Es un
tema que se nos presenta a diario y muchas veces no tenemos en claro por qué
deben existir los límites, para qué y qué consecuencias generan, la justa y
correcta aplicación a tiempo de los mismos. Si bien podemos exponer el tema de
“Los Límites” desde diferentes contextos de nuestra vida, en ésta oportunidad nos
referimos a los límites y a su aplicación en la educación a nuestros hijos.
¿QUÉ SON
LOS LÍMITES? SU IMPORTANCIA
Son
reglas que regulan el comportamiento. Suponen
• Contener
• Guiar,
• Proteger,
• Prevenir,
• y ... No
sólo sancionar.
La Crisis
de Autoridad en la Familia:
El manejo
de autoridad de nuestras familias hispano-hablantes ha sido tradicionalmente
autocrático. El padre y la madre imponen las normas, ellos corrigen y castigan
o premian. Pero el padre es el que tiene la última palabra, en él reside la
responsabilidad económica y social y moral de la familia. Este es un modelo que
ha funcionado durante siglos y todavía funciona en muchas familias. ¿Cuáles son
las ventajas del estilo autocrático? El poder y la responsabilidad están
concentrados en el padre y la madre, no se comparten con los hijos; es una
manera rápida y económica de manejar la familia, siempre y cuando los hijos sean
obedientes o sometidos.
¿Y cuáles
son sus desventajas?
En una
familia con un estilo autocrático, los niños aprenden a obedecer y/o rebelarse,
sin embargo no hay lugar para la participación y cooperación. Es un estilo que
no promueve la verdadera fortaleza emocional y espiritual, ni la
responsabilidad, y el tipo de liderazgo que los niños aprenden es un liderazgo
opresor y no uno que invita la iniciativa y la creatividad del grupo. Los niños
crecen en un ambiente autocrático y tienen dificultad para ajustarse al mundo
moderno.
Hay familias donde éste estilo autocrático
ha dejado de funcionar y los padres no han encontrado todavía la manera para
que los niños asuman sus responsabilidades, sean obedientes y cumplan con las
normas de la familia. Son familias donde nadie está contento y donde hay mucha
tensión o “stress”. En ellas surgen constantemente pequeñas crisis de autoridad
y los padres no saben que hacer, porqué sienten que están perdiendo el control
sobre los niños y temen perderlo completamente.
Lo
primero que podemos decir es que:
Las
crisis son buenas y son sanas, siempre y cuando tengamos la fortaleza de
encararlas y examinarlas. Son buenas porque nos obligan a darnos cuenta que la
familia no está bien y son sanas porque nos obligan a actuar, a cambiar.
¿Cómo cambiar cuando hay crisis de autoridad en la familia?
El cambio
que proponemos es un cambio hacia un manejo más democrático de la disciplina en
el hogar.
No hablamos
de una ausencia de normas, ni siquiera una disminución de normas. A lo que nos
referimos es que en vez de que las normas vengan impuestas desde arriba, por
los padres, estas normas van a surgir de los diferentes miembros de la familia,
de los miembros que las tienen que cumplir.
Es decir,
que compartamos el poder y la autoridad con nuestros hijos que la familia ha
tradicionalmente colocado en los padres. Si las responsabilidades y las normas
son discutidas y no impuestas, los niños se van a sentir co-responsables, se
van a sentir muy importantes, se van a sentir tomados en cuenta y van a estar
listos para asumir sus responsabilidades.
A través
de éste sistema, nosotros, los padres, estaremos promoviendo la cooperación de
nuestros hijos, su auto responsabilidad, su iniciativa, la comprensión de las
necesidades de las normas, la comprensión de la necesidad del respeto hacia el
otro, respeto por su espacio y respeto por su tiempo.
El ser
humano logra bienestar si, en sus relaciones consigo mismo y con los demás, se
mantiene en esos límites , moviéndose con libertad en ellos. En cambio, si
despliega una búsqueda de sí o de los otros, creando objetivos y expectativas
fuera de esos límites personales, se siente mal. En tal caso, sus capacidades y
aptitudes de ser intentan sobrepasar su realidad. Entonces, vive una fantasía o
bien sufre la angustia y frustración de no alcanzarse a sí, ni comprender a los
otros.
Tenemos
que perder el miedo a limitar a los niños.
• Limitar
no es aniquilar.
• Limitar
es dar vida, si lo hacemos adecuadamente.
El gran
peligro reside en ver en el límite sólo su aspecto negativo-empobrecedor: lo
que nos quita y nos prohíbe.
LOS LÍMITES
SON EDUCATIVOS
• Porque
ayudan al joven a salir de su narcisismo y a prepararse para amar. “Cuando la
madre le pone una condición: “te dejo ver los dibujitos si ordenás el cuarto” o
plantea una renuncia o un sacrificio por amor “no pidas este juguete porque
papá anda con poca plata a pesar de todo lo que trabaja”: Esto hace que el
hijo/a deje su narcisismo (al quererse a sí mismo/a por sobre todos los demás)
y vaya aprendiendo el verdadero amor vinculado desde sus primeras relaciones
afectivas. Reconocer el deseo del otro es uno de los rasgos más importantes de
madurez.
