lunes, 19 de marzo de 2018

Artículo: LAS “MAMIS” Y “PAPIS” DE LA ESCUELA


 

Hasta donde yo me quedé, uno elige una escuela para sus hijos con base en la que es más compatible con sus necesidades y principios. Vas, preguntas, hablas, aplicas y una vez que pagas y firmas tu contrato, el siguiente paso debería de ser, según mi punto de vista: confías.

Confías en que la institución que elegiste sabe hacer su trabajo y, pensaría, que al inscribir a tu hijo estás aceptando su sistema y sus decisiones porque son las que más se asemejan a los tuyos.

Pero resulta que esto ya no necesariamente funciona así y esto, en gran parte, gracias a los famosos (y temidos) chats de los salones de la escuela.

Con todo lo que amo el WhatsApp y todas las cosas que resuelvo gracias a esa maravillosa app, los chats de las "mamis" me parecen el peor invento de la historia. Me asustan. Y no solo eso, estoy convencida de que lejos de resolver, generan mucho más conflicto y confusión que otra cosa.

Olvídense de los espeluznantes casos de mamás que discuten y se pelean en estos grupos, las que se ponen a platicar un tema entre dos personas -en medio de las 45 que conforman el grupo-, las que lo usan para vender, las que nada les parece, las que mandan fotos de la fiesta de su hijo -a la que solo invitaron a 8 del grupo-, las que no leen nada y preguntan lo mismo que les acaban de decir y las que creen que es un chat de sus amigas y no un grupo de desconocidos cuyo único objetivo (se supone) es comunicar un dato. Y, por supuesto, los 35 gracias que la gente cree que tiene que poner c-a-d-a v-e-z que se recibe un mensaje.

Todo eso es lo de menos.

Lo de más, es que los grupitos de las "mamis "nos han hecho pensar que alguien nos pidió nuestra opinión en cuanto a lo que sucede dentro de la escuela y en los salones de nuestros hijos y peor aún, que son una herramienta que nos ayuda a ser mejores papás y mamás porque podemos resolverle cualquier tema a las criaturas...

Sí.

Ahí está la mamá que no está de acuerdo porque la maestra dejó sin recreo a su chiquillo porque pobrecito (sin saber que su diablito lleva dos meses molestando a todos los compañeros y esa fue la manera de ponerle un alto). La que diario pide la tarea porque a su niñito "otra vez se le olvidó anotar ¡qué distraído!" (sin entender que la única razón por la que el "niñito" no anota es porque, obvio, está mucho más cómodo que su mamá diariamente se la consiga, y probablemente también, se la haga o participe muy activamente en hacerla). La que está muy consternada porque su hijo se sintió muy mal por no ganar el concurso de “XXX” y eso no es justo, la que está furiosa con la maestra porque les puso un examen sorpresa a los niños y estuvo "demasiado difícil... " y así miles y miles de "opiniones inconformes".

¿Cuándo nuestros papás interfirieron en nuestras escuelas?

Francamente, qué barbaridad ¡¿cómo se atreven los profesores y las escuelas a poner límites, consecuencias y pretender que los logros sean reales o que alguien repruebe una materia porque no tiene ni idea de qué va...?!

¡Indignante!

Estimados padres de familia: ¡¡reflexionen!!.

La escuela es un período de la vida, fundamental en la vida de un niño. La función principal de la escuela es ayudarlos a aprender a socializar. A vivir en comunidad. A resolver. A convivir con los que te caen bien y ¡sobre todo con los que te caen mal!. A adaptarte. Organizar. Administrar. Compartir. Esperar. Tolerar. Negociar. Pelear. Enmendar. Respetar. Asumir. Jugar. Trabajar y un millón de cosas más que nada tienen que ver con las materias que se enseñan.

La escuela es un ensayo para la vida en donde, sí, efectivamente, hay gente nefasta, gente súper simpática y buena, gente muy exigente y personas muy incompetentes. En donde se viven cosas y situaciones divertidas, aburridas o muy injustas. Donde se enfrentan retos y se llevan a cabo proyectos que nos gustan y otros que nos chocan y nos cuestan muchísimo trabajo, problemas, soluciones, oportunidades, momentos difíciles y ratos de recreo.

Para eso y mil cosas más es para lo que sirve ir a la escuela.
Y nosotros, bajo la bandera de estar "muy involucrados con los hijos" estamos impidiendo que esto se lleve a cabo.

La buena noticia es que probablemente sus niños salgan del liceo con buen promedio (¿o es de ustedes?), la mala, es que estos muchachos no van a tener “una sola herramienta” para resolver cualquier situación que se les presente en la vida.

Estamos pidiendo, resolviendo y haciendo las tareas de nuestros hijos. Metiéndonos en sus problemas con sus amigos (o peor todavía, siendo la que provoca los problemas...) Organizándoles todos sus planes (incluido su viaje de graduación que, “obvio”, se merece por todos sus esfuerzos). Pagando por que les hagan sus maquetas porque estaban muy cargados de cosas y además no sabían cómo hacerlo. Dibujando sus diagramas "porque no le salió parejito". Crucificando a cualquier profesor que ponga en duda sus capacidades o resultados y ni se diga, si pretende reprobarlo. Y lo más grave: negándonos rotundamente a aceptar que nuestro hijo pueda ser el bully, el que se robó algo, el que falta al respeto, dice mentiras o que nadie puede manejar y se le sugiere buscar apoyo externo.
Criticamos los métodos de las escuelas que nosotros elegimos. Y mandamos a la hoguera a cualquier persona que se interponga, así sea un poquito, en el camino de nuestros cachorros.

