La adolescencia es una etapa de cambio
en la que el niño sale de un mundo de protección para dirigirse a un futuro
incierto. Para Nano López, coach especializado en pre-adolescencia y
adolescencia, se hace fundamental identificar, aceptar y encauzar emociones,
tareas en las que los padres deben ejercer una labor de apoyo y acompañamiento.
Convertirse en adulto puede ser un
camino de espinas. Sin darnos cuenta, vamos evolucionando hacia el futuro y en
muchísimas ocasiones no nos paramos a reflexionar o a hacer un descanso para
saber hacia dónde nos dirigimos.
Dentro de este camino, la adolescencia
es una etapa marcada por los cambios en la que salimos de un mundo de
protección hacia un destino que ni siquiera nosotros mismos sabemos cuál es.
Por ello, una de las bases más importantes para controlar esos cambios, esa
ebullición hormonal, es aprender a gestionar nuestras propias emociones.
Por defecto se considera que tenemos
cuatro emociones básicas: ira, miedo, alegría y tristeza que, según los
estudios realizados por Darwin sobre los actos de expresión de los seres
humanos, son comunes e independientes de los orígenes culturales.
Lo que es importante saber es que estas
emociones nos sirven para dirigir nuestras vidas y todas tienen una función
importante en nuestro desarrollo. Por ejemplo, la ira, considerada por lo
general como una emoción 'mala', puede servirnos para adaptarnos y proteger lo
que consideramos que es nuestro. ¿Es bueno sentir ira? La respuesta es que
depende de cómo actuemos con respecto a ella.
La búsqueda del
equilibrio
Como padres no nos damos cuenta que
somos los principales “programadores” del software de nuestros hijos; una gran
responsabilidad a la que muchas veces no damos valor.
La adolescencia es, en este sentido, la etapa ideal para acompañarlos en ese desarrollo emocional, para lo cual es fundamental no olvidarnos de poner el foco en ellos y no en nosotros.
La adolescencia es, en este sentido, la etapa ideal para acompañarlos en ese desarrollo emocional, para lo cual es fundamental no olvidarnos de poner el foco en ellos y no en nosotros.
Durante esta etapa, los adolescentes
comienzan a afianzar muchos hábitos de futuro, por lo que tenemos que hacer que
sean ellos mismos los que tomen conciencia de sus propias emociones y de cómo
las viven.
Expresar, aceptar y
orientar sentimientos y emociones
La
herramienta más importante en este sentido es tomar conciencia de la relación
que existe entre la emoción, su gestión y el comportamiento. En ese sentido, hay que enseñar a nuestros
hijos a generar estrategias para aprender a expresar sus emociones tal y como
las sienten. Haciéndolo, los jóvenes lograrán comprender su estado emocional y
aceptar que los sentimientos y emociones deben ser “regulados” para crear una
estabilidad emocional que los ayude a prevenir estados negativos y, así,
conseguir objetivos con mayor claridad.
Fuente: www.serpadres.es