lunes, 19 de febrero de 2018

Artículo: Cómo los problemas del entorno permean nuestros hogares














Ser madre o padre es una de las aventuras más maravillosas que un ser humano puede experimentar, pero también implica responsabilidades que debemos asumir con paciencia, empatía, solidaridad y comprensión si la meta es hacer un buen trabajo en el desarrollo y crecimiento de nuestros hijos.
Generalmente los padres deseamos, por encima de cualquier otra cosa, la felicidad de nuestros hijos, lo cual a veces conlleva a un esfuerzo importante para lograr su bienestar.

Pero la vida está llena de altibajos y desde muy pequeños, los niños también pueden sufrir decepciones en su vida. Los niños y adolescentes, viven sus sentimientos y emociones al máximo y cuando pasan por esos altibajos, pueden pasarse días en estado letárgico, sin querer ver a nadie, sin ganas de nada, irritables en casa… es como si el mundo hubiese acabado.

La realidad política del país, la no aceptación a los cambios, la inseguridad, el trabajo o colegio, los sueldos bajos, las amistades, la crisis social, mediática, médica y alimentaria por la que está atravesando el país, las despedidas e incertidumbre; pueden ser algunos de los causantes de esos sentimientos y emociones que nos empañan el día, nos hacen ver todo gris, mantienen nuestras cabezas muy ocupadas y preocupadas afectando esto la relación familiar. 

Es fundamental que aprendamos a reconocer, aceptar y a encauzar las emociones; tareas en las que los padres debemos ejercer una labor de apoyo y de constante acompañamiento a nuestros hijos;  ya que ese será el primer paso para poder manejar y regular las emociones de forma adecuada.

Reconocer, es identificar qué emociones siente cada uno ante diferentes situaciones y, aceptarlas es normalizarlas, es decir, debemos saber y a la vez transmitirles a los niños que todas las personas sienten rabia, tristeza , alegría, miedo, decepción…para poder manejarlo después de forma adecuada.
Cuántos de nosotros hemos escuchado a familiares o amigos decir que perdieron su trabajo, porque la fábrica, compañía o el negocio cerró.  Los niveles de desempleo y la hiperinflación han provocado que el presupuesto familiar de muchos de los hogares haya bajado de manera desmesurada afectando la capacidad para cubrir las necesidades primarias de comida, alimento y vestimenta,  causando sentimientos de rabia, impotencia y mucha frustración entre los miembros de la familia.

Por ser la familia, el epicentro de nuestras relaciones, es natural que en ella descarguemos todo lo que nos pasa afuera, por lo tanto es la más afectada. A ella llegamos y expresamos nuestros miedos y tensiones, convirtiéndose muchas veces en el escenario donde las discusiones se hacen presentes entre los padres, entre los padres e hijos, donde hay llantos, crisis, se disparan situaciones de quejas y reclamos, siendo los hijos los que más sufren bajo estas circunstancias.

Para un niño, sus padres son sus bases y sus raíces, somos los que le podemos ofrecer la confianza que necesita en estos difíciles momentos de cambios, de inestabilidad, de preocupación. 
Según la sensibilidad del niño y, sobre todo, la edad que tenga, los cambios pueden afectarle en mayor o menor grado. Un niño mayor puede atenuar la tensión que siempre provocan los cambios, si se siente apoyado por sus padres y experimenta que ellos están tranquilos.

En medio de tantas situaciones difíciles en las que nos encontramos inmersos y que pasan a nuestro alrededor, así como ante la dura crisis generalizada de nuestro país, se están generando grandes tensiones en la familia ya que las alternativas ante las mismas son difíciles.
Debemos estar muy pendientes del nerviosismo que nosotros mismos sufrimos o podemos llegar a sufrir ante una nueva situación o experiencia ya que el mismo también se lo trasmitiremos a nuestros hijos.
Es normal que como personas que enfrentamos una crisis nos sintamos inquietos, con angustias y temores, pero no debemos dejar que esos sentimientos nos gobiernen, al contrario, debemos usar la razón, aprender a tener control y confianza. Debemos cuidar el bienestar de nuestra familia  y eso implica andar de la mano con los valores como la comunicación, la honestidad y el buen ejemplo.

Como padres, debemos aprender a valorar y cuidar a nuestra familia, ya que en ella tenemos un gran tesoro, mucho más valioso que cualquier cofre lleno de piedras preciosas.


Basado en:

Guía infantil.com, familias.com, healthychildrens.org, madreshoy.com, uncomo.com, usccb.org, bebesymas.com

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