martes, 23 de agosto de 2016

Artículo: LOS NIÑOS Y LA ELECCIÓN DE SU VESTUARIO

Llega una edad, más o menos entre los 6 y 7 años, donde los niños comienzan a sentir agrado por su apariencia y se despierta en ellos el gusto por la moda. Lo cual es bastante positivo si se trata de la manera correcta, pues aunque parezca un tema superfluo, es un ejercicio rico en aprendizaje para los hijos.
 Dejarlos ser ellos
 La elección del vestuario es parte de los primeros pasos en la definición de la personalidad de su hijo, asimismo surgen las manifestaciones iniciales de autenticidad, las cuales deben ser apreciadas y respetadas por los padres.
 Este ejercicio permite la construcción de diversos conceptos que resultan de gran valor en la formación de los muchachos, como por ejemplo la toma de decisiones, el arreglo personal, el cuidado de los detalles, la autoestima, la creación del criterio, la comunicación a través del vestuario y el sentido del pudor.
Por ello, resulta de gran provecho que los hijos participen en la elección de su vestuario y no sean los padres quienes imponen sus preferencias. El adulto puede presentar un abanico de opciones, en donde el pequeño pueda ejercer su libertad y tenga la oportunidad de elegir. Los padres, deben tomar entonces una actitud de acompañamiento y asesoría, el cual permite que los niños pongan en práctica algo que les será útil para el resto de sus vidas.
 Criterio para la compra
 Otro elemento que entra en jugo en este tema, es el aprendizaje del criterio para la compra, es decir, evaluar la necesidad y el presupuesto.
 Ya en estas edades la publicidad comienza a tener influencia en sus elecciones. Es natural que los niños quieran tener todo lo que sale nuevo en el mercado y estar a la vanguardia de la moda que observan a través de los medios. Por eso se les debe explicar con argumentos de peso lo que es necesario y lo que no. Igualmente, es importante analizar con ellos, el precio que se pagará por la prenda y el esfuerzo que deben hacer los padres para poder adquirirla.
Un vestuario para cada ocasión
 Las reglas básicas de etiqueta y buenas maneras, deben ser inculcadas desde que los niños están pequeños. Por ejemplo enseñarles a adoptar el vestuario acorde a la ocasión o al evento.
 Una forma ilustrativa y práctica que facilita la comprensión en los niños, es usar ejemplos de la vida diaria, exponerles la diferencia entre el vestido que se lleva a la playa y el que se usa para una cena o celebración familiar.
 Somos los mayores, los que brindamos las pautas, transmitimos valores y con infinito amor, ponemos los límites; dando espacio para que los hijos adopten estas enseñanzas, establezcan sus gustos y personalidad, en un ambiente de libertad.
Tomado de: LaFamilia.info



lunes, 8 de agosto de 2016

Artículo: POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE DECIRLE "NO" A TU HIJO

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Los padres de hoy somos “culpógenos” y nos da miedo ejecutar una “autoridad sana”, así lo revela Alejandro De Barbieri, el autor del libro “Educar sin culpa” en entrevista con el periodista Miguel Pastorino.
– La Educación es un tema muy debatido actualmente. Según tu experiencia, ¿cuáles son los principales problemas que enfrentamos hoy?

Enfrentamos varios problemas. Por un lado lo que planteo en mi último libro, citando a Aldo Naouri, es que hace 30 años se educaba sin culpa, nuestros abuelos no esperaban ser queridos por sus hijos. En cambio ahora somos padres “culpógenos”, lo cual lleva a la sobreprotección parental actual, haciendo que nuestros hijos tengan 7 años menos, la edad cronológica no coincide con la edad emocional. Y esto se debe a que los padres con culpa no se animan a decir -cuando sea necesario-, “te dije que no y es no”.

Por otro lado se perdió la alianza implícita que había antes entre los padres y la escuela para educar. Antes el adulto era legítimo frente a sus alumnos solo por ser adulto. Ahora el docente se debe ganar su legitimad en cada hora de clase. Eso se debe a la crisis de autoridad del rol docente.

Entonces por un lado está la familia que claudicó de educar, se ha exonerado y exiliado a los padres en la tarea de educar, quedando los niños huérfanos como dice el escritor argentino Sergio Sinay.

Es nuestra tarea sacarlos de la orfandad y hacer de padres. Pero como eso en general no está pasando, se ha delegado la tarea de educar a la escuela. El niño no entra a la escuela educado en valores, hábitos de vestir, de comer, buenos modales, saludar etc, sino que el docente lo tiene que educar mientras da clase. Esto termina desgastando al docente.

Por eso para mí debemos insistir en trabajar con padres y docentes.

– ¿Por qué es importante frustrar para educar? ¿Cómo se hace?

