Los
padres de hoy somos “culpógenos” y nos da miedo ejecutar una
“autoridad sana”, así lo revela Alejandro De Barbieri, el autor del libro
“Educar sin culpa” en entrevista con el periodista Miguel Pastorino.
– La Educación es un tema muy debatido actualmente. Según tu experiencia,
¿cuáles son los principales problemas que enfrentamos hoy?
Enfrentamos varios problemas. Por un lado lo que planteo en mi último libro,
citando a Aldo Naouri, es que hace 30 años se educaba sin culpa, nuestros
abuelos no esperaban ser queridos por sus hijos. En cambio ahora somos padres “culpógenos”,
lo cual lleva a la sobreprotección parental actual, haciendo que nuestros hijos
tengan 7 años menos, la edad cronológica no coincide con la edad emocional. Y
esto se debe a que los padres con culpa no se animan a decir -cuando sea
necesario-, “te dije que no y es no”.
Por otro lado se perdió la alianza implícita que había antes entre los padres y
la escuela para educar. Antes el adulto era legítimo frente a sus alumnos solo
por ser adulto. Ahora el docente se debe ganar su legitimad en cada hora de
clase. Eso se debe a la crisis de autoridad del rol docente.
Entonces por un lado está la familia que claudicó de educar, se ha exonerado y
exiliado a los padres en la tarea de educar, quedando los niños huérfanos como
dice el escritor argentino Sergio Sinay.
Es nuestra tarea sacarlos de la orfandad y hacer de padres. Pero como eso en
general no está pasando, se ha delegado la tarea de educar a la escuela. El
niño no entra a la escuela educado en valores, hábitos de vestir, de comer,
buenos modales, saludar etc, sino que el docente lo tiene que educar mientras
da clase. Esto termina desgastando al docente.
Por eso para mí debemos insistir en trabajar con padres y docentes.
– ¿Por qué es importante frustrar para educar? ¿Cómo se hace?
Al claudicar los padres del rol de educar, no hay adultos. Hay miedo de
ejecutar una “autoridad sana”, que es la que siempre que el niño tenga un
capricho, puede responder sin miedo: “te dije que no y no, y no me lo pidas
otra vez”. Ese es el lugar del adulto, el padre hoy tiene miedo que su hijo no
lo quiera y por eso cede al deseo del niño, lo cual es triste porque lo condena
a una inmadurez crónica. Hoy se “terceriza” el rol del padre al psicólogo y al
docente, condenando a nuestros hijos a la orfandad.
Savater dice que “La autoridad ofrece resistencia pero hace crecer. Si no has
tenido resistencia no creces recto, sino reptando… El educador debe ejercer la
autoridad, lo que en ocasiones hará que caiga antipático, pero debe serlo
porque educar en buena medida es frustrar”.
El niño precisa la autoridad sana del padre o maestro que “frustra” sus
impulsos. Si cada vez que mi hijo quiere algo yo se lo doy, entonces le estoy
diciendo “pide y se te dará, mi amor” para que me quieras. Eso es falso, porque
lo estoy dejando inmaduro. Cuando mañana la vida lo frustre, en un
examen en el deporte o en una pareja, su psiquismo estará frágil y no soportará
las limitaciones que la vida le presente.
La resistencia nos hace crecer. Carlos Díaz, filósofo español dice: “Educar es
cansarse amorosamente”. Ese cansancio amoroso que implica educar actualmente no
se realiza, porque el padre/madre llega cansado de su trabajo y no tiene
fuerzas para sostener el no.
Si el padre es simpático todo el tiempo no puede “hospedar las frustraciones”.
Pero esas frustraciones son necesarias para crecer y para llegar a la
felicidad. Si no se frustra no crece y no aprende.
Cuando los padres me dicen “mi hijo es problemático porque no come, o no
duerme, o es caprichoso” siempre les respondo: “Tu hijo no es problemático, ese
problema es un milagro encubierto. Te está diciendo “por favor mama/papa
edúcame, hazme persona”. Ese hacer persona depende del adulto, de los padres y
de los maestros. Nadie se hace solo, somos como dice Buber “Yo-Tu”.
Precisamos que el padre salga del exilio para hacer de papá. Estás cansado de
tu trabajo pero no de ser papá. Una vez que el padre o la madre llega a su casa
comienza a trabajar de padre. Si no hay caprichos, jugamos, cantamos,
celebramos la vida juntos. Pero si llego (cansado o no) a mi casa y mis hijas
tienen un capricho, una rabieta; mi tarea es ayudar a “hospedar esa
frustración” y no ceder al pedido.
– Hoy se necesita un especialista para cada cosa y los padres buscan un
equipo interdisciplinario para atender a sus hijos. ¿Es tan necesario? ¿Antes
no era más sencillo?
En mi libro le puse a este tema “Consulte al experto”. Porque hoy en día los
padres no creen ser los “expertos” en lo que le pasa a su hijo. En parte se
debe a esa falta de confianza en sí mismos y por otra parte, porque se ha
tercerizado todo en los psicólogos y maestros. Aunque tampoco lo delegan del
todo, porque cuando el maestro frustra al hijo, los padres se enojan con los
maestros. La experticia debe volver a los padres en hacerse tiempo, para perder
o mejor dicho, invertir el tiempo con los hijos, a la hora del almuerzo, de la
cena, para charlar y conversar. No puede pasar que los padres lleguen a casa
cuando los niños ya se durmieron, -sobre todo en la primera infancia-. Si es
así, el padre se pierde una lindísima oportunidad para conocer y seguir
alimentando psicológica y espiritualmente al niño.
Los equipos interdisciplinarios son importantes y necesarios siempre y cuando
los padres y maestros hayan agotado previamente las otras instancias.
– ¿Por qué cuesta tanto poner límites a los hijos? ¿A qué le temen los
padres?
Los padres tienen miedo que su hijos no los quieran, a ese fenómeno, el
pediatra Aldo Naouri, lo llama “madres vestales” refiriéndose al padre o madre
cuya autoestima se nutre del hijo. Por eso les cuesta soltar y amar sanamente
digamos. Si mi autoestima se nutre de mi hijo, ¿cómo le voy a decir que no?
En cambio cuando mi autoestima se nutre de mi pareja, esposa, amigos, adultos,
entonces tengo fuerza para sostener los “no” cuando sea necesario.
A mí no me gusta hablar de “límites”. Es una palabra que los padres no la
registran. No la registran porque en la consulta nos dicen “yo le pongo
límites, pero mi hijo sigue haciendo lo mismo”. Entonces por eso prefiero la
expresión de Savater “educar es frustrar”. Ahí lo entienden enseguida.
– Si
tuvieras que resumir en un consejo una idea fundamental para los padres de hoy,
¿qué dirías?
Gregorio Luri dice “si usted quiere un hijo feliz, tendrá un adulto esclavo”.
Mi consejo es celebrar el milagro cotidiano de estar vivo, buscar ser felices
en el presente con proyección de futuro, en el hoy. Contarles a nuestros hijos
los felices que somos con nuestra vida, que esa felicidad incluye el
sufrimiento.
Adaptado
de: La familia.info