lunes, 25 de abril de 2016

Artículo: EL SÍNDROME DEL BURNOUT: MADRES Y PADRES AGOTADOS


 

Ser mamá o papá es un trabajo de 24 horas al día 7 días a la semana y por tiempo indefinido. Un trabajo que a menudo no es reconocido por nadie ni valorado socialmente. Un trabajo excepcional retribuido con besos y abrazos pero que en ocasiones puede parecer incluso ingrato.
Aunque no siempre es así, hay ocasiones en las que hacer frente diariamente a rabietas, a un niño con intolerante, exigente, mandón, contestón, … llevar todo el peso de la casa y de la educación de nuestros hijos, tener un bebé de alta demanda (temperamento difícil) o con alguna dificultad, puede acabar haciendo mella en nuestro cuerpo.
Sentir que ya no puedes más, porqué no tienes un segundo para tí ni siquiera para ir al baño sola. Sentir que las cosas más básicas te representan un mundo, enfadarte más a menudo de lo que debieras o llorar por cualquier motivo, alzar la voz más de lo que debieras …

¿Te has sentido así en algún momento últimamente? ¿Te reconoces en alguna de estas frases? Si es así quizás sufres lo que conocemos como el síndrome del BURNOUT.
El síndrome del burnout no es exclusivo de profesores, enfermeras o personas que cuidan de gente mayor. No, los papás y mamás también sufrimos de burnout o estrés. Y lógicamente no sólo las o los que estamos las 24h con ellos.
El estrés es algo muy subjetivo, lo que a una persona le estresa puede no producir la más mínima reacción en otra, así que cada cual tendrá sus propios parámetros y límites ante el estrés. Pero lo que sí es cierto es que la exposición continua al estrés reduce los niveles de una hormona muy importante en nuestro cuerpo, el cortisol, responsable de la regulación de la glucosa y de la respuesta de nuestro cuerpo a la tensión.

El Burnout o la sobrecarga de los padres comporta también otros síntomas como:
   Cansancio.
   Irritabilidad.
   Actitud indiferente y negativa.
   Aislamiento social.
   Pérdida de interés por las actividades favoritas.
   Enfermedades frecuentes y dolor crónico.
   Dificultades para concentrarse.
   Cambios en los patrones del sueño.
   Cambios en el apetito y en el peso.
   Sentimientos de desesperación o impotencia.
   Consumo inapropiado de alcohol o medicamentos.

Yo misma, esta semana hablando en la consulta de un doctor (traumatólogo) sobre un dolor en el hombro izquierdo que vengo aguantando desde hace meses me preguntaba “Y a parte de cuidar de tus niños, para tí … ¿qué haces?, ¿cuánto tiempo dispones para hacer cosas para tí?”. – En el momento que escribo este artículo, tengo dos niños: uno de 4 años y otro de 20 meses. Dejé mi profesión para dedicarme a su crianza y hace apenas 10 meses empecé a escribir un blog. A pesar de sentirme muy contenta y orgullosa de todo lo que estoy haciendo, es cierto que en algún momento también siento este tipo de estrés y agotamiento.
Sin el tratamiento adecuado, el agotamiento en este tipo de casos puede impedir que las personas afectadas se puedan desenvolver en su día a día del modo como venían haciéndolo antes de llegar a este punto.

 Afortunadamente, si padecemos el síndrome de burnout podemos recuperarnos fácilmente y evitarlo si seguimos estas recomendaciones:

1. Pide ayuda cuando la necesites a familiares, amigos y personas cercanas.
2. Consulta al médico siempre que sea necesario.
3. Delega los cuidados a tus hijos cuando haga falta. No tengas apuro de llamar a tu madre, tu suegra o hermanos (si los tienes) para que te ayuden, para que se queden con tus hijos durante un rato, ellos estarán encantados de hacerlo.
4. Lleva un estilo de vida saludable. Come bien, haz ejercicio y procura seguir una rutina regular de sueño. A pesar de que creas que no tienes tiempo para ir al gimnasio o hacer ejercicio, seguro puedes encontrar un hueco para andar cada día unos minutos, subir y bajar escaleras…
5. Fomenta tu creatividad: te rejuvenecerá. Búscate un hobbie: la fotografía, la música, la escritura, la costura, la cocina, el bricolaje, el senderismo o la jardinería te permitirán relajarte.
6. Introduce pequeños rituales en tu día a día: meditación, una taza de té, leer un libro o charlar cada día un rato con un amigo son algunas buenas ideas.
7. Respeta tus límites. Aprende a decir “no”.
Relájate y ordena tus prioridades. Piensa en tus metas y en las de tu familia, y concédete un tiempo para descansar cada día.

