Querer que obedezca a todo
puede ser peligroso.
Su
“no” es legítimo y necesario. En
caso contrario, si siempre obedece sin cuestionarse nada y oponer resistencia,
corre el riesgo de convertirse en un seguidor y, por tanto, una víctima
vulnerable.
Decir
“no” le ayuda a reafirmarse, a defender lo
que considera justo y a luchar por ello, aunque a nosotros nos resulte incómodo
a veces. El “no” de ahora es la semilla incipiente del “no” a la droga, al
consumismo o a dejarse manipular por los amigos.
Respeta
sus “no” ahora, cuando es pequeño. Entiende sus motivos y conviértelos en
criterios razonables para futuras decisiones.
Ayúdale
a desarrollar criterio para defender sus ideas y enfrentarse a los demás
dialécticamente. Anímale a que
explique sus “no”, a que desarrolle sus argumentos y a que escuche los tuyos.
Ayúdale a entender que cuando hay discrepancias, se puede llegar a soluciones
intermedias donde todos ganen, y no sólo uno.
No le
digas:
- En
esta casa se hace lo que yo digo.
- Eres muy pequeño y no sabes.
- Obedece y calla.
- No sabes lo que dices…
- Sólo dices tonterías…
- No te he preguntado tu opinión…
- ¡Calla! No me interesa lo que vas a decir.
- Mejor mantén la boquita cerrada y no te meterás en líos.
- Eres muy pequeño y no sabes.
- Obedece y calla.
- No sabes lo que dices…
- Sólo dices tonterías…
- No te he preguntado tu opinión…
- ¡Calla! No me interesa lo que vas a decir.
- Mejor mantén la boquita cerrada y no te meterás en líos.
Con
estas frases, sólo le haces creer que su opinión y su criterio no tienen valor
y debe fiarse ciegamente de la tuya. Acabará haciendo lo que tú quieres pero
ten en cuenta que es posible que también acabe obedeciendo ciegamente a los
demás.
¿Cómo
quieres que desarrolle criterio si no le das libertad para equivocarse?
En su
lugar, dile:
- Me
interesa tu opinión.
- Me gustaría comprender tu punto de vista.
- Veo que no estás de acuerdo. ¿Qué propones?
- ¿Con qué parte de lo que he dicho no estás de acuerdo?
- Veo por tu expresión que no opinas como yo. Explícame en qué no estás de acuerdo, por favor.
- Me encantaría saber qué opinas sobre lo que acaba de pasar…
- Yo veo el problema de otra manera diferente a la tuya pero podemos hablar sobre ello.
- Busquemos juntos una solución en la que ganemos los dos.
- Me gustaría comprender tu punto de vista.
- Veo que no estás de acuerdo. ¿Qué propones?
- ¿Con qué parte de lo que he dicho no estás de acuerdo?
- Veo por tu expresión que no opinas como yo. Explícame en qué no estás de acuerdo, por favor.
- Me encantaría saber qué opinas sobre lo que acaba de pasar…
- Yo veo el problema de otra manera diferente a la tuya pero podemos hablar sobre ello.
- Busquemos juntos una solución en la que ganemos los dos.
No
estás cediendo sino dándole una oportunidad de expresar sus ideas, de
defenderlas y por lo tanto, le estás entrenando para sentirse fuerte ante la
presión de los demás.
Le
ayudas a pensar en posibles soluciones alternativas, le enseñas a negociar,
favoreces en pensamiento creativo y divergente y fomentas, en definitiva, su
autoestima.
Quizás
acabe haciendo lo que tú quieres pero no por coacción sino por convicción.
Quizás él tenga razón y sus argumentos sean más convincentes que los tuyos. O
quizás no los tenga pero valores que es mejor ceder, confiar en él y permitirle
la libertad de arriesgarse. Si se equivoca, habrá aprendido. Si acierta,
problema solucionado.
Tomado de solohijos.com
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