¿Qué son los valores?
Los valores son una guía para
nuestro comportamiento diario. Son parte de nuestra identidad como personas, y
nos orientan para actuar en la casa, en el trabajo, o en cualquier otro ámbito
de nuestras vidas.
Nos indican el camino para
conducirnos de una manera y no de otra, frente a deseos o impulsos, bien sea
que estemos sólos o no. Nos sirven de brújula en todo momento para tener una
actuación consistente en cualquier situación.
Por ejemplo, en un transporte
público algunas personas ceden su puesto a una mujer embarazada y otras no. Los
primeros creen en el valor de la cortesía y el de la consideración con otras
personas, sean o no conocidas.
Entre los que no ceden el puesto
es común encontrar niños (que aún no tienen este tipo de valor), o personas ancianas
que valoran más (sin que les falte razón) su necesidad de estar sentados, o
personas que simplemente valoran más su propia comodidad.
Así, los valores nos sirven de
base y razón fundamental para lo que hacemos o dejamos de hacer, y son una
causa para sentirnos bien con nuestras propias decisiones. Cuando actuamos
guiados por valores actuamos por convicción.
La diferencia con otros
comportamientos es que cuando creemos verdaderamente en una conducta que para
nosotros representa un fundamento de vida, actuamos según esa creencia, sin que
nos importe lo que digan los demás. Cuando practicamos la honestidad como
principio, no nos apropiamos de cosas ajenas porque creemos en el respeto por
la propiedad de otros y no porque nos estén vigilando.
Los valores nos ayudan a
proceder según lo que consideramos que está bien o mal para nosotros mismos. En
otras palabras, cuando actuamos guiados por valores lo hacemos sin esperar nada
a cambio que no sea nuestra propia satisfacción y realización como individuos.
Esta satisfacción nos hace
practicar nuestros principios y creencias en cualquier situación. Nos permite
tener una personalidad consistente, independientemente del estado de ánimo o
del lugar en el que nos encontremos.
Hay personas que no practican la
bondad con desconocidos porque creen que no recibirán un justo agradecimiento o
una recompensa. Sin embargo, aunque puedan ser bondadosos con personas que
valoran más (como sus hijos, alumnos, empleados o compañeros de trabajo), no
asumen esa bondad como un principio de vida.
Si nos interesa fomentar ciertos principios de conducta como
padres, sólo la práctica consistente de esos valores nos ayuda a dar el ejemplo
sobre el significado concreto que ellos tienen en términos de actuación.
Es importante estar consciente
que para el bienestar de nuestra comunidad es necesario que existan normas
compartidas que orienten el comportamiento de sus integrantes. De lo contrario,
la comunidad no logra funcionar de manera satisfactoria para la mayoría.
Cuando sentimos que en la
comunidad (familia, colegio, club, trabajo, cualquier otra instancia de
relación con otras personas) y en la sociedad en general, hay fallas de
funcionamiento, muchas veces se debe a la falta de valores compartidos, lo que
se refleja en falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Por ejemplo, es difícil saber
cómo enseñar a los hijos el valor “tolerancia”, si nuestros líderes insultan
permanentemente a todos aquellos con quienes tienen diferencias de opinión.
Igualmente resulta cuesta arriba
promover el valor “respeto” si hay padres que frente a situaciones complejas
defienden sus decisiones argumentando: “Aquí se hace lo que yo digo” o “Las
cosas son así porque sí”.
En términos prácticos para que
una comunidad funcione bien, las personas que la integran se deben basar en
ciertos principios que orienten permanentemente su forma de relacionarse, tanto
en las buenas como en las malas.
Si compartimos los valores que nos unen como comunidad,
nos sentiremos bien, funcionaremos de manera adecuada en ella y por lo tanto, nos producirá satisfacción y orgullo ser parte
de la misma.
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