en todo momento, y mucho menos pensar que si
no hablamos con ellos a diario es porque hemos dejado de importarles. Es seguir
dándoles nuestro apoyo, orientación y guía, entendiendo que ahora la relación
se desarrolla de una manera distinta y que debemos aprovechar al máximo los
momentos que se comparten.
Son cada vez más los
hijos que se van de casa: a algunos se les va uno, a otros dos, y en algunos
casos todos. Estamos viviendo en un
mundo cada día más globalizado, en el que mudarse de país es el pan de
cada día pero en el que tenemos la suerte de que la tecnología ha avanzado
tanto que, a pesar de las distancias, la comunicación es posible y sencilla. Gracias a ella, podemos ver caras, enviar fotos o videos en vivo, y
hasta cenar on-line como si estuviéramos juntos en
casa, más allá de que una aparato electrónico de por medio es lo que nos impide
abrazarnos o darles de probar lo que estamos comiendo.
Muchas personas opinan que debido a la madurez
que adquieren los hijos al salir de casa y por tener como familia , que buscar la calidad en los
momentos compartidos a distancia, la relación padre-hijo se fortalecerá y será
mejor y más fuerte que cuando estaban
juntos en casa.
Basado
en: Yoemigro.com, InmigrantesEnMadrid.com,
Es.aleteia.org,
Contratransferencia.com,
Sophiaonline.com, Vanguardia.com
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