Escrito por Sara Tarrés de www.mamapsicologainfantil.com



lunes, 18 de abril de 2016

Artículo: "CORRÍGEME PARA QUE APRENDA NO PARA QUE ME SIENTA MAL"



Desde que son pequeños hasta su adolescencia, nuestros hijos llevan toda su vida escuchando correcciones, recomendaciones, consejos y sermones. Otros, recriminaciones y críticas. Algunos, juicios duros e hiriente. Sarcasmos y gritos. Corregirles, por supuesto, pero ¿cómo? ¿Qué crees que opina tu hijo sobre tu manera de corregirle?

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.
Aristóteles


Claro que me has de corregir. Estoy en formación. Me atrevo y pruebo. Me equivoco muchas veces. Sé que ese es tu trabajo: enseñarme mis errores para que no vuelva a repetirlos.
Me pones límites y me marcas el camino. Eso está bien y lo entiendo, aunque no me gusta. Atreverse implica arriesgarse y experimentar. Y equivocarse. Pero no sólo aprendo de mis errores.

Cuando me corriges criticándome, con ironía o con castigos aprendo a corregir así también a los demás. Si me gritas entiendo que es necesario gritar para que me escuchen. Una bofetada “inocente” me indica que yo también debo pegar para que los demás me obedezcan. Y cuando aprendo esto, me convierto en ti y dejo de ser yo mismo.

Me duele que me grites y me descalifiques. Me duele en lo más profundo que creas que “no llego”. Cuando me riñes, yo siento que no valgo. Cuando me criticas, yo siento que nunca podré tomar buenas decisiones sin tí. Cuando me levantas la voz y te pones nervioso, siento que esos mismos sentimientos son los que provocaré en otras personas cuando me vuelva a equivocar.
Entonces ya ni me atrevo ni puedo.

Me enfurezco cuando eres arbitrario con las normas. A veces es “si” pero esa misma norma, a veces es “no” y yo no sé distinguir por qué. En ocasiones me avergüenzas delante de los demás. O me ofreces ayuda cuando no es necesario, como si yo fuera inútil. Me recuerdas constantemente lo que debo hacer y entonces lo que tengo ganas es de no hacerlo. De pequeño te gritaba y tú me obligabas a obedecer. Pero ahora…ahora tengo ganas de romper cosas y de pegarte y te aseguro que no te obedeceré por miedo. Antes me voy de casa…

Lo que necesito, y lo que habría necesitado desde pequeño para no llegar a donde hemos llegado, es que me enseñes a resolver problemas. Que me expliques por qué mi comportamiento no es aceptable. Habría sido fantástico si hubieras podido ver la situación desde mi punto de vista también. Necesito que me dejes elegir y que me ayudes a asumir las consecuencias de mis actos. Cuando me castigas, me quitas el privilegio de aprender de ellas.

Me gustaría que me corrigieras con el respeto que se merece cualquier hijo. Pero como veo que eso es muy difícil para ti, me conformo con que me corrijas como si yo fuera el hijo de tu mejor amigo. Eso me asegurará tu paciencia y tu autocontrol.
Nada me enseña más que cuando yo pierdo el control, tú lo mantengas. Corregir puede hacerse de muchos modos. Eso es fácil. Pero si quieres que además aprenda de mis errores y que confíe en mis propios recursos, entonces…entonces eso ya es más complicado…

Te pido un favor, antes de corregirme, pregúntate: “¿Lo que le voy a decir y cómo se lo voy a decir harán de él una persona mejor?”

Esta pregunta posiblemente te ayudará a intervenir con el respeto que me merezco.

