Siempre se habla de la importancia de la
autoridad de los padres, así como la de las normas, límites, valores y saber
decir “no” cuando sea necesario.
El objetivo del ejercicio de la autoridad, es
formar el carácter y la voluntad de los hijos, de modo que cuando crezcan
puedan afrontar de la mejor manera los desafíos de la vida. Por eso hay que
prestarle atención cuando un niño presenta actitudes caprichosas con
frecuencia, pues quiere decir que hay fallas en la autoridad paterna y es
necesario hacer correctivos.
Los
niños comienzan a ser caprichosos a partir de los 2 años porque aún no
entienden de reglas y límites por eso resulta fundamental la actitud de los
padres desde el primer momento para que cuando el niño crezca esto no se
convierta en un verdadero problema, ya que un niño caprichoso que es siempre el
centro del mundo se volverá casi sin duda en un niño tirano que exigirá a
sus padres todo lo que se le antoje y no es lo mismo ceder a un niño de 4 años
que a uno de 14.
Nadie nace caprichoso, es la educación
recibida la que permite o motiva de algún modo, a que los hijos desarrollen
este tipo de comportamientos. Concretamente las siguientes actitudes de los
padres conducen a que los hijos se vuelvan caprichosos: la sobreprotección,
impedir o resolverles la mayoría de los problemas, evitarles cualquier esfuerzo
o responsabilidad y ser demasiado complaciente con sus deseos.
Un niño caprichoso es un niño que quiere y exige las cosas
porque siempre consigue salirse con la suya. Si un niño después de una pataleta
o una rabieta consigue lo que quiere, algo se está haciendo mal como
padres.
Pero
ser caprichoso y desde pequeño haber conseguido todo lo que quiere solo le
traerá consecuencias negativas para cuando empiece a crecer y a
tener que madurar porque la realidad de la vida no es esa y por lo tanto tendrá
baja tolerancia a la frustración y no sabrá afrontar las dificultades de la
vida. Por esto resulta tan importante educar a los niños para que no se vuelvan
caprichosos.
Francisco Gras en su blog para padres,
agrega que “Las actitudes egoístas, perezosas, pasivas y poco colaboradoras de
algunos hijos, que solamente hacen lo que les gusta o les apetece, pueden ser
la consecuencia de tener o haber tenido todo y más que lo necesario, sin haber
hecho nada para conseguirlo. No han debido entender, que quien quiere algo debe
esforzarse para conseguirlo, para no crecer como personas infantiles, egocéntricas
y caprichosas.”
Tanto los hijos como los
padres deben entender que “Los caprichos no son
necesidades”
¿Qué hacer ante un hijo caprichoso?
Lo primero y más importante es darse cuenta
de que el hijo es caprichoso, y que algunas actitudes propias han incitado a
que esto ocurra. Reconocer que ha fallado, no lo convierte en un mal padre,
todo lo contrario, de los errores salen grandes aprendizajes y versiones
mejoradas.
El paso a seguir sería preguntarse y
analizar: “cuándo, dónde, cómo, cuánto y por qué los hijos son caprichosos. Las
respuestas servirán para encontrar soluciones que ayuden a modificar el
comportamiento caprichoso de los hijos” recomienda Francisco Gras.
Un niño caprichoso será un adulto con muchas
dificultades. Es importante atender estas señales y tomar correctivos ya que
una intervención a tiempo puede cambiar el rumbo de todo.
Adaptado de LaFamilia.info y guiainfantil.com
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