Para eso somos sus papás y que no se diga que no estamos involucrados ¡¡faltaba más!!

Ajá… Les repito….

La buena noticia es que probablemente sus niños salgan del liceo con buen promedio (¿o es de ustedes?), la mala, es que estos muchachos no van a tener “una sola herramienta” para resolver cualquier situación que se les presente en la vida.

Esto no es una idea loca mía. Es una realidad a la que se están enfrentando las universidades, los invito a informarse.

Los muchachos están llegando a la carrera sin saber hacer tareas, reflexionar, resolver, negociar con los profesores, establecer un punto, argumentar algo o presentar un proyecto. Ya ni se diga a aceptar sus resultados. Una materia reprobada es el fin del mundo.

No tienen idea de lo que es perder, ¿cómo van a saberlo, si ellos eran unos campeones? ¿cómo pasó eso?

Vaya, hay mamás que en la universidad piden hablar con los profesores para revisar las calificaciones de sus hijos. Amenazan, se enojan, tratan de comprarlos y hacen uso de todas sus herramientas de intimidación para exigir que sus hijitos -de 23 años- aprueben su materia. ¡Qué falta de vergüenza!.

En el afán de "ayudarlos" estamos poniendo en el mundo personas completamente DÉBILES emocional y socialmente. Queremos salvarlos de cualquier incomodidad y resolver cualquier problema y utilizamos el WA en parte, para poder seguir haciendo nuestras cosas y a la vez resolver, criticar, opinar… en los asuntos relacionados con la educación formal de nuestros hijos y su estadía en el colegio.

Me quedo muy corta en los ejemplos y estoy segura de que ustedes también.
Mi objetivo no es burlarme, juzgar, satanizar, ni mucho menos menospreciar el trabajo que cada papá o mamá hace. Al contrario.

Pero díganme por favor ¿cuándo nuestros papás interfirieron en nuestras escuelas? Ibas, disfrutabas, te las echabas al hombro, estudiabas, reprobabas, pasabas, sobrevivías, asumías... ay de nosotros si mandaban llamar a nuestros papás porque te pasaste en tus comentarios, bromas o tu comportamiento dejaba que desear.  
Ahora, en el mundo al revés, ¡ay de aquel profesor que pretenda llevar a cabo cualquier consecuencia que incomode un poquito al alumno porque para eso estamos sus padres y de ninguna manera se lo vamos a permitir!

#TodoMal

Me preocupa real y gravemente el impacto que esto va a tener en nuestro país (y en nuestras vidas) si seguimos por este camino y si, además, lo combinamos con los permisos y situaciones inadecuadas para la edad. El alcohol. Las drogas. Las redes. El sexo y demás ingredientes ideales para fabricar una bomba atómica social.

Lo que les quiero decir es que nuestros hijos no se van a levantar un día a los 30 años siendo personas responsables, equilibradas, empáticas, resilientes y productivas.

¡No es magia!

No se levanta uno a correr un maratón el mero día. Hay que entrenar meses para conseguirlo y nosotros estamos pretendiendo formar "campeones" sin un solo día de entrenamiento, sin un calambre, sin un esfuerzo, sin una sola pared que brincar. Creemos que trazarles el camino, quitarles cualquier piedrita y arreglarles todos sus errores va a ser suficiente. ¡No! Lo que nuestros hijos necesitan es acondicionarse. Caerse. Administrarse. Esforzarse. Chillar de frustración y volver a empezar. 

Necesitan aprender a ganar s-o-l-o-s.

El "palito uno" de ese entrenamiento es, nada más y nada menos, la escuela.
¿Cómo van a aprender nada si no los dejamos ni conseguir la tarea cuando se les olvida, armar su plan del viernes, arreglarse con su profesor, asumir la consecuencia de no estudiar o de faltarle al respeto a alguien?

¿Cómo van a saber lo que se siente lograr algo si hacemos TODO por ellos?

No "papis" y "mamis". Estar involucrados no es, de ninguna manera, meterse en los sistemas y decisiones de la escuela ni en los métodos y criterios de sus profesores. Eso se llama controlar.

Involúcrense en lo que ven en la tele, con quién están chateando a las 12 de la noche, a qué fiestas van y que no se pasen la vida pegados a una pantalla. Controlen los permisos, la clave del wifi y la cantidad de dinero que les van a dar cada semana.  Eso sí depende de nosotros y debemos hacerlo.

Lo de la manera en que la escuela hace su trabajo no nos corresponde. ¡Esa parte no nos toca a nosotros y que felicidad, una cosa menos que hacer!
Lejos de eso. Inviertan su tiempo en algo más productivo. Claro que hay que estar enterados y solo acercarse cuando hay algo muy, muy puntual o cuando el colegio solicita nuestra presencia.

Lo que sí es urgente es hacer equipo con las escuelas para educar EN CONJUNTO a nuestros hombres y mujeres del futuro, no estar armando revoluciones vía WA quejándonos de todo y sobreprotegiendo a nuestras “bebés” sin dos gramos de objetividad.

Confiar en la institución que elegimos. Alinearnos a sus decisiones y sistemas. Apoyar para que los resultados se potencialicen y soltar los papeles que no nos corresponden. Eso es lo que tenemos que hacer... eso y saber que si de plano no estás de acuerdo con la escuela que elegiste siempre puedes buscar otra opción...

¡Zapatero a tus zapatos... por favor!

Tomado de: L’amargeitor en huffingtonpost.com
 Este contenido representa la opinión del autor
y no necesariamente la de HuffPost México.




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