• Porque
ayudan a la persona a desarrollar la aceptación de la ley y el respeto a la
autoridad legítima. “No puede haber socialización ni verdadero sentido de la
justicia si no se renuncia al principio del propio placer y al interés egocéntrico”.
El deseo o el principio del propio placer tiene sus propias leyes. Su consigna
es: ¡“Quiero todo Ya!..!“ El límite pone fin a esta fantasía de ilimitación y
omnipotencia. Así, los límites nos ubican en la puerta de la satisfacción más
profunda de la persona. Si el niño o el adolescente permanecen en un estado de
ilimitación, de satisfacción espontánea de sus continuas demandas, nunca
llegarán a la madurez humana. En ese caso, no hay educación sin una adecuada
dosis de frustración. Porque toda educación supone la reducción del deseo y de
la fantasía de omnipotencia.
• Porque
al limitarnos la realidad, aunque nos pese, no somos omnipotentes. Y es bueno
ir vislumbrando ésto desde chicos. La realidad no es tan manipulable como los
niños o los adolescentes pretenden desde su pensamiento mágico y egocéntrico.
La vida muchas veces nos dice “no” y, si no sabemos aceptarlo, vivimos
resentidos. Por ello la educación tiene que llevar a la persona a comprender y
aceptar que no todo saldrá siempre según su deseo, que no siempre logrará lo
que se propone. Esto se denomina tolerancia a la frustración y es un rasgo
fundamental de la personalidad madura. Quien no lo adquiere será un caprichoso
consentido, aunque tenga 40 o 65 años. “Entonces, cuando papá dice “basta” o
“no hay más” o “esperá un ratito” o “hasta acá”, de algún modo está funcionando
como un representante de lo real para ese hijo; le está adelantando situaciones
que tendrá que experimentar, lo está ayudando a ubicarse”.
El establecimiento
de límites es esencial a la hora de educar.
Para
poner un límite generalmente la gente piensa que se requiere ejercer violencia,
agresividad y por tal motivo suele esperar hasta que la situación estalle.
Mientras tanto los límites se van poniendo flojos, elásticos y parece que no
existen. Esto causa mucho desconcierto a las personas que dependen de nosotros,
especialmente los hijos.
La
palabra clave es firmeza, y la firmeza tiene que ver con la seguridad interna,
con autoestima.
Mucha
gente confunde esta seguridad con estar enojados y la única forma de poner límites
es enojándose.
SABER
PREVENIR
El
ejemplo que se les brinde dentro de la familia será decisivo para la
construcción de sí mismos.
- Si se
los escucha en sus necesidades, podrán estar atentos a las necesidades de los
demás.
- Si se
los trata con hostilidad, la misma actuará como un “boomerang”, en detrimento
de las relaciones familiares, sociales y de su propia persona.
EL LÍMITE
ES EL VALOR IDENTIFICADOR DE CADA PERSONA, ES SU “NOMBRE”
Algo está
bien definido cuando sabemos lo que es y lo que no es. Una persona tiene una
identidad definida cuando sabe quién es y quién no es, cuando sabe lo que
piensa, siente y quiere. Pero al mismo tiempo, sabiendo ésto sabe lo que no
piensa, lo que no siente y lo que no quiere, lo que no puede y lo que no debe.
Sabe quién es, qué lo diferencia de los otros, y no se confunde con ello. Esto
le da conciencia de su identidad . Esto le da unidad y le permite reconocerse y
moverse adecuadamente en su ámbito.
Para ver
con mayor claridad por qué los límites le dan identidad a la persona, nos
detendremos a analizar sus dos funciones, a las que llamaremos negativa y
positiva. La negativa es aquélla por la cual el límite nos recorta algo, como
si nos quitara o nos empobreciera, privándonos de lo que es nuestro. Podemos
decir, en referencia a esta función, que el límite restringe el deseo,
distinguiendo la realidad de la fantasía. Por su parte, la función positiva es
la que constituye, la que dice lo que se es, la que establece quiénes somos
ante los otros.
Ambas
funciones del límite, actuando simúltaneamente, nos dan la identidad, nos definen
como personas y nos ubican en la realidad, porque nos permiten saber quiénes
somos y quiénes no.
En sus
relaciones sociales actuales y futuras, los niños tienen que reconocer y
valorar su propia identidad y la de los demás. El amor sólo es posible entre
dos personas, dos seres con su propia identidad. Sin identidad no hay amor sino
sometimiento y posesión.
La mayoría
de las personas piensa que la negación acompañada de un grito son dos aspectos
indispensables para la disciplina; pero debemos comprender que la autoridad
debe emanar de la razón y, en éste caso, la disciplina va de la mano con la
autoridad, así que no hay que confundirla con los gritos.
