Como
papás tenemos la idea de que nuestros hijos merecen que les demos una respuesta
correcta a todas sus preguntas.
Sin
embargo, es imposible saberlo todo. Y aunque no lo creas, es malo que los niños
nos vean como la fuente de sabiduría o el medio seguro de lograr sus
peticiones.
¿Cuáles
preguntas necesitan respuestas precisas e inmediatas? ¿Cuáles son las
preguntas que no tienes que contestar?
Los siguientes tipos de preguntas merecen una respuesta
clara generada por tí:
1.
Preguntas que tienen que ver con la seguridad y la salud.
Por
ejemplo, las preguntas “¿Tengo que lavarme las manos antes de comer?” o “¿Puedo
jugar con tu encendedor?” tienen respuestas obvias.
Sin
embargo, a veces los niños preguntan para ver hasta dónde pueden llegar. En
estos casos, no titubees ni des explicaciones. Tu respuesta tajante debe dejar
claros los límites que protegen la seguridad y la salud de tus hijos.
2.
Preguntas sobre las reglas y rutinas de la casa.
Si
ya están definidas ciertas reglas y rutinas en casa que
ayudan al orden y la convivencia, no son negociables.
Por
ejemplo, “¿Puedo salir a jugar antes de hacer la tarea?” es una pregunta fácil
de contestar. Si empiezas a hacer excepciones a ciertas reglas establecidas, el
resultado puede ser caótico.
Si tus
hijos ven que este tipo de pregunta siempre arroja la misma respuesta tuya, ya
dejarán de preguntar y seguirán las reglas automáticamente.
3.
Preguntas sobre su estatus en la familia.
Nunca
debes dejar en duda el lugar seguro que tiene cada uno de tus hijos en la
familia y en el corazón de sus padres.
Cada
niño debe contar con el amor, el apoyo y la aceptación incondicional dentro del
seno familiar.
Por
ejemplo, si estás divorciada o separada de tu pareja y tu hijo te
pregunta, “¿Mi papá me quiere?” debes contestar con un rotundo “Sí”, aunque tú
no sientas su apoyo.
Los
hijos necesitan saber que son queridos para formar una imagen adecuada de sí
mismos.
En cambio, este tipo de preguntas no necesita una
respuesta inmediata tuya:
1.
Preguntas sobre el mundo.
Los
niños son observadores y curiosos. Qué maravilla escuchar sus preguntas sobre
el mundo que los rodea: “¿Por qué el cielo es azul?” “¿Cómo sabe mi lengua si
algo es salado o dulce?” “De dónde vienen los bebés?”
Este
tipo de pregunta es una oportunidad para que tú estreches la relación entre
ustedes diciendo, “No sé. Tú, ¿qué piensas?”. Y luego de escuchar
su idea con atención, te puedes ofrecer a investigarlo juntos.
Estas
preguntas demuestran que tu hijo está observando y reflexionando sobre su
mundo. Si tú respondes inmediatamente con la respuesta científica y “correcta”,
estás cortando su proceso inquisitivo y perdiendo la oportunidad para que
practique el pensamiento crítico.
Es
importante que tu hijo vea que tú no sabes todo, y que se vale preguntar cosas
que no tienen respuestas inmediatas. La investigación es un camino divertido e
interesante en donde se puede aprender a pensar.
También
es una oportunidad de guiar a tu hijo a las fuentes de información en libros,
internet, y los museos, y a enseñarle a valorar las respuestas con cautela.
2.
Preguntas sobre permisos.
Nunca
te sientas presionado a contestar rápidamente preguntas como, “¿Puedo ir a
dormir a la casa de mi amigo?”
En
casa tu hijo debe saber que hay un procedimiento para pedir permiso, que tú
puedes tomar tu tiempo para pensar y dar una respuesta, y que la respuesta
puede ser “no”.
También
se vale decir, “Vamos a ver”; “Ahorita no te puedo contestar”; “Lo voy a
pensar”, etc. No tienes la obligación de dar una respuesta precisa hasta que tú
lo veas conveniente.
3.
Preguntas sobre la conducta de otras personas.
“Mamá,
¿por qué mi abuelita no me invitó a su casa?” “Papá, ¿por qué mi mamá me
grita?” “¿Por qué mi amigo no me habló por teléfono?”
Tú no
te puedes responsabilizar de la conducta de personas ajenas ni mucho menos
adivinar sus intenciones. Ojo con interpretar para tu hijo, lo que hagan los
demás. Es mucho mejor decirle, “No sé. ¿Por qué no le preguntas?”
Si tú
te estableces como intermediario entre tu hijo y los demás para explicarle sus
actos, estás coartando su independencia emocional.
Igual
como él tiene que aprender a expresar sus emociones, también tiene que practicar
leer los actos y los sentimientos de los demás.
Una pregunta es una oportunidad: para aclarar algo,
para resolver una duda, pero sobre todo para que tu hijo aprenda a explorar, a
investigar y a llegar a sus propias conclusiones.
Tomado
de about.com
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