Al claudicar los padres del rol de educar, no hay adultos. Hay miedo de ejecutar una “autoridad sana”, que es la que siempre que el niño tenga un capricho, puede responder sin miedo: “te dije que no y no, y no me lo pidas otra vez”. Ese es el lugar del adulto, el padre hoy tiene miedo que su hijo no lo quiera y por eso cede al deseo del niño, lo cual es triste porque lo condena a una inmadurez crónica. Hoy se “terceriza” el rol del padre al psicólogo y al docente, condenando a nuestros hijos a la orfandad.

Savater dice que “La autoridad ofrece resistencia pero hace crecer. Si no has tenido resistencia no creces recto, sino reptando… El educador debe ejercer la autoridad, lo que en ocasiones hará que caiga antipático, pero debe serlo porque educar en buena medida es frustrar”.

El niño precisa la autoridad sana del padre o maestro que “frustra” sus impulsos. Si cada vez que mi hijo quiere algo yo se lo doy, entonces le estoy diciendo “pide y se te dará, mi amor” para que me quieras. Eso es falso, porque lo estoy dejando inmaduro. Cuando mañana la vida lo frustre, en un examen en el deporte o en una pareja, su psiquismo estará frágil y no soportará las limitaciones que la vida le presente.

La resistencia nos hace crecer. Carlos Díaz, filósofo español dice: “Educar es cansarse amorosamente”. Ese cansancio amoroso que implica educar actualmente no se realiza, porque el padre/madre llega cansado de su trabajo y no tiene fuerzas para sostener el no.

Si el padre es simpático todo el tiempo no puede “hospedar las frustraciones”. Pero esas frustraciones son necesarias para crecer y para llegar a la felicidad. Si no se frustra no crece y no aprende.

Cuando los padres me dicen “mi hijo es problemático porque no come, o no duerme, o es caprichoso” siempre les respondo: “Tu hijo no es problemático, ese problema es un milagro encubierto. Te está diciendo “por favor mama/papa edúcame, hazme persona”. Ese hacer persona depende del adulto, de los padres y de los maestros. Nadie se hace solo, somos como dice Buber “Yo-Tu”.

Precisamos que el padre salga del exilio para hacer de papá. Estás cansado de tu trabajo pero no de ser papá. Una vez que el padre o la madre llega a su casa comienza a trabajar de padre. Si no hay caprichos, jugamos, cantamos, celebramos la vida juntos. Pero si llego (cansado o no) a mi casa y mis hijas tienen un capricho, una rabieta; mi tarea es ayudar a “hospedar esa frustración” y no ceder al pedido.

– Hoy se necesita un especialista para cada cosa y los padres buscan un equipo interdisciplinario para atender a sus hijos. ¿Es tan necesario? ¿Antes no era más sencillo?

En mi libro le puse a este tema “Consulte al experto”. Porque hoy en día los padres no creen ser los “expertos” en lo que le pasa a su hijo. En parte se debe a esa falta de confianza en sí mismos y por otra parte, porque se ha tercerizado todo en los psicólogos y maestros. Aunque tampoco lo delegan del todo, porque cuando el maestro frustra al hijo, los padres se enojan con los maestros. La experticia debe volver a los padres en hacerse tiempo, para perder o mejor dicho, invertir el tiempo con los hijos, a la hora del almuerzo, de la cena, para charlar y conversar. No puede pasar que los padres lleguen a casa cuando los niños ya se durmieron, -sobre todo en la primera infancia-. Si es así, el padre se pierde una lindísima oportunidad para conocer y seguir alimentando psicológica y espiritualmente al niño.

Los equipos interdisciplinarios son importantes y necesarios siempre y cuando los padres y maestros hayan agotado previamente las otras instancias.

– ¿Por qué cuesta tanto poner límites a los hijos? ¿A qué le temen los padres?

Los padres tienen miedo que su hijos no los quieran, a ese fenómeno, el pediatra Aldo Naouri, lo llama “madres vestales” refiriéndose al padre o madre cuya autoestima se nutre del hijo. Por eso les cuesta soltar y amar sanamente digamos. Si mi autoestima se nutre de mi hijo, ¿cómo le voy a decir que no?
En cambio cuando mi autoestima se nutre de mi pareja, esposa, amigos, adultos, entonces tengo fuerza para sostener los “no” cuando sea necesario.

A mí no me gusta hablar de “límites”. Es una palabra que los padres no la registran. No la registran porque en la consulta nos dicen “yo le pongo límites, pero mi hijo sigue haciendo lo mismo”. Entonces por eso prefiero la expresión de Savater “educar es frustrar”. Ahí lo entienden enseguida.

– Si tuvieras que resumir en un consejo una idea fundamental para los padres de hoy, ¿qué dirías?

Gregorio Luri dice “si usted quiere un hijo feliz, tendrá un adulto esclavo”. Mi consejo es celebrar el milagro cotidiano de estar vivo, buscar ser felices en el presente con proyección de futuro, en el hoy. Contarles a nuestros hijos los felices que somos con nuestra vida, que esa felicidad incluye el sufrimiento.


Adaptado de: La familia.info