Hoy nos ponemos en los tacones de mamá, para
entender su exigente mundo y reflexionar sobre cómo los hijos y el esposo
pueden ayudar a quitarles tanto peso que tienen en sus espaldas. En este
Día de la Madre, dile a tu mamá, a tu esposa o a las madres que tienes
alrededor: “No tienes que ser perfecta, te queremos como eres.”
En la sociedad
moderna las madres: deben ser las “coach” de sus hijos, las mejores esposas,
también competentes y brillantes en sus puestos laborales, deben verse
arregladas, bonitas, Ah, y la casa siempre en orden...
Que si la comida,
que si las tareas, que si ir por los niños al colegio o a alguna de sus actividades.
Que si aconsejarlos, que si enseñarles, que si curar una herida, que si jugar
con ellos... El oficio de una madre a tiempo completo es un cúmulo de
profesiones concentrados en una misma persona, en un mismo empleo .
Empleo que, aunque sea siete días a la
semana, los 365 días del año, no paga salarios, no suele dar vacaciones, no
cotiza al seguro social y agota. No todo el mundo aceptaría un trato así, pero
millones de mujeres lo ejercen desde hace cientos de años cuando se convierten
en madres y a pesar de todo el trabajo, cansancio y frustraciones, es la mayor
bendición y satisfacción.
Pero también es cierto, que todas estas
condiciones han hecho que muchas mujeres se vuelvan inseguras en cuanto a sus
capacidades de ser madre y han olvidando la esencia natural y femenina que
fluye cuando a su cuidado se encuentra un pequeño ser.
Es por ello sumamente importante recordar que
en una familia no todo tiene que marchar a la perfección, precisamente en ese
proceso caótico y hermoso a la vez de crear un hogar, es que realmente se llega
a ser feliz.
Así que el gran consejo para las madres es no
echarse culpas, ni menospreciar su rol; mejor las invitamos a aceptar sus
fortalezas y debilidades, y trabajar por ser mejor pero sin perder de vista lo
más importante: no tienes que ser perfecta para que tus hijos te quieran.
Por consiguiente, date el permiso de sentir
cansancio, o aceptar que has tenido un mal día, o que te has equivocado, o
llora “supuestamente” sin tener razón. El mundo no se acabará, y sí sentirás un
gran alivio de saber que eres completamente normal. Después, respira profundo y
con sólo ver a tu familia, te llegará de inmediato una recarga de fuerzas.
Confía en tí, en tu esencia femenina, en tu
don.
Basado en publicaciones de la familia.com
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