Tomado de solohijos.com



lunes, 11 de abril de 2016

Artículo: LAS NUEVAS ADICCIONES EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

No es fácil hablar de adicciones cuando hablamos de niños, en muchas ocasiones todavía no se puede hablar de adicción como tal, pero si podemos hablar de ABUSO que se podría decir que es la antesala de la adicción.
La definición de adicción hace referencia al hábito de quién se deja dominar por el uso de alguna droga pero también hablamos de los componentes fundamentales de los trastornos adictivos que serían la pérdida de control, la dependencia y la afectación negativa de la voluntad de las personas que se dejan dominar por sus impulsos, y estos criterios si los cumplen otra serie de actividades que pueden llegar a “enganchar” de forma peligrosa a quienes comienzan a abusar de ellas. Son actividades que han llegado con el progreso de la sociedad, la mayoría de ellas nos facilitan la vida, nos dan información y formación y son totalmente inocuas si se saben utilizar. Hablamos del progreso, de la tecnología, y de la adicción o el abuso de la televisión, de los videojuegos, y de internet por parte de nuestros hijos.
No pretendemos alarmar ni criminalizar estas actividades, ya que de por sí, no son peligrosas, pero si alertar y dar pautas para llegar a modificar conductas infantiles que podrían llegar en un momento determinado a convertirse en un verdadero problema.
En esta ocasión nos centraremos en los videojuegos y sus posibles complicaciones si se sobrepasa el límite de lo “normal”.
ASPECTOS POSITIVOS DE LOS VIDEOJUEGOS
   Proporcionan una mayor habilidad psicomotriz, es decir la coordinación ojo mano. Esto es obvio y no tienen más que ver la velocidad con la que son capaces de ir alternando los botones de los mandos.
   Aumentan los reflejos, tienen que ser rápidos y eficaces.
   Se estimula el razonamiento lógico y la capacidad de decisión, puesto que debe jugar con muchas variables a la vez.
   Puede mejorar la capacidad de retención auditiva y visual ya que tiene los dos tipos de información. Es decir, memoria visual y auditiva.
   En algunos juegos se utiliza mucha información que puede llegar a ser interesante. Hay juegos de historia, etc. en los que el niño puede ir aprendiendo a al vez que juega.
   En ocasiones también favorece la interrelación entre niños, cuando se juega entre varios y en algunos niños que no se sienten tan hábiles en otro tipo de juegos como el fútbol, de alguna manera, esta actividad llevada con moderación, puede compensar al niño y hacerle sentirse más integrado en el grupo.
Estos son los aspectos beneficiosos, pero si esto es así, ¿por qué cada vez hay más fracaso escolar? ¿por qué los niños tienen más problemas emocionales?, etc.
Hay otros muchos factores a tener en cuenta en relación a los video juegos:
ASPECTOS NEGATIVOS O PELIGROSOS DE LOS VIDEOJUEGOS
   Partimos de la base de que existen juegos que consisten en atropellar personas virtuales, o matar alemanes en la segunda guerra mundial…. Uno de los mayores peligros del abuso de este tipo de juegos, es fomentar posteriores conductas agresivas.
   Los video juegos, tienen un carácter marcadamente sexista, lo que puede influir en la formación de los niños, viviendo una realidad virtual, en la que las mujeres son objetos pasivos y en las que el protagonista masculino es sobretodo fuerte y poderoso.
   La mayoría provoca altas dosis de adrenalina, estimulando tres de los cinco sentidos, en un intercambio de velocidad auditiva y visual trepidante, que exige una respuesta rápida y una serie de movimientos nerviosos y repetitivos.
   El niño o niña que se expone durante muchas horas a los videojuegos puede tener consecuencias de hipersensibilidad a nivel neurológico y le producirá mayor excitabilidad, sobre estimulación e hiperactividad. En ocasiones puede verse perfectamente un aumento de la actividad del sistema nervioso autónomo, con sudoración de manos, taquicardia, aumento del ritmo respiratorio…
   Al contrario de lo que puede suceder en niños que juegan en grupo de forma controlada, existe el peligro de que el niño pueda aislarse en juegos solitarios y entorpecer las habilidades sociales que necesitan para su evolución. En este caso fomentaría la timidez del niño frente al mundo real.
   Puede desviar la concentración de otras tareas y otras formas de trabajar, si el niño está siempre acostumbrado a trabajar con estímulos tan fuertes, le resultará aburrido el trabajo escolar. Puede de esta forma, perder la motivación por aquellas actividades distintas a los videojuegos.
   Si el niño juega hasta muy tarde, y antes de acostarse, puede perjudicarse el ritmo normal del sueño. No nos cansaremos de decir lo fundamental que es el sueño, tanto en cantidad como en calidad en el niño. Durante la noche el cuerpo humano segrega una hormona llamada melatonina que contribuye entre otras muchas cosas a mantener la calidad del sueño reparador que es necesario para rendir al día siguiente. También es básica para el sistema defensivo del niño, para su crecimiento, previene problemas físicos y psíquicos, y esto hace que el proceso cognitivo del niño siga su desarrollo normal. Esta hormona, solo se segrega por la noche, y si alteramos el sueño o lo reducimos estamos perturbando su producción.
   Aislamiento de la comunicación familiar. El niño está pendiente de la tele, del ordenador o de su consola y puede estar más irritable y cansado con lo que posiblemente nuestro intento de hablar con él termine en conflicto.