“Cuando
una persona grita se siente insegura, puede que en un momento dado sea
obedecida, pero va a generar miedo y temor y va a hacer que el niño obedezca de
una manera heterónoma. Esto quiere decir que mientras existan las presiones o
amenazas, el niño obedecerá, pero cuando esté sólo, no va a aprender las normas
o disciplina. Con gritar, ya perdiste. Tampoco debemos golpearlos. El castigo
debe ser directamente relacionado con la falta que se cometió, que sea no sólo
para reprimir, sino para formar. Recordemos que si bien los golpes no son
recomendables, hay otras formas de educar a los niños sin necesidad de éste
tipo de actitudes. La disciplina es un todo y a veces la vemos como si fuera
una represión o autoritarismo, y el padre no debe caer en ello, sino tener una
autoridad que devenga de la organización del hogar.
Por
ejemplo, si yo digo que mis hijos se tienen que dormir a las 10,00 de la noche
todos los días, así va a ser, salvo cuando haya un hecho relevante, como podría
ser un cumpleaños, entonces puedo ser flexible. Pero también deben tomarse en
cuenta las reglas que se van a poner para que éstas se cumplan sin ser violadas
después. Esto quiere decir que si yo les digo a los niños que deben dormirse a
las 8,00 de la noche, voy a tener problemas porque a esa hora apenas estamos
llegando de trabajar, pues no se va a cumplir.
Por eso
cada familia tiene sus propias reglas, el peligro de ahora es que los padres se
olvidan de imponerlas, y con eso de que no les puedes pegar ni gritar, se van
al otro extremo, los dejan sin reglas y sin autoridad o disciplina. Lograr
imponer reglas es difícil, pero hay que recordar que los extremos son malos;
aquí es donde entrará la habilidad de los padres para negociar la situación.
Lo que
pasa es que a veces, los padres se sienten culpables y les dan todo y cuando
las cosas se salen de los límites, sigue la agresión. Lo que hacen los gritos
es infundir temor y desorganización al niño. Además, alguien que te grita no te
inspira respeto, sino temor. Y en un momento dado, cuando los hijos tengan
edad, también te van a gritar, y cada vez más!!!!
PONER LÍMITES
DESDE LA SABIDURÍA
-Poner
límites a los niños les da seguridad
-Tener
claros los límites que quieras ponerle a tu hijo. No importa lo permisivo o
autoritario que seas, cada uno tiene su estilo, pero donde decidas ponerlos
manténlos.
-Ante una
situación especial en que de antemano sepas que no vas a poderlos mantener y tu
hijo va a “ganar” su batalla, no los pongas, para que no esté en entredicho tu
autoridad.
-Poner
los límites con cariño, con cordialidad. “Esto no puede ser porque no es bueno
para tí”
CONCLUSIONES
LOS LÍMITES
DEBEN SER: CLAROS- CONCRETOS- CONCISOS-
CUMPLIBLES
Y CONGRUENTES
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PARA
PONER LOS LÍMITES SE REQUIEREN 3 PASOS:
SE
HABLA- SE LES RECUERDA – SE ESTABLECEN CONSECUENCIAS
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EXISTEN
2 CARACTERÍSTICAS BÁSICAS PARA PONER LÍMITES:
FIRMEZA
Y CERCANÍA
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EL LÍMITE
CORRECTAMENTE APLICADO PRODUCE SUCESIVAMENTE:
•
Autonomía (comienzan a valerse por sí mismos)
•
Libertad (se les puede dar mayor libertad si se comportan adecuadamente)
•
Auto-disciplina ( pueden desarrollar actividades sin necesidad de presiones
externas, esto es fabuloso, es un regalo para toda la vida)
•
Auto-control (les permite medirse, y no caer en excesos)
• Rigor
interno (les permite levantarse y seguir adelante)
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Al
poner límites a tiempo protegemos a nuestros hijos de alcoholismo, drogas y
comportamientos delictivos. Nos protegemos a nosotros al enseñarles respeto,
orden, cuidado, generosidad.....en forma congruente y con afecto.
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No
todos los niños son iguales, ni se trata de estandarizarlos, se trata de ayudarlos
a encontrar su mejor potencial.
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Para finalizar
Insistimos
en el respeto, calidez, afecto, atención y aceptación hacia tus hijos. La
comprensión, la cercanía, permitirles expresar sus sentimientos de miedo,
alegría, tristeza, enojo y afecto. Poner límites no significa impedirles que
se expresen, es enseñarles a hacerlo en forma adecuada. Para hacer ésto se
requiere de mucha paciencia, mucha constancia, trabajo personal (para no
engancharte), amor y dedicación.
Y de ésto se trata el ser padre y madre!
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Tomado y adaptado de: http://www.clavedevida.com.ar