RECOMENDACIONES, QUÉ DEBEMOS HACER
   Tiempo máximo de juego.
   El tiempo máximo recomendado es de una hora, y mejor si es en dos intervalos de media hora cada uno. Negócielo, si cumple con sus tareas asignadas, se le puede premiar con diez o quince minutos extra.
   Es preferible comprar videojuegos de varios jugadores, para fomentar la relación con otros niños. Variar la temática, de plataformas, de deporte, de estrategia, etc.
   Siempre saber que videojuego utiliza, evitando aquellos de contenido agresivo, racista, o pornográfico.
   No adoptar una medida totalmente restrictiva. Los videojuegos forman parte de su vida. Podemos interesarnos por ellos, hablar y jugar con ellos. Pero también debemos hablar de los aspectos negativos de determinados juegos y negarnos a que los tengan.
   Si el niño tiene epilepsia, mucho cuidado, como mínimo deberá colocarse a dos metros de la pantalla.
   La luz de la habitación deberá permanecer encendida.
   No dejarle jugar si está cansado o enfermo.
   Ofrecerle alternativas de ocio en los que nosotros participemos. Al principio quizás se resistan, pero para los niños de ahora como para los de siempre, no hay juego que pueda sustituir la relación de afectividad de sus padres, su atención, su disposición hacia ellos. Hacerles ver que la vida también puede ser ver un partido juntos, patinar, ir en bicicleta, ir a nadar, ir de excursión, etc.

CRITERIOS DE ADICCION A VIDEOJUEGOS E INTERNET
Todavía no existe el concepto de adicción a los videojuegos o a internet, pero el DSM IV (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría), define la dependencia como “grupo de síntomas cognoscitivos o comportamentales que indican que el paciente continúa consumiendo pese a sus efectos indeseables, debido a fenómenos de tolerancia y abstinencia.
La tolerancia queda definida cuando el adicto, necesita cada vez más tiempo en contacto con el videojuego o en la red, para experimentar el mismo grado de satisfacción y el síndrome de abstinencia, (malestar y desasosiego cuando no se puede estar en cualquiera de las actividades) que se manifiesta una pérdida de control que provoca agitación psicomotriz y ansiedad y pensamientos obsesivos acerca del juego o de la red.
Se puede considerar adicción cuando se dan tres o más de estos síntomas:
1. Sentir gran satisfacción y euforia cuando se está frente al ordenador o consola.
2. Pensar en internet o los videojuegos, cuando se están haciendo otras cosas.
3. Mentir sobre el tiempo real que uno pasa conectado a la red o a un videojuego (entre 20 y 40 horas semanales).
4. Descuidar la vida de relación, especialmente con la familia, el estudio, etc.
5. Estar inquieto o angustiado cuando no se está conectado al ordenador.
6. Intentar cortar con el ordenador y no conseguirlo.
Otras características son las siguientes:
   Privación del sueño. Se navega o juega más durante la noche.
   Extrema irritabilidad cuando se le interrumpe o se le niega el acceso.
   Abandono de las obligaciones y aficiones. Salen menos los fines de semana, se quedan con el ordenador.
   Reproches debidos al uso de la red, sobre todo por parte de familiares y amigos.
   Incapacidad de control por uno mismo. Se tiene pensado jugar o navegar durante una hora y se está cinco.
   Descuidar la propia salud, como consecuencia del uso del ordenador o de la red. No van a comer, o no cenan, o se acuestan tarde.


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